Educación para la ciudadanía, educación para la existencia

Representa una quimera pretender la formación de buenos ciudadanos por parte de un sistema que ignora el fundamento de la vida.

Antigua Escuela del Sheij en Granada

Recuerdo siempre a mis alumnos que lo primero que tenemos en nuestra escuela no es lo que podemos ver, asociado a lo que poseemos material e intelectualmente: profesorado, instalaciones, organización,…; antes que nada nos es absolutamente indispensable aquello “que no se ve”, que es invisible, la creencia, la aceptación y relación con el no visto, Iman.

Y es que no es posible educar sin este aspecto, sin esta dimensión espiritual; pretenderlo sería como querer construir un edificio sin sus cimientos, significaría arrancar de raíz la base de una buena crianza, la confianza.

En verdad es algo que comienza a ser transmitido desde la misma gestación, en la entrañable conexión de la madre (y del padre) con el ser “que viene”. Y todo lo que ocurre desde su nacimiento, en esa íntima relación madre/hijo va a ser clave para el futuro desarrollo de la convivencia y el discernimiento de lo que es y no es correcto. En esa misma capacidad de confianza, es decir, de seguridad y esperanza en el otro, “experimentadas”, es lo que permitirá una real transmisión con sus maestros en etapas venideras.

Nuestra noble tradición contiene todos los elementos necesarios, tanto para la construcción eficaz de una individualidad sana, como para la formación completa de la socialización, proceso progresivo que, desde la convivencia con los padres, se amplía paulatinamente en círculos concéntricos, a la convivencia con los hermanos y demás familiares, la interacción con los vecinos (campo esencial del aprendizaje con aquellos que no son consanguíneos) en toda su diversidad: vecinos cercano, lejanos, transeúntes, viajeros, además de con los más débiles: huérfanos, viudas, enfermos, indigentes… Humanización, en el sentido de “encontrarse con el otro”, identificarse con los demás, ser capaces de ponerse en su lugar.

¿Conducta cívica?, ¿Ciudadanía?, el nombre es lo de menos. Por qué no llamarle sencillamente nobleza. Nobleza como concepto asociado indisolublemente a comportamiento. En todo caso, lo sustancial estriba en dos principios muy claros: todo este desarrollo ha de producirse en el terreno de la acción/aprendizaje, ha de ser vivencial, y ha de estar basado en la compasión, que significa el elemento que define a una verdadera civilización.

La confianza tiene su origen en el amor y la confianza en Allah, y si no se experimenta de forma vital, no puede ser incorporada como valor en la convivencia. Tal vez pueda adquirirse como “cualidad ética ideal”; pero en el fondo, si lo que se está produciendo realmente es una falta de esperanza en una transformación verdadera y desconfianza en el otro, generará en el joven un estado de ansiedad existencial. ¿Qué tipo de conexión podrá establecer con la vida?   ¿Qué mirada forjará hacia sí mismo y hacia el universo? ¿Cómo alcanzará a descubrir su lugar en el mundo, en su tiempo? ¿Qué ocurrirá en su interior?.

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Los medios de comunicación dan cuenta día a día de los casos más extremos, y todos somos testigos en la calle y centros de enseñanza “en grado de normalidad”, del producto de un sistema educativo decadente, en consonancia con el modelo de sociedad que lo sostiene y al que se debe. Sociedad que crece proporcionalmente en elevados ideales en sentido inverso al grado de degeneración humana que manifiesta en la práctica.

Una asignatura no puede restablecer la confianza, ninguna campaña tampoco, por extensa e intensa que se proyecte. Toda la estructura educativa entera no puede generar un ápice de misericordia.

Si realmente pretende avanzar hacia la “sociedad del conocimiento”, como se proclama ahora, la sociedad española habrá de cuestionarse profundamente, perder el miedo a romper el encorsetado patrón de corrección política que la asfixia, deshacer los prejuicios seculares que la atenazan y mirar sin temor su propia historia lejana y presente. Quizás así esté preparada para hallar buenas noticias.

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