Consideraciones políticas de la Navidad

Consideraciones políticas de la Navidad

Luqman Nieto

BA (Grado) Política e Historia, Dallas College

La Navidad es, por su historia y tradición, una fiesta política. Es de conocimiento común que lo que realmente se celebra en esta época es el solsticio de invierno y que la mayor parte de la simbología de esta fiesta es de origen pagano, de tradiciones anteriores a la Iglesia o, las más modernas, de motivaciones más comerciales.

La celebración de esta fiesta tiene que ver con la consolidación del poder de la Iglesia católica en el Imperio romano. Fue el emperador Constantino I, en el Concilio de Nicea, año 325 d. C., quien estableció la celebración en estas fechas para que se viesen reflejados en ellas todos los súbditos del imperio y así mezclar las tradiciones romanas con las nórdicas, paganas y cristianas. Es interesante observar también que fue en este mismo concilio donde se decretó la doctrina de la trinidad como único credo válido.

Es por tanto la Navidad una fiesta política y no sagrada. La religión, a pesar de lo que se cree  hoy en día, no puede separarse del gobierno. Aquel que gobierne, cualquiera que sea la forma de éste, lo hace siempre desde sus creencias. Estas creencias, bien sean cristianas, judías, musulmanas, constitucionalistas, ateas u otras, representan su religión. Religión es un sistema de creencias y normas morales por las cuales se rige la vida de los individuos y la sociedad. Hoy en día, el humanismo ateo es la religión de la mayoría de los gobiernos democráticos, que, tal y como hicieron los romanos, han incluido las celebraciones judeo-cristianas en su calendario para admitir a todos sus “súbditos” en el nuevo orden. Por lo tanto, separar creencias y gobierno es pretender que el ser humano es una máquina automatizada capaz de separarse de sus circunstancias. Pero como bien expresó el pensador Ortega y Gasset: “Yo soy yo y mis circunstancias”.

Las celebraciones de carácter general, y que son seguidas por todos los miembros que se adhieren a una determinada forma de pensar o vivir, siempre conmemoran alguna tradición. Estas tradiciones, al formar parte de la religión de cualquier gobierno, son, por tanto, un instrumento político.

El celebrar o no determinadas festividades, no es, por consiguiente, una elección personal de carácter espiritual, sino una declaración de principios políticos. En el Islam, los días más importantes son responsabilidad del emir. Es su deber decidir el comienzo y el final del Ramadán y del Id al-Adha. Se acepta por esta razón la naturaleza de estas celebraciones y su carácter político además del de disfrute.  Esto es porque el Islam no es una religión, en el sentido de un sistema impuesto de normas sobre la naturaleza del ser humano, sino una forma orgánica de celebrar la vida del ser humano de acuerdo con aquello que el Creador quiere de nosotros y que envuelve todos los aspectos de la vida social e individual, y no pretende la separación imposible entre  Estado e Iglesia.

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