En La broma, la primera novela de Milan Kundera, el escritor checo aborda descarnadamente una escalada de eventos desatados por una broma -en el contexto del socialismo real de su país en los años posteriores a la segunda guerra- por el protagonista -un joven universitario afiliado al partido comunista, de temperamento jovial-, a quien se le ocurre mofarse de la imposición implícita de una suerte de felicidad obligatoria en el entorno en el que se mueve, escribiendo en una postal a una joven a la que pretende impresionar: “el optimismo es el opio del pueblo, el espíritu sano hiede a idiotez, ¡viva trotsky!” La destinataria de la misiva, lejos de impresionarse por los giros ingeniosos de Ludvik, no sólo no le parecen graciosos, sino que los considera nefastos y lo denuncia al partido, y éste en una sesión improvisada conmina a sus camaradas a votar a mano alzada, optando éstos por expulsarlo del partido, por lo que luego es expulsado de la universidad y posteriormente es enviado a una cuadrilla de disidentes destinados a trabajos forzados en zonas de guerra.
La situación es kafkiana y el título del libro alude al sentido macabro de la trama en que se ve envuelto Ludvik, el protagonista, como si la broma hubiese sido en realidad la situación en que él se enreda sin quererlo, por una chanza estudiantil que trajo una serie de giros en su destino; pero es kafkiano también todo el entramado de relaciones humanas y la manera en que sostienen toda una serie de farsas y simulacros, modos de vida inauténticos, en los que buscando al “hombre nuevo” la sociedad revolucionaria acaba enfarrangándose en una serie de mezquindades triviales que marcan sus vidas y expulsan al extrarradio a cualquiera que tuviese el desatino de impugnarlas.
Me he acordado de esta obra en estos dos últimos años (pues habrá habido mucho de esto en los hospitales y ambientes médico-sanitarios) por quienes se han visto expuestos a segregación y pérdida de sus fuentes de ingreso por impugnar el relato oficial o por la reticencia a inocularse una sustancia experimental, cuyos componentes sus fabricantes pretendían mantener en confidencialidad por tres cuartos de siglo -75 años-; por el modo en el que los medios de información han devenido en medios propagandísticos, asegurando la inocuidad de dichas sustancias -cosa que ni los fabricantes se han aventurado a afirmar- y ocultando toda una serie de efectos adversos que se han ido manifestando sin parar; y por las presiones y amenazas por expulsar del sistema escolar a los menores cuyos padres se negasen a inoculárselas, siendo que justamente los menores no han sido un segmento expuesto al desarrollo de la enfermedad de marras.
No obstante, ha sido tan descomunal la resistencia que han generado las medidas coercitivas empujadas por los gobiernos, travestidos de demócratas a lacayos de los plutócratas (las aludidas sustancias generan unos ingresos exorbitantes y los préstamos para adquirirlas así como para mitigar las medidas covid -cuarentena, ruina de negocios y desempleo- también, pero ya escribiré sobre eso, inshal-lah); que al parecer los gobiernos poco a poco han tenido que ir viendo la manera de recular. España, Francia, Holanda, Bélgica, Alemania, Dinamarca, Suecia, Inglaterra, prácticamente no ha quedado un sólo país europeo en el que no hayan habido manifestaciones masivas y sostenidas en el tiempo, 34 semanas ininterrumpidas en Francia. Luego Canadá y los camioneros, Australia lleva lo suyo, y mientras más coercitivas las medidas más fuertes las protestas.
Hasta que de pronto cae la tensión acumulada desde el 2014 en Ucrania y Putin ordena allí el despliegue de fuerzas militares rusas. Y de pronto todo lo que antes era covid ahora es Ucrania.
Pero veamos, porque este último asunto también tiene guasa, y es posible analizarlo en diferentes capas. La primera de ellas no hace falta ni mencionarla, es el menú desinformativo proveniente del pentágono y cnn, que si el imperialismo ruso, que si “el autoritarismo de Putin” a diferencia de “nuestras democracias” (donde una serie de actores de pacotilla vienen entregando hace décadas la soberanía de los países a las instancias supranacionales; por tanto, léase democracia: oligarquía fáctica basada en una plutocracia financiera mundial y legitimada local y periódicamente vía escenificación de “elecciones”, pero el demos cada vez más empobrecido, más embrutecido, más esclavo y más crédulo)
Pasemos entonces directo a la segunda capa, que dice relación con la incesante ampliación de la OTAN. Esa historia comienza en 1999, precisamente el año en que la OTAN destruyó Yugoslavia (dando origen a un término paradigmático: cuando se quiere hablar del fraccionamiento de un país, se habla de su balcanización) después de haber anunciado en la cumbre de Washington la intención de realizar «operaciones de respuesta a las crisis fuera del territorio de la alianza». Olvidando que se había comprometido con Rusia a «no extenderse hacia el este», la OTAN comienza su expansión… hacia el este. (Posiblemente EE.UU. considera que había llegado a este compromiso con la extinta Unión Soviética, pero Rusia tiene una memoria y un sentido de continuidad histórica más allá y más acá del período soviético) Así absorbe los 3 primeros países del ya desaparecido Pacto de Varsovia: Polonia, la República Checa y Hungría. Posteriormente, en 2004, la OTAN se extiende a otros 7 países: Estonia, Letonia, Lituania (3 repúblicas ex soviéticas), Bulgaria, Rumania, Eslovaquia (3 ex miembros del Pacto de Varsovia) y Eslovenia (que había sido parte de Yugoslavia). En 2009, la OTAN absorbe también Albania (que también había sido miembro del Pacto de Varsovia) y Croacia (que había sido parte de Yugoslavia). En 2017, se extiende a Montenegro (antiguamente parte de Yugoslavia) y en 2020 abarca también Macedonia del Norte (que también había sido parte de Yugoslavia). En resumen, en 20 años la OTAN, que antes contaba 16 Estados miembros, se extiende a 30 países.
Washington extiende así hasta las puertas de Rusia –y dentro del territorio de la antigua URSS– la alianza militar que obedece a las órdenes de Estados Unidos, pone los países del este de Europa no tanto al servicio de la OTAN como directamente al servicio de Estados Unidos: desde su entrada en el bloque militar, Rumania y Bulgaria ponen a la disposición de Estados Unidos las bases militares de Constanza y de Burgas, en el Mar Negro. Con la ampliación de la OTAN hacia el este, Estados Unidos refuerza su propia influencia sobre Europa. Entre 2004 y 2007, 7 de los 10 países del centro y del este de Europa se convierten también en miembros de la Unión Europea. O sea, la OTAN se amplía hacia el este y sus nuevos miembros pasan a ser también miembros de la Unión Europea. De los 27 países miembros de la Unión Europea, hoy 21 son también miembros de la OTAN.
No obstante, siempre lo que sigue a la máxima expansión de un imperio es su caída, pero pero antes de seguir por esta vía, entremos en la tercera capa, que pone de todos modos de manifiesto el carácter de broma que hay en toda esta situación: En febrero de 2014 un golpe de estado que cuenta con el apoyo de Washington depone al gobierno de Víktor Yanukóvich y pone en su lugar a Petró Poroshenko, un oligarca que serviría con denuedo a las instituciones supranacionales que le habían puesto allí, y que no obstante, saldría en nómina de los Panamá Papers junto a servidores de su misma calaña, como Piñera y Macri, de Chile y Argentina, en situaciones comprometedoras y causales de acusaciones de corrupción, en un modus operandi que ya es canónico, primero sirven y luego son arrojados al papelero. De esa manera, a Poroshenko le sucede el famoso Zelensky, y digo famoso porque era un conocido comediante que, ironías del destino, hacía una serie de televisión en la que interpretaba al presidente de Ucrania como miembro de un partido llamado Servidor del pueblo, el mismo nombre que le darían a su agrupación quienes lo auparon al poder en campaña presidencial para sustituir a Poroshenko: personas allegadas a la productora de televisión que realizaban su serie. Pero en medio de toda esta situación tragicómica (es para reír si no fuera por las víctimas que comporta) estaban los planes de Washington de incorporar a Ucrania a la OTAN, cosa que por supuesto no era del agrado de Rusia. Resultado; luego de ocho años de escalada en las tensiones, Rusia interviene en Ucrania y el presidente comediante se queja amargamente de que sus socios no lo apoyan como le habían prometido: lo dejaron tirado (y ya se sabe qué pasa con el mono que le agarra frecuentemente la cola a un tigre) La suerte está echada. Enfrentar a una potencia con armas supersónicas varias veces más rápidas que la velocidad del sonido (indetectable por los radares) no es cosa de broma.
Y como había comenzado a decir, inmediatamente después de que Roma despliega legiones en las islas británicas, comienza su declive. El punto de máxima expansión de una fuerza es el punto que señala el comienzo de su contracción. “En la sucesión del día y la noche hay signos para quienes reconocen lo esencial de las cosas” (3.190) Y a pesar de las arengas bélicas, Washington sacó sus efectivos de Afganistán y ante la intervención rusa no sabe más que azuzar represalias económicas, cuando Rusia y China acaban de sellar hace apenas tres semanas un amplio acuerdo que involucra una profundización de su alianza estratégica, lo que forja, en palabras del analista geopolítico Alfredo Jalife, una nueva era euroasiática con alcance mundial. En dicho acuerdo, China apoya las demandas de Rusia frente a EEUU y a la OTAN sobre su seguridad transfronteriza (esto implica a Ucrania) y, por extensión, a Europa oriental, mientras que Rusia apoya la postura de China sobre Taiwán frente a las presiones del bloque anglosajón tripartito del AUKUS (Australia/Gran Bretaña/EEUU).
En toda esta escalada de tensiones bélicas se juega la tesis de John Mackinder, quien controle el heartland controlará el mundo. Y al parecer la alianza chino rusa desplaza los intereses de Washington y deja a EE.UU como lo que es, una potencia en declive.
Pero, y en todo este cuadro ¿qué pinta la pandemia? Es cosa que queda aún por dilucidar, aunque procuraremos avanzar en este intento próximamente, inshal-lah.