¿Y después de Ramadán, qué?

Es conocido que tras la tempestad llega la calma, tras momentos de intensa actividad llega la relajación, tras semanas en las que hemos cambiado nuestras vidas y nos hemos esforzado en alcanzar algo, una vez que lo hemos hecho, una vez que hemos alcanzado nuestro objetivo, tendemos nuevamente a relajarnos.

Esto es parte de la naturaleza del ser humano e ilustra a la perfección lo que millones de musulmanes de todo el mundo han vivido durante el mes de Ramadán. En los días y noches de ese mes, han cambiado sus vidas, se han entregado a Allah ayunando durante el día, haciendo oración durante la noche, anhelando, con Imán y con esperanza, que sus faltas fueran perdonadas, y desde estas líneas pedimos a Allah que cubra con Su Misericordia y con Su Perdón a todos ellos.

El mes de Ramadán ha sido la tormenta, la tempestad que ha hecho necesario que atáramos fuertemente nuestras velas, cogiéramos con firmeza el timón y, con un rumbo claro, guiáramos la nave de nuestras vidas hacia la obediencia y la sinceridad para con Allah, subhanawahu wa ta’ala.

Yumua en la Mezquita Mayor de Granada el pasado día 26 de agosto.

Esta tempestad ha terminado, el mes de Ramadán ha concluido, y lo hemos salvado con éxito; las aguas vuelven a su cauce tras la celebración y alegría del día del ‘Id, y ahora es cuando de verdad llegan los momentos que marcan y diferencian el Imán y la sinceridad de una persona, pues en los momentos de tempestad todos agarramos con fuerza las velas, pero una vez que ha pasado esa tormenta tendemos a relajarnos y dejar que el barco navegue prácticamente sin rumbo por las calmadas aguas con la ligera brisa del océano refrescando nuestros rostros.

Son estos momentos en los que no debemos caer en el error de relajarnos por completo hasta el punto de olvidar a Allah, ya que los musulmanes, ya estén en el Oriente o en el Occidente de la Tierra, no son de los que adoran a Allah en momentos determinados del año o únicamente cuando pasan por situaciones de dificultad; los creyentes son los que se acuerdan de Allah en todo momento y situación, y eso conduce a que Allah se acuerde de ellos en todo momento y situación.

Cuando el Mensajero de Allah, salla allahu alaihi wa sallam, abandonó este mundo y fue al encuentro de Su Señor, los Sahaba no podían creerlo, no daban crédito. ‘Umar Ibn al Jattab, uno de los más grandes creyentes, tan firme y sincero que si el Shaytán se encontraba con él, se iba por otro camino, no fue capaz de asimilar esta situación; sacó su espada, se subió al mimbar y comenzó a gritar: “A quien diga que Muhammad ha muerto, le cortaré la cabeza”. En esos momento de máxima tensión, entró en la mezquita Abu Bakr, se cercioró de que su amado compañero y Profeta había muerto y, dirigiéndose al lugar donde se encontraba ‘Umar, exclamó: “Quien adore a Muhammad, que sepa que Muhammad ha muerto; quien adore a Allah, que sepa que Allah está vivo y nunca muere”, y a continuación recitó la aleya de la Sura de la Familia de ‘Imran, en la que la que Allah dice: “Muhammad no es sino un Mensajero antes del cual ya hubo otros Mensajeros; si muriese o lo mataran, ¿os volveríais sobre vuestros talones? Quien se vuelva sobre sus talones no perjudicará a Allah en absoluto. Y Allah recompensará a los agradecidos”.

Este suceso de los primeros momentos vividos tras la muerte del Mensajero de Allah y las palabras escogidas por Abu Bakr tienen dos grandes enseñanzas que debemos recordarnos una vez que ha concluido el mes de Ramadán: la primera de ellas es que Allah está vivo y nunca muere; por consiguiente, no se Le adora sólo en momentos determinados, sino que la adoración, o el recuerdo hacia Él, es constante, no tiene pausa, no tiene final, no concluye con la finalización del mes de Ramadán.

“Quien adore a Muhammad, que sepa que Muhammad ha muerto; quien adore a Allah, que sepa que Allah está vivo y nunca muere”

Y la segunda enseñanza, que cobra una importancia especial tras el Ramadán, es la aleya del Corán que escogió el primer califa del Islam: que a Allah no Le perjudica nada, no Le afecta en absoluto que nos olvidemos de Él, no tiene importancia para Él que Le adoremos en Ramadán y luego nos olvidemos, sino que todo es por nosotros, la recompensa es para los agradecidos, el beneficio es para los que Le han adorado en Ramadán y luego continúan adorándole una vez que este mes ha terminado.

Es curioso, o puede que no tanto si conocemos la Generosidad y Misericordia de Allah, que todo lo que hacemos en nuestra “relación” con Él es en nuestro propio beneficio, sin que a Él Le afecte en nada: ayunamos por nosotros, hacemos la oración por nosotros, pagamos el zakat por nosotros… Los grandes beneficiados de todo esto somos nosotros, sin que a Allah Le afecte en absoluto.

Y Allah mantiene esta puerta abierta de beneficiarnos inmensamente una vez que ha concluido el mes de Ramadán. Esta puerta continúa abierta, no se ha cerrado, pues son numerosas las maneras que tenemos de obtener la recompensa. De modo que, ya que Allah no ha cerrado esa puerta, nosotros, como creyentes sinceros, tampoco debemos hacerlo. No debemos caer en el gran error de pensar que únicamente podemos ganar en Ramadán, ya que quien adore a Ramadán que sepa que Ramadán ha concluido y quien adore a Allah que sepa que Allah está vivo y nunca muere.

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