UN APUNTE SOBRE FEMINISMO

No es de extrañar que las mujeres cristianas europeas, al principio del siglo XX, empezaran a luchar desesperadamente por hacer oír su voz en la sociedad en la que vivían y habían vivido durante siglos en situación de ciudadanos de segunda categoría, sin derecho a la propiedad personal, sin derecho a poder gestionar sus propios patrimonios y riquezas, sin derecho a hacerse oír políticamente y sin derecho siquiera a disfrutar de la relación con sus esposos.

Curiosamente, las mujeres musulmanas habían obtenido todos esos derechos y algunos más, varios siglos atrás, con la aparición del Islam, incluida la posibilidad de levantarse en medio de una asamblea y llamar la atención al Califa sobre algún asunto, como sucedió en la conocida historia de Umar Ibn Al Jattab en la que él mismo reconoció “Que la mujer estaba en lo cierto y él se había equivocado”.

En estos tiempos extraños que vivimos, las mujeres occidentales consideran que han adquirido un lugar privilegiado y muchas mujeres musulmanas viven en situaciones de penuria y sometimiento peores a veces que la esclavitud misma. Sin embargo, no conviene dejarse engañar por las apariencias ni por el extravío de unos cuantos.

Tenía una amiga marroquí que había visto alguno de los partos de su hermana mayor cuando aún era una niña. Un poco/Algo más tarde (Al poco tiempo), sus padres decidieron enviarla al colegio español (dirigido por monjas cristianas) para que aprendiera bien la lengua y pudiera después seguir estudios en España. Cuando en la clase se hablaba de cómo nacían los niños, las monjas decían que los traía la cigüeña, y mi amiga, que aún era una niña, pensaba: “¡Qué suerte tienen las cristianas, a ellas les trae los niños una cigüeña y a nosotras nos toca parirlos!”.

Algo así sucede ahora que las mujeres occidentales parecen haber conseguido un montón de derechos.

Algunas de las primeras feministas militantes han empezado ya a denunciar lo que ha sucedido; Germaine Greer, feminista australiana nacida en 1939, en su libro La mujer entera dice: “Estamos aceptando la mera igualdad. Las luchas de liberación no tratan de asimilación sino de hacer valer la diferencia, dotando esa diferencia con dignidad y prestigio”. Es decir, las mujeres que lucharon por la liberación de la mujer hace 50 ó 60 años se dan cuenta de que las mujeres nunca podrán encontrar la libertad ni la realización personal por la que luchaban aceptando vivir como hombres.

Aaron Russo fue un conocido director y productor de cine y activista político. Produjo, entre otros, varios documentales de tendencia libertaria, el último de ellos America: Freedom to Fascism, una crítica al Nuevo Orden Mundial. En unas declaraciones reconoce que durante un tiempo mantuvo amistad con Nick Rockefeller y cuenta como éste le habló de que ellos, la Fundación Rockefeller, habían sido los principales promotores del feminismo, financiando revistas y sosteniendo económicamente los proyectos “feministas”.

En una ocasión le dijo: “¿Y quieres saber por qué? Por dos motivos principales: Antes solo podíamos poner impuestos a la mitad de la población y con el sueldo de un hombre vivía toda una familia; la otra, porque ahora tenemos a los niños en la escuela desde edad muy temprana y podemos adoctrinarlos cómo deben pensar, y lo que aprenden, destruirá a su familia; los niños confían en la Escuela, en el Estado, como si fuera su familia, no son sus padres los que les enseñan”.

Otra conocida feminista, Gloria Steinem, admite ahora en uno de sus libros que la CIA financió la revista Ms. (magazine). Ella estaba orgullosa, pensaba que creían en su lucha por mejorar las condiciones de la mujer y querían ayudarla, pero lo que en realidad querían era destruir la familia.

Sin embargo, hay poca gente que comprenda el tremendo cambio que supuso la venida del Islam para el estatus de la mujer, ni el espíritu valiente y luchador de las primeras musulmanas, en la generación del Profeta Mohammed, que la paz y las bendiciones de Allah sean sobre él, y las que les siguieron; por no hablar del Corán, el primer libro de la historia con un lenguaje “políticamente correcto”: “Los creyentes y las creyentes, los pacientes y las pacientes, los que ayunan y las que ayunan…” − repite en más de una ocasión− o: “… No dejaré que se pierda lo que haya hecho ninguno de vosotros, sea varón o hembra. Unos procedéis de otros” (3: 195).

Nada más lejos de la mujer burguesa, sedentaria y entregada por completo a tareas domésticas; la primera generación de musulmanas, y muchas después de ellas, fueron, por el contrario, mujeres emprendedoras, deseosas de adquirir conocimiento y dispuestas a enfrentar los mayores desafíos si con ellos daban un paso hacia Allah.

Un feminismo auténtico, en el que la mujer no necesita dejar de serlo para obtener respeto y que puede permitirle alcanzar el más alto grado en el desarrollo de las mejores cualidades de su naturaleza.

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