Túnez, ETA, los toros y el turismo

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Por Jaime Barrientos

“¡Hijo! ¿Qué se te ha perdido a ti en España? Es un país muy peligroso: cuando no te ponen bombas te persiguen los toros por la calle…”

Ésta fue la respuesta que una madre le dio a su hijo cuando le dijo que se marchaba a España a vivir. Se refería a los entonces frecuentes atentados de la banda terrorista ETA y a los sanfermines navarros en los que durante una semana, reses bravas se adueñan por unos minutos y unos días de las principales calles de Pamplona. Lo curioso es que aquella madre vivía en el Iraq previo a la segunda Guerra del Golfo y cuando el país había pasado ya por una larguísima guerra contra Irán y sufrido los efectos de una contienda desatada por una coalición internacional.

Esta anécdota refleja lo sencillo que es hacerse una idea equivocada sobre algo, o alguien, basándonos sólo en una poca información. Y esto es lo que le ha sucedido ahora a Túnez, el pequeño país rodeado de gigantes, ricos en derivados del petróleo como Argelia o Libia.

Dedicado principalmente a la pesca, la ganadería y la agricultura, buena parte del PIB del país de los jazmines proviene del turismo. Y contra él fue dirigido el atentado que segó la vida de 23 personas, turistas veinte de ellas, en las inmediaciones del Museo del Bardo. Y tan injusto era referirse a España como país inseguro y peligroso como hacerlo ahora con Túnez.

Al revés. Como en su día pude comprobar en Egipto tras el atentado del Valle de las Reinas en el año 97 del pasado siglo y que se cobró la vida de más de medio centenar de persona, no hay lugar más seguro  ahora que Túnez. Igual que entonces en el país de los faraones, una discreta pero eficiente vigilancia que no suele ser advertida por los visitantes, protege a los turistas: además de una mayor presencia policial y militar de uniforme, hay otra, de paisano, que vela tanto por los extranjeros como por los ciudadanos tunecinos. Un vehículo sin insignias ni luces suele preceder ahora en Túnez, como antes en Egipto, a los autobuses turísticos, y otro cierra la marcha. También, si se eleva la vista hacia las terrazas y áticos, es posible vislumbrar los cañones de los fusiles de las fuerzas de seguridad del Estado que, sobre todo en las zonas comerciales y culturales, vigilan noche y día. En los hoteles más importantes se han instalado arcos detectores de metales, similares a los que cumplen servicio en los aeropuertos, y agentes de paisano se mezclan en las playas y cafetines con los viajeros.

No me tengo por especialmente valiente pero, la semana próxima, me voy de vacaciones: ¿A dónde? A Túnez, un país que conozco bien y en el que siempre me he sentido como en mi propia casa.

Fuente: cordobainternacional.com

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