Arreglar cosas, eso es lo que la gente ha hecho desde el principio de los tiempos. Arreglamos el puente de Londres, arreglamos los telescopios… Y, antiguamente, si algo se estropeaba, ya fuera un coche o un cortacésped, intentabas arreglarlo tú mismo, ¿recuerdas?, y luego, cuando lo rompías aún más, lo llevabas a un taller y veías cómo lo arreglaban mientras fingías saber lo que estaba pasando. Pero, hoy en día, cada vez hay menos opciones para arreglar las cosas que tienes.
Vivimos en un mercado libre, pero cuando se trata de reparar aparatos electrónicos, como los smartphones, no se puede elegir libremente a dónde ir. El canal CBS Deven explicaba en el reportaje; Right to Repair: «Si fueras la persona desesperada con un dispositivo roto, irías inmediatamente a la tienda de Apple. Eso es lo que Apple espera que hagas. Esta empresa y muchas otras restringen cómo y dónde puedes arreglar tus cosas». (CBS Denver: El derecho a la reparación).
Todo lo que tiene un microchip ahora probablemente no pueda ser reparado sin recurrir al fabricante. Eso significa que, no solo son los smartphones, sino también los coches, los tractores… y, cada vez más, las lavadoras y frigoríficos que tenemos en nuestras casas. Si algo se rompe y la única solución es llevarlo al fabricante, pueden cobrarte lo que quieran.
Reproduzco un fragmento de la entrevista a Louis Rossmann, activista del derecho a la reparación, realizada por el programa de televisión retransmitido por YouTube In-Depth Magazine:
Entrevistador: Se trata de un MacBook Pro. En la Apple Store me dijeron que la reparación costaría 1.200 dólares y que no vale la pena… Entonces, vengo con este problema, ¿cuánto me cobrarías?
Rossmann: De 75 a 150 dólares, dependiendo del modelo.
Esto es indignante. Están cobrando diez veces más de lo que deberían. Son precios de productos nuevos, lo cual es ridículo. Cómo puede ser que los productos electrónicos cuesten tanto cuando los desmontas… La mayoría de ellos fueron montados por niños en China. Y este tipo de estafa en el precio es la razón por la que la gente recurre a métodos ridículos cuando algo va mal con sus productos electrónicos: pongamos el teléfono en una bolsa de arroz, por poner un ejemplo. Pero, por supuesto, el fabricante quiere ser el único lugar al que puedas acudir para que te arreglen tu producto. Eso siempre ha sido así, lo que ha cambiado es que cada vez diseñan más sus productos para que eso ocurra.
Los electrodomésticos de hoy en día están diseñados para que no puedan ser reparados por el ciudadano de a pie, ni por nadie. Los fabricantes dificultan las reparaciones; por ejemplo, limitando la disponibilidad de piezas de recambio o utilizando adhesivos que dificultan la sustitución de las piezas. Es realmente complicado, si no imposible, sustituir una simple pieza; a menudo esta está asociada a otras piezas excepcionales o es completamente inaccesible.
No es posible retirar una batería vieja o estropeada cuando está pegada a la carcasa con pegamento permanente. Esto es una práctica común entre muchas compañías para dificultar la reparación. Apple, por ejemplo, introdujo un tipo de tornillo que no se había visto antes del IPhone para dificultarnos el acceso al dispositivo.
Pero no solo se limitan al hardware. Las compañías salen con todo tipo de ideas retorcidas, como John Deere, que está instalando cerraduras digitales que impiden que cualquier persona que no sea un técnico autorizado pueda realizar reparaciones. Es como si hubieran diseñado esto para decir: «Adelante, te reto a que intentes arreglarlo».
Piénsalo: tornillos especiales, cerraduras digitales, pegamento por todas partes… Y puedes pensar: «Yo no tengo un destornillador de cinco puntas, pero un servicio técnico sí». Pero eso no es la solución, porque las empresas no solo dificultan el arreglo de tu propio aparato, sino que te penalizan si lo intentas.
Empresas como Apple, Microsoft y John Deere restringen al público el software de diagnóstico necesario para diagnosticar fallos, así como las herramientas especiales y las piezas de repuesto necesarias para las reparaciones. Apple llega a anular la garantía de si los dispositivos que han sido reparados; dándose casos en que la compañía bloquea el dispositivo para que no funcione al ser reparado.
En otro fragmento de la entrevista de In-Depth Magazine a Louis Rossmann, se menciona cómo Apple ve claramente a estas empresas de reparación de terceros como el enemigo. Lewis Rossmann e Ifixit han recibido amenazas legales de la compañía. «Si pones el manual en línea, te envían una amenaza de advertencia legal diciendo que es material con derechos de autor y que te van a demandar».
Me parece que esto es un poco infantil. Yo no quería acudir a ustedes para que me arreglen el teléfono roto que me vendieron; ustedes lo rompen aún más. Entre los contratos y las restricciones, estamos básicamente en una especie de tutela con estas empresas. Para ser justos con los fabricantes, tienen algunas razones para hacer esto más allá de querer ganar dinero. Muchos fabricantes dirán que se trata de productos muy complejos y que no es seguro que una persona cualquiera trastee con ellos y los dañe, pero hay que poner nuevos límites a lo que pueden hacer. Ya sería bastante malo si solo se tratara de cobrar de más por la reparación de un teléfono, pero es que, además, en algunos casos, incluso tu vida podría estar en juego. Los fabricantes deniegan el acceso a los manuales de mantenimiento de las máquinas y de los dispositivos médicos, bloqueando que los dispositivos médicos de todo tipo sigan funcionando, obstaculizando las reparaciones importantes, diseñando las máquinas para que requieran un software de calibración al activar las nuevas piezas de recambio. Se niegan a trabajar y privan a empresas de terceros de piezas de repuesto, no facilitan soporte por teléfono y no quieren dar ningún tipo de literatura técnica. Como lo ha expresado una empresa de reparación de terceros a Vice News: «Si no tenemos el material, por supuesto que no podemos hacer el trabajo. Se trata de la vida de personas».
Eso parece mucho peor que lo otro. Sé que todos sentimos que nos morimos cuando se nos rompe el iPhone, pero sin equipo hospitalario, mueres literalmente. Y todo este asunto es una llamada de atención. La buena noticia es que hay un movimiento para regular hasta qué punto los fabricantes pueden restringir el derecho a reparar su propio producto. Por mi parte, espero que salga algo de esto, porque cuando estás tumbado en la cama de un hospital porque tu respirador no funciona, lo último que quieres oír del médico es: «Lo sentimos, podríamos arreglarlo, pero no queremos anular la garantía».