<<…No verás en la creación del Misericordioso ninguna imperfección. Vuelve la vista, ¿ves algún fallo? Vuelve a mirar una y otra vez, la vista regresará a ti derrotada y exhausta>> (Corán: 67, 3-4)
Esta información está ampliamente divulgada en la Red y otros medios, pero valga una nueva llamada urgente y necesaria, a la conciencia y a la coherencia, pues la gravedad del asunto y su progresivo aumento con desastrosas consecuencias, -si no ponemos remedio- lo demanda. Facilitaremos sólo algunos datos (*) (alarmantes, aunque sin intención de alarmar), es sabido que la sobreinformación, la superabundancia de noticias con las que nos encontramos ‘al navegar’, puede ocasionar el efecto contrario, cuanto menos atiborrar y nublar nuestras mentes, a la vez que enredarnos con la de aquellos que revestidos con la autoridad que da la ciencia y el dinero de quien la financia, nos narran las bondades de estos alimentos y productos.
Hablar de transgénicos, supone hacerlo de herbicidas/pesticidas, envenenamiento del planeta (tierra, agua y aire), pérdida de biodiversidad, poblaciones condenadas a la pobreza, decrepitud humana y enfermedades, consumo masivo de medicamentos con sus muchos efectos secundarios y por ello, de la cada vez mayor incapacitación de la gente y del enorme volumen de negocio, traducido a imposibles cantidades con muchos ceros de dinero, porque todo esto, va intrínsecamente unido.
Los transgénicos forman parte del nuevo modelo de agricultura industrial. Son los Organismos Modificados Genéticamente (OMG), nuevos seres vivos creados en laboratorios, que tras millones de años, no existían antes en la naturaleza. Con la Ingeniería Genética y el uso industrial del ADN (moderna Biotecnología), se han manipulado, modificando, intercambiando o inactivando secuencias en los genes o unidades de información hereditaria (rendimiento, color, blandura, sabor…) con un propósito concreto, precisa y rápidamente, aquello que, -al menos los creyentes-, sabemos es perfecto en sí mismo, porque toda la creación en su estado original lo es, mientras que en los procedimientos de mejora tradicional de plantas o animales, la selección de los mejores y los más aptos para una determinada finalidad, ha constituido un lento y laborioso proceso, en el que no siempre se consigue el objetivo.
Los OMG fueron introducidos en la agricultura y alimentación sin estudios, ni pruebas que avalaran su seguridad sobre el medio ambiente y la salud, con justificación filantrópica como no podía ser de otro modo y como todas a las que nos tienen acostumbrados la industria farmacéutica, íntimamente relacionada y vinculada a ésta, porque son los mismos: “en aras de acabar con el hambre en el mundo” y la promesa de “solucionar los problemas de los agricultores”; pero la realidad es que los cultivos modificados genéticamente están haciendo lo contrario y provocando demasiados perjuicios.
Las técnicas de transgénesis (producción de transgénicos) fueron utilizadas por primera vez en 1981 sobre animales y poco después en plantas (con el fin de obtenerse mayor rendimiento en la producción de carne, leche o huevos, resistencia a bacterias, hongos, insectos, herbicidas). Las primeras pruebas con cultivos transgénicos se llevaron a cabo casi de forma simultánea en Francia y Estados Unidos en 1986 con plantas de tabaco; en 1992 se cultivaba en China otra resistente a ciertos virus; en 1993 continuaron por Brasil, con la característica de planta con doble nivel de nicotina.
Un año más tarde se avanza en la obtención de alimentos modificados, cuando la empresa Calgene (hoy integrada en Monsanto) produce y distribuye el tomate denominado Flavr-Savr (o tomate ‘MacGregor’) alterado ya en apariencia, sabor y sobre todo en tiempo -supuesto- de conservación (vitaminas y otros elementos nutritivos se descomponen, el tomate envejece y pierde valor nutritivo, pero dejamos de percibirlo en su aspecto).
Desde 1996 hasta nuestros días, por todas partes, Estados Unidos en cabeza, ha sido continua y progresiva la aparición de marcas de cereales transgénicos; más del 60% de los alimentos procesados de nuestros comercios, contienen ingredientes procedentes de cultivos OMG. Y desde entonces muchísimas miles de pruebas de campo de OMGs se experimentan en todo el mundo, convirtiendo la biosfera entera (y nuestros cuerpos en ella) en un laboratorio de alto riesgo; están sometiendo a la población a peligrosos e involuntarios ensayos a gran escala.
Desde hace milenios, los agricultores han obtenido sus propias semillas por cultivar especies vegetales adaptadas a las características de su entorno. Pero esto es un inconveniente para los grandes productores de semillas, por lo que en malévola maniobra por ellos llamada “tecnología terminator” (cada vez más sofisticada), deciden entorpecer el auto cultivo de las ya existentes, sustituyéndolas por las manipuladas, que han vuelto estériles a las plantas tras la primera y única siembra, de modo que los campesinos están obligados a comprar cada año sus patentadas semillas.
Además son más caras que las tradicionales por dar cosechas “más productivas”, pero a través de otras estrategias y mecanismos políticos, los agricultores acaban en algunos casos, teniendo que compartir sus beneficios procedentes del incremento de productividad con la empresa biotecnológica…
Todo un círculo más que perverso, que aún va y puede ir más allá, las mismas multinacionales, en ocasiones arrebatan esas tierras de cultivos de subsistencia a sus empobrecidos propietarios y las dedican a cultivos para el mercado mundial, lo que está provocando paulatinos genocidios.
Hablar de transgénicos igualmente, supone hacerlo de “Monsanto”: el gigante de la biotecnología, siniestra empresa de la industria farmacéutica y agroquímica. Fundada en EE.UU. (1901), cuyo primer producto fue la Sacarina (incluida con posterioridad entre los cancerígenos) y edulcorantes para la “Coca-Cola”. Fabricante del conocido, muy tóxico y nocivo insecticida DDT, se expande a la química industrial y fabrica plásticos, resinas, fibras sintéticas, papel y cuero.
Principal fabricante del herbicida “Agente Naranja” utilizado en la guerra de Vietnam por cuya causa 400.000 personas fueron asesinadas y mutiladas, 500.000 niños nacieron con defectos y 1 Millón quedaron discapacitadas y con problemas de salud. A mediados de los 70 comercializa el herbicida “Roundup”, que se convierte en el más vendido del mundo y del que ahora hablaremos.
Participó en la construcción de armas nucleares. Nos ofreció también el Poliestireno, ocupando el 5º puesto entre los químicos que deja más residuos peligrosos (en envases de yogures), las Dioxinas (en multitud de sus productos. Provocadoras de cáncer y debilitadoras del sistema inmunológico) y el Policlorobifenilos (PCB para equipos hidráulicos, condensadores, transformadores eléctricos que daña el medio ambiente, nuestros sistema nervioso, endocrino, produce cáncer…).
Es dueño también del edulcorante Espartamo (presente en los chicles sin azúcar, yogures, refrescos en polvo y bebidas dietéticas) del que el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU. ha declarado que puede provocar 94 tipos de problemas de salud. La lista de químicos continúa (leche de vaca envenenada por la utilización de ellos para su mayor rendimiento -hormona bovina de crecimiento- y otros). Un ejemplo del impacto de la actividad de Monsanto, es la oleada de suicidios de campesinos en la India (debido al fracaso de sus cultivos), país donde la compañía controla el 95% de las semillas de algodón.
Su ‘producto estrella’, el Glisofato, es el principio activo del herbicida no selectivo de amplio espectro, marca “Roundup”, utilizado con demasiada frecuencia para eliminar las denominadas “malas hierbas” en agricultura y jardinería. Primero inventan el glisofato y después desarrollan las plantas modificadas genéticamente que puedan resistirlo; luego ponen en práctica estrategias de aumento de precio de los alimentos no transgénicos para que los países acepten y compren los que ellos venden.
La patente de Monsanto sobre el glifosato expiró en el 2000 (y en la actualidad existe una multitud de productos para uso agrícola y de jardinería que incorporan este principio activo), pero antes, habían asegurado los mercados para su uso, mediante la introducción de semillas de soja, maíz, algodón y colza, específicamente diseñadas para poder tolerarlo, son “las semillas Roundup Ready (RR)” comercializadas desde los 90 en adelante.
El glisofato fue promocionado como “biodegrable”: “se degrada rápidamente en el suelo, no se acumula en aguas subterráneas, no tiene efectos en los organismos y no deja residuos en alimentos”. Ocultándose su alta toxicidad para proteger el desarrollo de los transgénicos y-debido a las mentiras-, se ha vertido por todo el mundo durante unos 40 años. (Como ocurre con otros anunciados ‘ambientalmente benignos’, más o menos tóxicos, pero todos desaconsejables.
Y no cesarán en sus intentos por convencernos de que estos venenos son buenos, porque son demasiados ingresos los que obtienen con sus ventas, a la vez que causando enfermedades, por las que a su vez consiguen pingües beneficio con las ventas de medicamentos).
Entrado el Siglo XXI, Monsanto se dedica en exclusividad a los agrotóxicos y semillas, incorporando el arroz a sus alimentos modificados. En 2006, apareció en los supermercados de todo el mundo arroz manipulado del tipo LL601 y de nuevo fue sin ninguna autorización o control de seguridad alimenticia. El 30% de la producción estadounidense estaba contaminada; actualmente, el LL601 no ha desaparecido y frecuentemente se constata su presencia entre el grano convencional (además de grandes dosis de arsénico, por lo que Suecia desaconsejó darlo a niños el pasado Septiembre).
La variable insecticida Bt 176 introducida en Filipinas sin estudios previos, ni seguimiento posterior de los efectos, ha causado graves alergias y enfermedades en agricultores y consumidores.
Monsanto tiene su sede central en St. Louis (-Missouri-EE.UU.) y representación en 62 países por todo el globo. No perdamos de vista que en su web declaran como principal desafío “cubrir las necesidades actuales y preservar el planeta para el futuro”. Sus ingresos en el 4º trimestre de 2015 superaban los 15.430 Millones de dólares…
Llevan más de un siglo devastando el planeta y con este currículo, ¿aún creen que les importa el ‘bien común’, que estamos en ‘buenas manos’?, ¿que son esos sus desafíos, que consideran nuestros estómagos o nuestras enfermedades?, ¿Que lo que nos venden legalmente en farmacias o supermercados es para curarnos o alimentarnos?…
Pero no es el único: la alemana BAYER gana terreno a Monsanto, a punto de convertirse en el mayor proveedor mundial del sector agrotransgénico. “Glufosinato” es su pesticida, ofertado también en combinación con semillas resistentes al mismo, con el que pretenden competir y responder a la creciente ineficacia contra las “malas hierbas” del Glisofato, de idéntico peligro. (En contra de las previsiones de la industria del ramo, el uso de pesticidas no ha disminuido con la incorporación de plantas manipuladas genéticamente, sino que ha aumentado constantemente).
PIONEER-DUPONT, BASF, DOW, ADVENTIS y SYNGENTA son otros agroconsorcios de la misma calaña.
Sus plantas modificadas incluyen todas las que por milenios han constituido la base alimenticia de los pueblos y otras no menos básicas: maíz, soja, trigo, arroz, cebada, patata, algodón, achicoria, remolacha azucarera, colza, tabaco, tomate, calabacín, calabaza, uva… e incluso árboles como álamos, pinos o eucaliptos (industria papelera).
Y con ellas, todos sus derivados: harinas, aceites, grasas, almidones, proteínas, emulgentes, jarabes, siropes, salsas, sémolas, leche, bebidas, piensos (para animales dedicados al consumo humano -otra vía por la que pasan a la cadena de nutrición- y mascotas -para los que la legislación, incluida el etiquetado es inexistente-).
Entre otras aplicaciones actúales de la manipulación genética están hormonas, antibióticos y fármacos diversos (síntesis de compuestos). Casi todo lo que comemos hoy tiene soja o maíz (o aditivos procedentes): embutido, fiambres, cacao, golosinas, helados, flanes, yogures, bollería, salsas, patatas fritas… (**)
Hay diversos productos como algunos obtenidos a partir del tomate transgénico, que no tienen regulación alguna de “seguridad”. Y que se sepa, más de dos decenas de OMG, una decena de productos alimenticios derivados de OMG y otros ingredientes “esperan” su autorización, con evaluación favorable a su comercialización.
Supera la veintena de animales transgénicos con los que se está experimentando. Los pollos para el consumo (de mayor peso y volumen), están listos también para su comercio, el salmón inmediato y los demás cercanos. Razones: “alimentar a la población al menor costo”, “producir medicamentos o proteínas que ayuden a tratar ciertas enfermedades, convertirlos en posibles “donantes de órganos” y otras parecidas.
(Como muestra, Kentucky Fried Chicken -KFC- ha sido culpado en EE.UU. por varios casos de enfermedades graves debido a la ingesta de comida en sus restaurantes y ya en 2013 se decía que las gallinas que utilizaban eran de este tipo). Saltando de tema, referiremos de soslayo la ‘carne de laboratorio’ que en poco años suministrarán en hamburguesas y en la que andan afanados (no habrá que sacrificar animales)…
Este articulo esta dividido en varias partes, en breve publicaremos aquí el enlace a la siguiente.
(*) [Algunos tomados de los ofrecidos por Greenpeace, de la Cartilla de Divulgación 14 de la Fac.Veterinaria Univ.León y de otros]
(**) Greenpeace elabora la Guía Roja y Verde de Alimentos Transgénicos. Recomendable consultar