Sobre un musulmán que fue ateo

No hay dios. Y no es mentira.

No es rechazar, es decir con verdad.

Pero también os digo con alegría

que no hay dios… sino Allah.

Desde que tengo uso de razón, si la memoria no me falla, hasta hace pocos años he observado el mundo desde la misma perspectiva. En mi círculo familiar y personal los temas de conversación solían ser los mismos: la política, la economía, la guerra, la inanición, la injusticia. Como es natural, no podía imaginar mi propia vida como un organismo independiente de todo aquello; me veía totalmente implicado en esa realidad y me sentía en la obligación de hacer algo al respecto, por lo menos quejarme o hacer notar mi disconformidad. Entre tanto alboroto no faltó el encuentro fortuito con algún religioso, la guindilla del pastel… ¿Cómo puedes hablarme de la piedad de dios en un mundo manchado de sangre, plagado de muerte y contaminado por la tiranía? ¿Cómo pretendes qué crea en su existencia si aparentemente es sordo, mudo y además indiferente? ¿Acaso me dices que en lugar de preocuparme por la situación mundial, debería ocuparme en alabar a ese mito?

Yo no estaba dispuesto y, a lo mejor, porque me he desarrollado en un ambiente completamente religioso, decidí emprender mi camino en el sentido opuesto. Claramente la solución no era creer, sino hacer. Mi conclusión en esos tiempos fue que la religión era la morfina que adormecía a las masas, la respuesta menos elaborada ante cualquier pregunta existencial, el mayor estancamiento que impide el desarrollo científico y la evolución de la mente. Finalmente, la aberración demencial que incomprensiblemente ha conseguido adoctrinar a un puñado de pobres ilusos.

Revisando ese pasado, aunque mi punto de vista ha cambiado notablemente, puedo comprender mi antiguo rechazo a todo lo relacionado con las palabras “religión”, “dogma” y “fe”. Teniendo en cuenta que normalmente asociamos todas las cosas a nuestro propio entendimiento, simplemente no creemos en lo que no podemos entender. Y si además se nos oculta el conocimiento, bloqueando el entendimiento, y se nos pide a cambio creer y callar, el resultado puede ser o un creyente conforme o un ateo más.

Con estas ideas en la mente tuve la dicha de conocer a un musulmán, la prueba viviente de que la paciencia y la serenidad son más prácticas que la ansiedad y la furia. Yo no podía comprender de dónde salía tanta tranquilidad, ni cómo alguien podía enfrentarse a la vida y recibir golpes tan duros sin titubear en ningún momento. Claramente ese hombre tenía algo que yo no conocía, tal vez algo que rechacé desde el principio. Decidí comprobarlo, (si es verdad) que el conocimiento está disponible para todo aquel que esté dispuesto a encontrarlo. Y fue así que me incursioné en el Din del Islam.

El Din del Islam es un estilo de vida completo. Contempla no solamente la adoración al Ser Supremo, sino que también se ocupa de las necesidades de la gente, motiva el desarrollo intelectual y ofrece recursos para incrementar en conocimiento. No abroga la ciencia, sino que la estimula como recurso para favorecer a la humanidad (en este apartado me gustaría aclarar que es imposible demostrar científicamente la existencia de Dios, por el simple hecho de que ese estudio no está contemplado en el campo de la ciencia). También abarca la economía, el comercio y la repartición justa de los bienes. Rechaza el enriquecimiento ilícito y condena la usura. Fomenta la igualdad, no desprecia al necesitado, se esfuerza por mantener la unidad entre las personas, nos conduce a vivir plenamente en este mundo. Es la misericordia manifiesta de Allah, s. w. t. a.

Verdaderamente nos ha tocado vivir en tiempos bastante revueltos; por eso quiero invitar a nuestros lectores a ser felices, a ser libres, a contemplar el mundo con otros ojos, a conocer el Islam. No es mi intención hacer de este espacio un vertedero de moralina, sino más bien usarlo para disolver el tópico de la “fe”, que genera tanto recelo. Fe no es simplemente creer en la existencia de Dios, no es mirar al cielo y esperar. Es dejar de pensar y empezar a hacer; es vivir, recibir, superar, avanzar y agradecer.

Pido a Allah que nos dé un conocimiento útil, que nos conceda apertura para comprender, hacer y desarrollar, y que nos acerque al camino de enmedio. Amin.

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