Sobre los asuntos agrícolas en la Unión Europea

Subvenciones, modernización y desiertos verdes

El rescate de los bancos y otros planes de apoyo a la industria está en boca de todos; tanto, que casi nos olvidamos de que es la agricultura la que ocupa el primer puesto en los gastos del presupuesto de la Unión Europea (alrededor del 40 % aproximadamente). Por supuesto que en este contexto la agricultura no significa apoyo a los agricultores ni la conservación de las zonas rurales. Por supuesto que no. Si hay algo que cuarenta años de Política Agrícola Común (PAC) nos han enseñado, es que allí donde se conceden los fondos de la Unión Europea la vida rural se desvanece.

Por la lógica de la modernización el aumento de la producción agrícola en Europa viene de la mano del aumento de la destrucción dramática del número de campesinos. Han desaparecido por millones, y con frecuencia por suicidio. Las principales regiones productoras de alimentos de Europa Occidental se han convertido en enormes “desiertos verdes” formados por miles de hectáreas de monocultivos, donde las granjas tradicionales en ruinas dan testimonio de la antigua presencia de campesinos y que aparecen como estructuras empequeñecidas al lado de las grandes construcciones y enormes silos de grano que caracterizan a las explotaciones capitalistas.

La desertificación de las zonas rurales no es únicamente visible en Europa y el Medio Oeste de América del Norte, sino que se extiende de forma sistemática siguiendo el rastro de las inversiones financieras extraordinarias generadas por el despliegue del capital usurero en la agricultura: desierto de soja en las plantaciones del cono sudamericano, plantaciones faraónicas para el aceite de palma en Indonesia, monocultivo devastador de algodón en Uzbekistán, el café, que se extiende sobre las tierras limpiadas con napalm en Vietnam, etc.

Es forzoso admitir que al reducir la agricultura a una cuestión de inversiones sujetas a los resultados financieros, la misma agricultura se ha convertido en la principal causa de degradación medioambiental. ¿Insensato? No, simplemente cínico. Estos son los frutos del reino del nihilismo.

Políticos embrutecidos y vacas locas

Los nihilistas dictan, los embrutecidos ejecutan. No se trata de sacar a relucir un sentimiento anti-europeo, ni un rechazo hacia el concepto de la élite política. Nociones estas que se esgrimen a la hora de desacreditar cualquier crítica al sistema político actual. Esta afirmación aparece tras observar detenidamente las políticas agrícolas de la Unión Europea.

Además de que la PAC anunciase la reforma 2014-2020, que no ofrece ninguna mejora para los agricultores (ni equilibra el sistema de distribución de subvenciones, ni ayuda realmente a la protección del medioambiente), la Comisión Europea acaba este año de autorizar, de nuevo, el uso de harinas animales para la alimentación de peces en piscifactorías. Aunque esta autorización esté sometida a restricciones, tanto en la composición de las harinas como en su uso, es incomprensible que tan solo diez años después de su prohibición, tras el escándalo de las vacas locas, nos encontremos en el mismo punto de partida.

Es importante resaltar que tras los estudios realizados y las investigaciones periodísticas que resultaron después del escándalo de las vacas locas, en 2000, se desvelaron los ingredientes de las harinas y piensos que eran usados como alimento para otros animales: rechazos de mataderos, animales bovinos muertos, mascotas muertas recuperadas en desechos de veterinarios… ¡hasta placenta humana!.

En aquel entonces la búsqueda del ahorro en los costes de producción llevó a alimentar a herbívoros con restos triturados de sus congéneres para luego servirlos en nuestros platos, desafiando cualquier consideración ética o de salud pública.

Sin embargo, la Comisión Europea asegura que no volverá a suceder nada parecido, ya que el control será estricto. Sin que todavía hayan pasado al olvido los escándalos de la carne de caballo en la lasaña ni la carne de cerdo en los productos halal, parece que hay razones para dudar de la capacidad de control de los organismos comunitarios. “Pas vu, pas pris”.

Recomendaciones de amigos en los corredores europeos

¿De dónde sacan los líderes europeos estas malas ideas, tan impopulares y perjudiciales? Un paseo por los pasillos de los edificios europeos en Bruselas y Estrasburgo lo aclara. Alrededor de los pocos miles de funcionarios europeos gravitan nubes de lobbistas de todo tipo, verdaderos puentes humanos entre los maestros nihilistas y los ejecutantes políticos. Embrutecidos, los políticos han llegado a esas conclusiones mediante seminarios, cenas y cócteles que se dan en locales de prestigio. Así los grupos de lobby influyen en la mayoría de los informes y las mesas de trabajo donde se estudian decisiones como esta que estamos discutiendo.

Debido a esta situación, los lobbistas tienen una enorme ventaja en contra de la sociedad civil, ya que esta sólo puede reaccionar a los trabajos terminados o en fase final, mientras que ellos actúan sobre los proyectos en desarrollo. Si queremos tener una idea de los próximos textos que generarán alguno de los innumerables organismos burocráticos que forman parte de la Unión Europea (y esto incluso antes de que se escriba), será suficiente leer lo que escriben los grupos de presión sobre el tema.

Desde 2008, la Unión Europea se ha comprometido, a través de su Dirección General de Salud y Consumidores (DG SANCO), a reescribir totalmente el marco legislativo sobre la comercialización de semillas, dentro del contexto del conflicto entre el sector industrial (cuatro empresas dominan el 58% del mercado europeo de semillas) y las organizaciones ciudadanas que han florecido en las últimas dos décadas, a raíz de la renovación de la causa campesina y agro-ecológica, y que promueven la venta y el intercambio de miles de variedades típicas y antiguas de semillas que no figuran en los catálogos oficiales. Ejemplo de esto es el proceso judicial entre la asociación popular francesa Kokopelli ante el gigante de las semillas Semillas Baumaux.

Esta reescritura fortalece aún más el dominio del sector industrial: las semillas deben ser incluidas en un catálogo oficial de semillas, lo que implica un gasto de registro y, por supuesto, garantiza los sacrosantos derechos de propiedad intelectual. Y mientras miles de semillas antiguas se encuentran de facto en la ilegalidad, aparecen en los catálogos oficiales miles de variedades. Las industrias del sector multiplican sus “nuevas variedades” modificando tan solo un gen de la planta. El intercambio de semillas, que es una costumbre antiquísima en Europa, se encuentra también como objetivo de “actividad a ilegalizar”.

Para saber de dónde viene la materia prima que se plasma en los escritos oficiales europeos, basta con visitar las páginas web de los grupos de presión que tienen intereses en la medida en cuestión, en este caso: la Asociación Europea de Semillas (ESA), el Copa-Cogeca y FoodDrinkEurope, industriales de las semillas y de la biotecnología, empresarios agrícolas y agro-industriales…, los sospechosos habituales.

Finalmente, quiero poner sobre aviso a los lectores con respecto al anuncio de Monsanto de hace unos meses, en el que comunicaban que habían cancelado todas sus solicitudes para los cultivos de sus organismos transgénicos en Europa. Lo que Monsanto y compañía no pudieron imponer a los pueblos de Europa en el Parlamento está a punto de volver por medio del Transatlantic Trade and Investment Partnership (TTIP) en la nueva ronda de negociaciones sobre el “libre comercio” que se ha iniciado entre Estados Unidos y Europa. No hay duda de que el rechazo popular a los OGM aparecerá en estas negociaciones como una «barrera no arancelaria» a eliminar, o algo parecido. ¡Aviso a navegantes!

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