Sobre la alimentación ‘halal’

Alimentación halalAllah dice en el Corán:

“¡Oh gentes! Comed de lo que hay en la Tierra, lícito, bueno, y no sigáis los pasos del Shaiṭán, es cierto que él es para vosotros un enemigo declarado” (Sura de la Vaca, 168).

“Y comed de lo que Allah os ha proveído, lícito, bueno; y temed a Allah, en El que vosotros creéis” (Sura de la Mesa Servida, 88).

La comida es una de las evidencias más claras de nuestra dependencia de Allah. Él, en Su sabiduría, nos ha hecho depender de ella como el sustento que necesitamos para vivir. Y como en todos los órdenes de la vida, ha establecido límites.

Dice en la aleya tercera de la Sura de la Mesa Servida:

“Se os prohíbe el animal mortecino, la sangre, la carne de cerdo, la del animal que haya muerto por asfixia, golpe, caída, cornada o devorado por una fiera, a menos que lo degolléis (antes de que muera), y la del animal que haya sido sacrificado sobre altares (ídolos) (…) El que sea obligado por hambre, sin ánimo de transgredir… Ciertamente Allah es Perdonador, Compasivo”.

Y dice en la siguiente aleya:

“Te preguntan qué es lícito para ellos. Di: Las cosas buenas y lo que cacen los animales de presa que hayáis adiestrado para ello, a los que enseñéis parte de lo que Allah os ha enseñado. Comed pues de lo que capturen para vosotros y mencionad el nombre de Allah sobre ello”.

Y en la siguiente:

“Hoy se os hacen lícitas las cosas buenas, y la comida de la gente del Libro es lícita para vosotros y vuestra comida es lícita para ellos”.

Todos los eruditos del Din coinciden en que aquí, la palabra “comida” hace referencia a los sacrificios, es decir, los animales sacrificados por la gente del Libro, que son los judíos y los cristianos. La aleya es clara y la única excepción se refiere a aquello que ellos han hecho lícito siendo ilícito para ellos, como es el caso del cerdo, o aquello que por la forma de matarlo se considera carne mortecina, al no haberse derramado sangre. En cuanto al hecho de mencionar el nombre de Allah, que es una condición general, puesto que Allah dice: “No comáis de aquello sobre lo que no ha sido mencionado el nombre de Allah, pues es una perversión” (Sura de los Rebaños, 121), en el caso de sus sacrificios no es imprescindible, porque aunque ellos mencionaran el nombre de Allah, su concepción de Allah es errónea. Por lo tanto lo que ellos sacrifiquen es lícito para nosotros, ya que el carácter general de la aleya que ordena no comer de aquello sobre lo no ha sido mencionado el nombre de Allah no anula el carácter específico de la aleya que permite comer la comida de la gente del Libro. Otra cosa es que sacrifiquen sin derramar sangre o que se considere que han dejado de ser gente del Libro.

El escrúpulo en la alimentación está legitimado en la Sunna. Se ha transmitido de Sa’d Ibn Abi Waqqaṣ, que Allah esté complacido con él, que dijo: “¡Mensajero de Allah! Le pido a Allah, y no responde mi súplica. Y dijo el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz:

“¡Oh Sa’d! Evita lo ilícito, pues todo estómago en el que hay un bocado de ilícito, su súplica no será respondida durante cuarenta días”.

En una época en la que los alimentos no estaban contaminados y eran naturalmente buenos, bastaba con las indicaciones contenidas en el Corán y la Sunna acerca de no comer ni beber en exceso, como en el conocido ḥadiz en el que el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, dijo: “No llena el hijo de Adam un recipiente peor que su estómago”. Pero además de eso, que es esencial, en nuestra época, debido al deterioro que han sufrido los alimentos, tenemos que considerar con atención especial la calidad de los mismos.

Las aleyas mencionadas al principio hablan de lícito y bueno. Bueno, además de ser sinónimo de lícito en este contexto, tiene el sentido de agradable y beneficioso, implicando a la vez que procede de una provisión lícita.

A modo de ejemplo me viene el caso de los pollos hacinados en pequeñas jaulas, con la luz encendida constantemente para que no dejen de comer y crezcan más rápido, sometidos a la ingesta de sustancias que garantizan su supervivencia en esas condiciones. Tales pollos están por todas partes y en su versión “halal” son consumidos  en cantidades ingentes por la población musulmana sin ninguna preocupación. Cualquiera que compare un pollo de corral, criado en libertad y alimentado adecuadamente, notará la diferencia, que es tanta que casi parecen dos animales distintos. De esos pollos criados en naves, podremos decir, si son sacrificados correctamente, que son técnicamente halal, pero no está tan claro que sean buenos.

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Lo mismo podríamos decir de algo tan básico como el pan, que tradicionalmente ha sido un alimento básico y que no es en absoluto lo que era. Al mismo tiempo hemos de  tener en cuenta, en nuestra relación con la comida, si aquello con lo que la adquirimos procede de una provisión halal o no.

Ni que decir tiene que los famosos sellos “halal” forman parte de un elemento que pertenece al mundo de intereses de la economía moderna. Y sin dudar de la buena voluntad de los que están implicados en ello, el hecho es que se trata de asegurarse el consumo de tales productos por parte de una población que tranquiliza su conciencia consumiéndolos.

Pero más allá de la crítica, el propósito de esta afirmación es llamar la atención sobre elementos que se nos están olvidando. La responsabilidad de comer alimentos lícitos es personal, y en al acto de sacrificar hay un reconocimiento de que es Allah el que te permite hacerlo y lo haces en Su nombre, lo que implica que te sometes a Aquel que ha sometido para ti ese animal. Hemos pasado de una sociedad en la que la gente sacrificaba sus propios animales a una sociedad  en la que es casi imposible que alguien sacrifique por su cuenta. Hemos pasado de la confianza natural en quien te ofrece la comida a exigir un certificado que así lo corrobore.

Podemos decir que son circunstancias que nos han sido impuestas en las sociedades en las que vivimos, en particular si somos musulmanes que vivimos en países en los que no somos mayoría; pero es necesario aspirar activamente a una situación en la que los animales sean criados de una manera sana, sacrificados correctamente y vendidos en mercados sujetos a las normas del comercio lícito. Una sociedad en la que la gente adquiera los medios para su sustento y lleve a cabo sus transacciones de una forma lícita. Todo lo cual necesita el restablecimiento del principio de autoridad entre los musulmanes y una manera diferente de organizarse basada en él.

Nuestro escrúpulo por obedecer a Allah en los límites alimentarios debe incluir necesariamente la búsqueda de la calidad en los alimentos y la limpieza de nuestra provisión, siendo conscientes de que esto forma parte del agradecimiento a Allah por los dones con los que nos provee.

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