Sobre esgrima

La esgrima es un arte, un arte marcial. Es el perfeccionamiento del instinto innato del ser humano de agarrar un objeto afilado para su defensa hasta la elegante y compleja utilización de técnicas realizas en el tiempo y la distancia perfecta.

A día de hoy, la esgrima más comúnmente conocida y extendida es la modalidad olímpica de esgrima deportiva. Como su propio nombre indica se trata de un deporte, un deporte muy reglamentado cuyo objetivo principal es ganar. Esto significa casi automáticamente la pérdida de ciertos valores intrínsecos del arte tanto a nivel técnico como espiritual; pasamos de un arte de combate, guerra y duelo al de dos individuos cubiertos de cables persiguiendo que su luz se encienda. Aun así, la modalidad deportiva sigue manteniendo parte de la esencia marcial de su origen: en lo físico, lo técnico y lo estratégico. Es por eso que muchos la consideren el ajedrez del deporte.

La práctica de este arte requiere disciplina, paciencia, constancia y autocontrol, cualidades indispensables para cualquier persona que intente avanzar y profundizar en su aprendizaje.

Aun así, y a pesar de lo perseguido, penado y mal visto que están en el reglamento y la práctica de la esgrima deportiva las acciones, digamos, poco éticas e innobles, como tirador y árbitro, he experimentado y visto, tanto en mí mismo como en otros tiradores, lo difícil que es contenerse, guardar las formas y respetar a jueces y oponentes en situaciones de frustración. El lanzamiento del arma o la careta y el increpar al árbitro por parte de los propios tiradores, entrenadores e, incluso, familiares, por desgracia, es frecuente. Pero aun siendo conscientes de ese lado negativo, en parte achacado a la competitividad y escasez de valores en nuestra sociedad actual, y al ensalzamiento generalizado del pillo y del listillo, es innegable afirmar, y ver, las muchas características loables y caballerescas que este noble arte aún conserva.

¿Por qué la esgrima? Porque además del ejercicio físico y la tonificación muscular que el arte en sí conlleva, su práctica correctamente guiada nos sumerge en un camino paralelo que va más allá del aprendizaje y automatización de movimientos y técnicas; es la búsqueda de la excelencia del carácter, la tremendamente difícil empresa que es reconocer que has sido tocado en lo más intenso del asalto aunque ello signifique perderlo.

Esto no significa que sujetar una espada y hacer movimientos de esgrima te convierta automáticamente, como por arte de magia, en un individuo de carácter excelente, o que todos los esgrimistas sean nobles y honrados; pero sí que la práctica de este arte, para aquel que realmente anhele su esencia, lleva, intrínsecamente ligado, la búsqueda de la perfección de carácter, la potenciación de las cualidades individuales, la templanza, la lucha constante de mejora diaria, la paciencia en la adversidad y el sobreponerse a ella, la valentía, el respeto a uno mismo y al rival y una cierta dosis de humildad.

Es un camino apasionante para todo aquel que lo tome con fuerza e interés, es la guinda del pastel, es una conexión directa con el noble uso de la espada, maestría que nuestro amado Profeta Muhammad (S. A. W. S.) practicaba y dominaba, así como sus nobles Compañeros.

Qué mejor dawa hacia muchos hombres y mujeres de nuestros días que encontrarse con un grupo de musulmanes practicando este arte con fuerza, elegancia y honor, en su estado puro, elevándolo de nuevo, e incluso más allá, al lugar que merece en la Europa que ha de venir.

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