Sidi Tuhfa, Fray Anselm Turmeda, un franciscano converso al Islam

Quien emigre en el camino de Allah encontrará en la Tierra

muchos lugares donde refugiarse y holgura.

(Corán Sura de las Mujeres, 100)

 

La shahada, Túnez, siendo emir Abul Abbas Ahmad.

En la misma tierra que cursó sus primeros estudios y tenía su casa natal el notable pensador, adelantado de su tiempo, Ibn Jaldún, dio testimonio de la unicidad del Creador y del último Mensajero, que Allah bendiga y de paz, como enviado divino nuestro insigne hermano Anselm Turmeda.

Contactó con el médico de palacio y consejero del sultán, hombre próximo a este y con capacidad para traducirle, Sidi Yusuf Al-Tabib, para que trasladara al sultán su deseo de pronunciar el testimonio de fe y tomar Islam como norma de vida. El sultán concedió audiencia a Fray Anselm y, ayudado por su médico, se interesó por datos de su vida y estudios. Después dio su consentimiento y como regalo por su valentía y desprendimiento le obsequió con cincuenta dinares de oro. Fray Anselm, conocedor de lo que supondría en el orbe cristiano su conversión, dijo al médico: “Di a nuestro soberano que nadie sale de su religión sin que los suyos alcen la voz contra él y lo calumnien”. Suplicó que llamaran a los soldados y comerciantes más dignos y les interrogaran sobre la opinión que tenían de él. Accedió el sultán y cuando los tuvo en su presencia les preguntó: “¿Qué me decís de este nuevo sacerdote que llegó en tal barco?”. Respondieron: “Señor, este es un gran sabio de nuestra religión. Nuestros doctores llegan a decir que no han visto una autoridad más alta en ciencia y religión en toda la cristiandad”. ¿Y qué diríais si se hiciese musulmán?”. “Dios nos libre de esto, no lo hará nunca”, respondieron. Entonces, el sultán, en presencia de todos, llamó a Fray Anselm, que pronunció la Shahada: “Ashahadu an la illaha illa Allah, ashhadu anna Muhammadan Rasululah”.

Y por un instante el cosmos se detuvo para dar testimonio de esta verdad, y una verdadera conmoción sacudió el Mediterráneo cuando esta noticia se propagó. Papas y reyes mandaron emisarios con prebendas de todo tipo para que se retractara, pero Abdellah Abu Muhámmad At-Taryumán murió musulmán. Que Allah lo tenga en Su Misericordia.

Su conversión al Islam no supuso el abandono de su lengua y cultura vernácula, el catalán. Escribió varias obras en esta lengua: Libre de bons amonestaments, Cobles de la divisió del regne de Mallorca y Disputa de l´ase, entre otras, por lo que ha sido honrado como uno de los primeros literatos en lengua catalana, a la misma altura que Ramón Llul. Como afirma en un estudio sobre su obra Julio Samsó, él había dejado pistas sobre su situación pero no lo había declarado explícitamente; en el Libre de bons amonestaments dice: “Libre compost en tunis per frere Anselm Turmeda en altre manera appellet Abdallá”. Fue estudiado durante siglos separado de esta condición de converso, pero desde finales del siglo XIX, en que La Tuhfa es traducida al francés, y su primera biografía publicada en España en 1914 por A. Calvet, un aluvión de estudios han venido a crear un gran aparato dialéctico para oscurecer su aportación bajo el lema de la objetividad. Sigue siendo denostado en pleno siglo XXI, como lo menciona el aspirante a neocons, Serafín Fanjul, en un escrito de FAES, 2009, como ejemplo de musulmán radical, o tratado de ocultar bajo esa mentalidad clerical que parecen no abandonar los intelectuales españoles de servicio a la sede romana (Salamanca, 2014). Otro ejemplo de esta actitud fue la que se tuvo en España con la tesis doctoral de nuestro amigo D. Mikel de Epalza, que en paz descanse, sobre La Tuhfa de Sidi Abdellah, que hubo de ser editada en Italia en 1971 después de ser presentada en 1967. Solo veintisiete años después, en 1994, la editorial Hiperión la puso al alcance del público de habla hispana; siendo este estudio uno de los más completos y veraces hasta ahora realizados. De ella, D. Mikel expresa: “La Tuhfa es una obra enteramente musulmana en la que no se encuentra casi ningún rasgo de racionalismo, sino una fe musulmana normal” (pág. 33, edición 1994).

Es evidente que sin esta obra el vórtice de energía que se despertó desde su conversión y que ha llegado a nuestros días no se hubiera producido. Su título original, Tuhfat al-arib fi al-radd ´ala ahl al-salib; traducido: ‘Regalo del letrado para refutar a los partidarios de la cruz’. Hemos de decir desde la comprensión de participar de circunstancias parecidas a las de Sidi Abdellah, y es algo que los arabistas no han visto, es que al decir “los partidarios de la cruz” no se estaba refiriendo a los cristianos en general, sino a aquellos que han aceptado esto que los musulmanes sabemos que nunca sucedió: la muerte en la cruz del profeta ´Isa, Jesús de Nazaret. En su obra, Sidi Abdellah, afirma al Islam como Din al Haqq, refuta la naturaleza divina de Jesús, la paz con él, deja constancia de la falsificación de las escrituras y las contradicciones de los cuatro evangelistas aceptados por la Iglesia y afirma el carácter profético de Muhámmad, que Allah le bendiga y dé paz.

El Paráclito, una verdad por descubrir.

Anselm Turmeda nació en la ciudad de Mallorca (1352), siendo educado como cristiano desde los seis años, cuando su padre lo puso a estudiar el Evangelio, su lengua y lógica. De joven viajó a Lérida, el mayor centro de estudios de la zona catalana, estudiando ciencias naturales (quadrivium), aritmética, geometría, música y astronomía durante seis años. Se trasladó a Bolonia y vistió el manto, que es el hábito de Dios, junto a 1000 estudiantes, y esto lo hacen todos aunque sean hijos de grandes dignatarios o reyes.

Vivió con Nicolau Fratello, una eminencia, cuyos consejos y bendiciones eran requeridos por grandes personajes, que en agradecimiento le otorgaban ostentosos regalos. Con él estudió los principios de la religión cristiana y las sentencias. Lo sirvió durante diez años, siendo de su absoluta confianza. Un día que por enfermedad no pudo asistir a una reunión de doctores, envió a fray Anselm. A su vuelta le preguntó sobre el contenido y Anselm le relató lo acontecido y que la discusión se había basado en la frase de Jesús, sobre él la paz: “Vendrá después de mí un profeta llamado el Paráclito”. Cuando oyó todo lo dicho, dijo: “La verdad es muy distinta de esto”. Fray Anselm cuenta que se echó a sus pies y le pidió que le desvelara este conocimiento. El viejo maestro le dijo llorando: “Si te lo digo y lo desvelas, el pueblo cristiano te matará al instante”. Después de haber hecho promesa de no desvelarlo, el maestro le dijo: “Has de saber, hijo mío, que el Paráclito es uno de los nombres del profeta de ellos, Muhámmad, que Allah le bendiga y dé paz”. Después de esta transmisión el maestro le recomendó que entrara al Islam y se excusó por edad y posición de no hacerlo él también.

Regresó a Mallorca, pasó seis meses en la isla, de donde partió hacia Sicilia y de allí a Túnez, donde fue muy bien recibido por la tropa cristiana que servía como mercenaria al emir Abul Abbas.

Después de su conversión el sultán le dio un puesto de confianza en el puerto, como traductor, llegando a alcaide del mar en la aduana de Túnez. Murió en esa tierra (1430) y aún es recordado como “Sidi Tohfa” por las gentes tunecinas. Que Allah le reserve un lugar elevado por su esfuerzo con la pluma.

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