Roma en la obra de Mommsen

Basándome en la obra de Theodor Mommsen sobre la historia de Roma, voy a tratar de sintetizar cómo contempla este autor la fundación y desarrollo de la Roma que habría de perdurar 2.200 años (750 a. c. – 1450 d. c.) hasta la caída definitiva de Bizancio (Estambul) en manos de los musulmanes.

En Roma, el interés general prevalece sobre el individuo; sólo deseaban y honraban las acciones útiles a la comunidad. El trabajo y el esfuerzo era la base de la existencia; la austeridad, la virtud; querer vivir de un modo diferente a los demás significaba ser un mal ciudadano. En definitiva, el Estado lo era todo, y el único pensamiento elevado permitido era su engrandecimiento.

Tanto en Roma como en Grecia, el elemento patriarcal tenían los mismos fundamentos. El régimen conyugal estaba basado en unas estrictas reglas de honestidad y ley moral.

La fundación de Roma se debió, al principio, a la unión de tres tribus. Estas tribus, o comunidades de familias, formaron el embrión de la Ciudad. Tenían una lengua común, los mismos usos y costumbres, santuarios comunes y un sentido político de asistirse los unos a los otros con justicia y ley igual.

Se establecieron un fórum, donde se reunían en asambleas las diferentes familias; un mercado, donde se ponían a la venta sus productos, y los templos de culto, donde los augures determinaban la idoneidad de los actos a emprender.

La fusión completa y uniformidad de derechos no se verificó sino con el tiempo, desarrollándose las costumbres urbanas y creándose alianzas compactas y definitivas entre las diversas familias.

La familia estaba compuesta por un hombre libre, a quien la muerte de su padre le hacía dueño de sus derechos; su esposa legítima, casada por un sacerdote; sus hijos, los hijos de sus hijos y sus esposas legítimas. Estos eran todos los bienes que cada uno podía poseer. Esto era en Roma la unidad doméstica, base del orden social.

Poseer una casa e hijos era la esencia de la vida y se buscaba por todos los medios tener descendencia legítima.

En la casa familiar estaban sometidos a la autoridad del patricio, quien tenía el derecho (y deber) de justicia, y no el rey. Sólo con la muerte del padre de familia (patricio), los hijos quedaban libres y asumían el mismo poder con sus respectivas familias.

Concentrada alrededor del jefe de familia, se formaba un conjunto de diversas casas procedentes del abuelo común que se extendía sobre otras personas, los clientes, o protegidos, figura muy importante en el futuro de Roma. Resumiendo, la ciudad (que no ciudadanía) estaba compuesta por patricios con sus esclavos y clientes, todos, excepto los patricios, sin ningún derecho de ciudadanía.

La clientela eran todos aquellos que no tenían derecho de ciudad, sólo gozaban en Roma de una libertad tutelada por el protectorado de un patricio. Los clientes eran individuos o familias emigrados de otras ciudades de fuera de Roma que eran protegidos de un patricio por diversos motivos e intereses. Los clientes no eran totalmente libres, pero podían tener su propia fortuna y disponer de ella; pero, para asuntos legales de compra-venta y demás asuntos sociales, era el patricio el que quien los representaba y tutelaba.

Así, el rey tenía todos los atributos del padre de familia, y así como el patricio, para asuntos importantes, se asesoraba por un consejo de familia, el rey se asesoraba por un consejo de ancianos, que sería el embrión del Senado.

El consejo de ancianos, o Senado, estaba formado por los jefes de familia o gens, pero no lo elegía el rey. También era un cargo vitalicio, como los padres.

El reclutamiento y los impuestos se distribuían y sacaban por “curias”, y por “curias” era también como los ciudadanos se reunían y votaban.

Según Roma se fue extendiendo y asimilando ciudades, pueblos y tierras vecinas fue aumentando enormemente su población. Las cargas del servicio militar y los trabajos en la ciudad sólo recaían sobre los fundadores, y, aunque hubo pocas familias que por su rango en otra ciudad fueron admitidas como ciudadanos de pleno derecho -el caso de la familia Apio Claudio, que jugará un importante papel en la historia-, la inmensa mayoría pasaría a engrosar la clientela del rey.

Y así se formó una nueva clase de habitantes, una nueva comunidad de ciudadanos (sin ciudadanía) romanos que se denominó la “plebe”, y que surgió de las clientelas.

Fue en el año 579 a. c. cuando las reformas de Servio Tulio (6º rey) a instancias de los patricios, y no de la plebe, que se les empieza a imponer deberes de servir en el ejército y contribuir con los eventuales impuestos. De aquí a conferirles derechos de ciudadanos faltaba mucho.

Tanto antes como después de la reforma de Servio Tulio, la asamblea de las Curias fue siempre la verdadera y legítima asamblea de ciudadanos y sólo en ésta continuó el pueblo prestando al rey el homenaje que le confería el poder supremo.

La ciudad romana era libre, donde el pueblo sabía obedecer a su rey o magistrado y marcaba todos sus actos con su personalidad estoica. Su voto sabio, preciso y regular en la Asamblea de las Curias era asombroso.

La fuerza del pueblo había pasado a la plebe, que contaba en sus filas con gran número de hombres notables y ricos que fueron admitidos en las Curias.

La plebe todavía no tenía igualdad completa; sólo los antiguos ciudadanos seguían teniendo acceso a las funciones civiles y sacerdotales y disfrutaban de los terrenos públicos y de pastos.

La idea vigorosa de unidad y del interés público hacía que las reformas y revoluciones en Roma nunca atacasen al derecho supremo del Estado ni jamás pretendieron privarlo de sus representantes verdaderos y necesarios, es decir, no pretendían la limitación de los poderes del Estado y jamás olvidaron que el pueblo en vez de reinar debía ser regido.

La República se fundaría en el 509 a. c. En la época que hemos narrado, Grecia estaba en su plenitud. Corinto era la primera potencia marítima del Mediterráneo; los fenicios se habían establecido en Cartago y ya se habían aliado con los etruscos para expulsar a los griegos focenses de Córcega.

En Roma, mientras tanto, se estaba incubando el huevo del que surgirá el águila que portarían las legiones romanas que dominarían el mundo conocido.

 

 

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