«Los chinos nos ofrecen cosas concretas, en occidente, valores intangibles. Pero, ¿para qué sirve la transparencia y el buen gobierno si la gente no tiene ni electricidad ni trabajo? La democracia no se come.»
Serge Mombouli, Consejero de presidencia del Congo.
En 1980 el Banco Mundial afirmó que el siglo XXI sería el siglo asiático. Efectivamente, en este caso, no se equivocó y podemos afirmar que se ha producido el ascenso de Asia. China e India son dos grandes potencias de la economía mundial, a las cuales Japón observa con cautela desde el otro lado del océano. Países como Japón, China, India o Corea son las grandes potencias de Asia, pero no hay que olvidar países como Taiwán, que son igual de importantes aunque tengan un territorio más reducido, pero no por ello menos prósperos. Paralelamente, tenemos a EE.UU como principal competencia para Asia.
El ascenso de Asia está muy identificado con el ascenso de China: es un fenómeno calificado de novedoso pero que en realidad ya lleva décadas en marcha. Este fenómeno forma parte de un cambio en las relaciones internacionales, y en concreto, en la estructura del poder. En primer lugar, encontramos que nos dirigimos a un mundo postoccidental en el que Occidente ya no es el centro del mundo y que, por lo tanto, supone un giro geográfico. En segundo lugar, también hay un cambio que refleja el ascenso de los BRICS del norte hacía el sur. Y finalmente, hay un giro estructural que es consecuencia del fin de la guerra fría, que supuso el fin de la bipolaridad. Ahora podemos hablar de un mundo en el que reina la multipolaridad. Los países asiáticos son países que tienen una concepción distinta a la europea de lo que significa el multilateralismo para gestionar las relaciones internacionales, y podemos afirmar que sus formas son más parecidas a las de EE.UU. Sobre todo tienen una versión muy aferrada a la soberanía nacional o al principio de no injerencia en asuntos internos, y, de ahí, su visión de la democracia o los derechos humanos.
Asia mantiene buenas relaciones con África y los gobiernos de ésta. China está en África por negocios, pero como ella todo el mundo ha usurpado en algún momento. No olvidemos que Los países no tienen amigos, sino intereses. Como aspecto negativo podemos destacar que se habla de una nueva colonización, ya que los países asiáticos compran materias primas de África o América latina y exportan productos manufacturados. Todo esto tiene que ver con la destrucción de las pequeñas empresas que hay en países de África o Latinoamérica, pero lo cierto es que vivimos en un sistema capitalista, en un mundo globalizado y en competencia continua. Desde Occidente el ascenso de Asia se ve con temor: por un lado podría ser una amenaza, por otro lado un reto o posiblemente una oportunidad de inversión y crecimiento. A Occidente le preocupa la competencia, y China (principal representante de la economía asiática) es la fábrica del mundo porque lo vende todo. No obstante, también existe una competencia en términos normativos, es decir, los conceptos de democracia, derechos humanos, los valores y las normas, varían su significado aunque Occidente tampoco es que pueda enorgullecerse de los “sistemas democráticos” que tiene. Además, las instituciones del sistema internacional que han sido construidas desde Occidente y pensadas para Occidente, se pueden ver cuestionados por el ascenso de Asia.
Son muchas las críticas que Occidente tiene sobre China como, por ejemplo, que vende armas a países que están embargados por la ONU, y, a ser sinceros, no es el único país que lo hace, ya que los cinco mayores exportadores de armas son también miembros del consejo de seguridad de la ONU. Otra critica sería que China tiene un impacto muy importante sobre los llamados bienes públicos; estos países asiáticos necesitan vastos recursos energéticos y esto lleva a que exista un problema grave de seguridad energética. Se les ve como los grandes depredadores de recursos de este siglo, pero es cierto que se generan consecuencias relacionadas con los impactos sobre la biodiversidad y el ecosistema.
Como aspecto positivo se puede destacar la gran independencia que ha surgido respecto a occidente y que, gracias a Asia, África se resitúa en el mapa mundial. China y África mantienen relaciones diplomáticas al margen de occidente y es obvio que la UE no se ha interesado por África hasta que China ha llegado de nuevo a ella. Occidente explotó, se aprovechó y saqueó África, y ahora que aquellos que fueron colonizados ven nuevos horizontes, occidente teme. ¿Es que este mundo ha sido construido solo para que gocen de él unos pocos? ¿Acaso solo Occidente tiene el derecho de prosperar y considerarse democrático? Estableciendo un orden de intereses podemos afirmar que China lleva dinero a África mediante la construcción de carreteras para favorecer su exportación y, por ende, África necesita prosperidad e infraestructuras que, al mismo tiempo, faciliten que sus habitantes gocen de un trabajo. Por ahora hay un crecimiento notable del PIB en África, pero esto no significa igualdad distributiva, ni crecimiento.
En mi último viaje a Marruecos me he percatado de cómo han aumentado los pequeños empresarios que tienen negocios relacionados con el mundo de la moda y que se dedican a hacer proyectos en Shanghái. Es decir, compran tela marroquí, se cose en Shanghái y el diseño es exactamente el de los países del golfo, pero, eso sí, a un bajo precio. Sin hablar de los bazares chinos en Marruecos, que también están en auge.
Definitivamente, en Asia están más aferrados al poder militar, al poder económico en términos de sanciones y no tanto a esa fórmula que defiende la UE de potencia civil o normativa. De todos modos este no deja de ser un mensaje que todavía no ha sido asimilado por los asiáticos y, asimismo, Asia sigue siendo la asignatura pendiente y desconocida para casi todo el mundo, en especial, para los occidentales.