Me pregunto si dentro de unos siglos nuestra sociedad será considerada como una sociedad injusta y totalitaria, y nuestra época como una de las más lúgubres y oscuras de la historia, algo así como una segunda Edad Media pintada con otros colores.
Quizá en los libros de historia se escriba algo así: «Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo entero se unificó bajó una misma religión: la Economía, con EE. UU. y su enfoque comercial de todas las cosas, a la cabeza. Cualquier transacción humana estaba basada en el dinero, y casi cualquier proyecto, ya fuese particular o colectivo, tenía un propósito económico.
Todo tenía un potencial económico, y no había límites morales respecto a cuánto beneficio se podía sacar. Por un lado, los clérigos y los sabios de esta religión (que eran los banqueros y los expertos) tenían el conocimiento para entender y manipular la clave del asunto: el dinero, y por consiguiente la deuda. Podían crear dinero a partir de la nada, podían comprar y vender deuda, y podían especular y predecir sobre el futuro de la Economía, basándose siempre en números abstractos y cálculos complejos.
Los números eran su Sagrada Escritura, pues solo podían reflejar la verdad; aunque a menudo no se basaban en nada sustancial, sino en meras especulaciones.
Muy pocos eran capaces de entender esta intrincada red de números y cifras. Para el pueblo llano (fiel a este credo) era imposible de comprender. Así que, por otro lado, las masas, confinadas en su ignorancia, no tenían otra opción más que aceptar lo que dictaban los que estaban por encima: «Estamos sumergidos en una crisis económica», «Nos estamos recuperando de la crisis»… Los pronunciamientos del clérigo se comunicaban al pueblo mediante la clase política y los medios de comunicación de masas, mientras los magnates se quedaban sentados en sus bancos o gritando en los mercados de valores (los templos). Ambos grupos (medios de comunicación y políticos) eran acérrimos aliados de la élite financiera mundial.
La libertad del pueblo, su atributo más noble y su deber a los ojos del sistema, era el consumismo. El grado de consumo definía la devoción y el estatus social del individuo. Este consumo a menudo estaba basado en el préstamo con interés; así la deuda seguía creciendo, y la deuda hacía que todo siguiese en movimiento. Tanto individuos como colectivos estaban cada vez más y más endeudados con los bancos.
Así, los banqueros fueron tomando control de la vida de la gente y de la situación y el porvenir de sociedades enteras. Sea como fuere, la gran mayoría de la población permanecía inadvertida de su propia situación, su subyugación al sistema bancario. Las masas tenían una imagen de la realidad que estaba delineada por los medios de comunicación de masas y la propaganda. Los medios y los políticos eran capaces de manipular la verdad y ocultar hechos inadecuados, haciendo uso de una retórica engañosa, un lenguaje ambiguo y una sobredosis de eufemismos.
La gente vivía en una obscura prisión de ignorancia; un nuevo amanecer parecía ser su única salvación…».