¿Quién quiere un refugiado?

Se ha escrito tanto en los últimos meses sobre la crisis de los refugiados de Oriente Medio y África (y de algunas regiones de Asia) que parece que ya no se puede añadir nada más. Desde luego lo que sí se puede es hacer mucho más, y sin duda alguna lo que ya sobran son las meras palabras.

Con todo, quiero decir algo en respuesta a una pregunta que se ha planteado en los medios de comunicación y que determinados políticos occidentales están usando a su capricho. La pregunta es: “¿Por qué no se hacen cargo de estos refugiados los países árabes y musulmanes, especialmente los países árabes que son muy ricos?”.

Esa pregunta tiene respuesta, y tiene varias vertientes; pero, antes de fijarnos en ellas, quiero compartir con ustedes algo que he visto al abrir hoy una revista económica aquí en Dubái. Había una viñeta, de esas serias, que ocupaba media página, cuando abrí la publicación. El dibujo mostraba a dos personajes poco definidos, en la sombra, detrás de una valla con alambre de púas en un paisaje desolado. El hijo le pregunta al padre: “¿A dónde vamos papá?”. El padre le responde algo así como: “Estamos intentando llegar a uno de los países que ganan dinero vendiendo armamento a los ejércitos que están luchando por apoderarse de nuestro país, los que han destruido nuestra vida y nos han dejado sin hogar…, razón por la cual estamos buscando un lugar donde vivir”.

El dibujante había capturado en una sola imagen la misma esencia del asunto, y al mismo tiempo había ilustrado uno de los puntos que quiero resaltar en este artículo. La clave es que si tú decides, por las razones que puedas tener, destruir el hogar de otra persona que no tiene, ni ha hecho, nada contra ti (excepto lo que tú habías inventado y difundido entre sus vecinos para justificar tu destrucción de su casa), entonces, indudablemente, la responsabilidad de ocuparse de la familia que se ha quedado sin hogar es tuya. No es la responsabilidad de los de la calle de al lado simplemente porque vivan cerca de la casa que tú has destruido o tengan algo en común con los desplazados, como el color de piel o la religión.

En base a esta premisa, le corresponde primero a los Estadios Unidos y, en segundo lugar, a los otros países que han respaldado las invasiones y desestabilizaciones de los países de Oriente Medio hacerse cargo de los refugiados que ellos han creado. Es claro que América no lo va a hacer, ni estos otros países, a menos que algún otro factor les obligue. El primer ministro británico ha tenido uno de sus peores deslices verbales cuando anunció que iba a “comprometerse” a recibir 20 000 refugiados en un periodo de cuatro a cinco años. No sólo es ese número una gota en un océano, sino que con toda seguridad nunca se va a cumplir el compromiso, porque las situaciones cambiarán una y otra vez, o bien se cumplirá pero sin tener nada que ver con las necesidades de los refugiados. Gran Bretaña se quedará con los individuos más cualificados y que más le gusten después de pasar por el tamiz las enormes cantidades de refugiados disponibles. Ese proceso ya viene ocurriendo de todas formas, y no lo hacen por ayudar a esa gente, sino para obtener sus cualificaciones profesionales, que ya están listas y disponibles, que son necesarias para que la economía funcione y para compensar las bajas cuotas de rendimiento de los indígenas que no contribuyen pero a los que no se puede expulsar a ningún sitio por ser de la etnia nacional. Al absorber selectivamente únicamente a médicos, ingenieros, científicos y técnicos con experiencia, el problema en el país de origen no mejora, sino que empeora.

Algo parecido se puede decir acerca de la mayoría de los demás países que están aceptando refugiados, o “migrantes”, como les gusta llamarles, una palabra más suave que le quita la desagradable alusión a la causa de su busca de refugio.

En mi opinión, ese es, de modo abrumador, el argumento más poderoso de por qué Occidente tiene la responsabilidad de hacerse cargo de estas criaturas que lo han perdido todo, y no pasarle el problema a otro. Suena muy sagaz apuntar con el dedo a los países del Golfo, por ejemplo, con la mucha envidia que se les tiene por la enorme riqueza de sus recursos naturales. Pero sólo se puede hacer obviando el hecho de que estos países ya acogen a enormes cantidades de personas de otros países, muchos de los cuales son emigrantes económicos que vinieron aquí buscando una oportunidad de ganarse un sustento que no podían encontrar en sus países de origen. Yo mismo soy uno de ellos, créanme, sé de lo que estoy hablando.

En la mayoría de los casos, y desde luego aquí en los Emiratos Árabes Unidos, los residentes extranjeros superan por mucho en número al de los ciudadanos de origen. Añádanle a eso el hecho de que estos países son áridos y únicamente capaces de sostener a sus poblaciones con el uso de mucha tecnología y energía, sirva la desalinización del agua marina como principal ejemplo. No tiene ningún sentido aumentar, de repente, con significativos aluviones de población, estos territorios. Es mucho mejor que países con la posibilidad y la generosidad de sobra conocida para pagar y ayudar al desarrollo en otras regiones, allí donde es adecuado y se necesita, hagan esto, y no el hacerse cargo de recibir refugiados. El dinero que se envía a Siria (una vez que los intereses externos dejen su juego letal y la guerra se detenga) se utilizará para reconstruir allí donde se ha destruido. Eso parece a todas luces mejor que acogerlos aquí en el desierto, darles tiendas de campaña y distribuirles paquetes con comida.

La solución real estriba en la resolución de los desastres políticos de Iraq, Libia, Yemen y sus vecinos en zozobra, como Egipto o Líbano, y sin olvidarse de Palestina. Cualquier estudio inteligente e imparcial de la historia muestra que tales problemas tienen sus raíces en las interferencias e intromisiones imperiales desde fuera, a lo largo de los dos últimos siglos. Llevad la paz a esas regiones, y los refugiados ya no se verán obligados a salir corriendo de sus hogares. Que el dinero despilfarrado en armamento y en ayuda a zonas en crisis se use para reconstruir casas, fábricas, granjas e infraestructuras en esos países y que la gente regrese a sus hogares.

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