Un mundo en dificultades empieza a darse cuenta de la existencia de los súper ricos
¿Alguna vez te has preguntado quién decide lo que vamos a ver en televisión o leer en los periódicos? ¿Qué alimentos nos ofrecen para comprar? ¿Quién decide sobre nuestro sistema económico, es decir, sobre la deuda que pesa sobre nuestros hijos al nacer? La mayoría de las veces ni siquiera nos hacemos estas preguntas, sino que tomamos las cosas como nos las dan, como resultado final de un complicado proceso de la vida moderno-tecnológica. Pero, ¿quiénes son las personas que realmente deciden sobre la burocracia, que pulsan el botón de encendido de la máquina? Hoy en día los líderes políticos de todo el mundo caen o son ridiculizados, son destituidos de sus puestos o a veces incluso asesinados; así que la gente prefiere creer en un gobierno de estructuras anónimas más que en un gobierno de personas individuales que tienen un nombre, un rostro y una meta. En un tiempo en el que la mitad del mundo trata de sobrevivir bajo el nivel de subsistencia, y el resto se divide entre aquellos que aspiran a conseguir un trabajo y los otros, que viven con el temor constante de perder el suyo, la mayoría de la gente no puede imaginar que todavía existan personas que están completamente libres de este tipo de preocupaciones ya que son dueños de las grandes empresas. La mayoría de estas personas han vivido hasta ahora a la sombra del conocimiento público.
Sólo durante los últimos veinte o trinta años, con crisis endémica de la economía capitalista mundial o lo que es lo mismo, la redistribución de la riqueza hacia cada vez menos empresas, algunas personas han comenzado a tomar conciencia de ellos. A la mayoría de propietarios súper ricos de las mega corporaciones del mundo se les han dado diferentes nombres: propietarios mayoritarios, élite de poder, oligarcas, súper ricos, multimillonarios, HNWI (HighNetWorthIndividuals, que disponen libremente de 5 a 30 millones en efectivo de dólares americanos) o incluso Ultra-HNWI (UltraHighNetWorthIndividuals, que disponen libremente de 30 a 500 millones de dólares americanos en efectivo, además de su riqueza en propiedades, tierra, coches, barcos, aviones, etc.), clase capitalista transnacional (TCC, por sus siglas en inglés) o simplemente «el 0.001%» del mundo, la parte superior de la pirámide.
Mientras que los directores ejecutivos de bancos y corporaciones, los deportistas millonarios, los mejores médicos, las estrellas del espectáculo y los políticos pueden ser despedidos o destituidos en su puesto, este grupo de propietarios no. Los propietarios no pueden ser despedidos, sino que son ellos los que deciden quién es despedido y a quién se emplea. Cada crisis les hace más ricos, ya que el sistema de interés capitalista multiplica matemáticamente su riqueza durante la noche. Su verdadera arma de destrucción masiva -el cobro de intereses- provocó que imperios enteros cayeran en los agujeros negros de la riqueza nominal, que chupan todo el capital como un imán en sus remolinos y dejan al resto del mundo en ruinas. Como propietarios de empresas y tierra, disponen de un poder inimaginable e incontrolable. Algunos de ellos no sólo poseen propiedades, yates y aviones privados en los diferentes continentes, sino que tienen también sus propios ejércitos de mercenarios privados, policía privada y servicios secretos. El cambio climático, la disminución de los recursos, el creciente desempleo podrían conducir a un escenario global de conflictos de supervivencia para los más fuertes. Los súper ricos preparan para ellos grupos de expertos, políticas y universidades a través de una clase de empleados a su servicio. Mantienen buenas relaciones con el complejo militar-industrial del mundo.
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En 2012, la revista alemana Der Spiegel publicó una lista que muestra donde viven los multimillonarios del mundo:
1. Moscú: 77 multimillonarios
2. Nueva York: 58 multimillonarios
3. Hong Kong: 40 multimillonarios
4. Londres: 35 multimillonarios
5. Estámbul: 34 multimillonarios
6. Los Ángeles: 25 multimillonarios
7. Bombay: 20 multimillonarios
8. Sao Paulo: 20 multimillonarios
La revista Forbes publica su lista de millonarios del mundo.
http://www.forbes.com/billionaires/
Según Forbes, el nº 1 y el nº 3 de los principales multimillonarios del mundo tienen el español como su lengua materna: el nº 1 es el mexicano Carlos Slim Helu (73 mil millones de dólares americanos, Telecom) y el nº 3 es el español Amancio Ortega (57 mil millones de dólares americanos, Zara). El nº 2 es Bill Gates (57 mil millones de dólares americanos, Microsoft). Pero no todos los multimillonarios quieren ser conocidos públicamente. Así que estas listas no nos dan la imagen completa. Los súper ricos se diferencian en la nacionalidad y en la cultura. Pero todos están unidos por tener una posición central en sus sociedades y por su voluntad de defender su dominio y, si es necesario, hacerlo ver aceptable para el mundo. Muchos de ellos no sólo son inversores, sino que también son llamados «filántropos». Algunos de ellos, como el inversor Warren Buffet o Bill Gates (Microsoft), han creado el llamado «The Giving Pledge» («La Promesa de Dar»). La donación de miles de millones a organizaciones sin fines de lucro y proyectos sociales les produce alivio. También habrá ciertamente algunos que sean conscientes de que su riqueza es también una enorme prueba: que están siendo observados y serán juzgados por lo que hacen con su riqueza.
En el tiempo de las cámaras móviles, medios de comunicación sociales, denunciantes y movimientos de ocupas, se ha despertado la conciencia pública de que ellos están ahí. Películas como «Born Rich» (2003), «The One Percent» (2006) o «Cosmopolis» (2012) intentan representar sus vidas diarias. En Wikipedia nos enteramos de que en los EE.UU., la patria de los súper ricos, los pioneros que se centraron en esta élite de poder fueron Thorstein Veblen (1857-1929), Charles Wright Mills (1916-1962) y Ferdinand Lundberg (1902-1995). En 2012, el sociólogo alemán Hans Jürgen Krysmanski (nacido en 1935) publicó su libro “0,1% -Das Imperium der Milliardäre” (0,1%. El imperio de los multimillonarios), presentando en Europa el así llamado Power Structure Research (estructura de investigación del poder) de sus predecesores y colegas americanos. Estrellas de internet como Max Keiser (http://actualidad.rt.com/programas/keiser_report) o Alex Jones (www.infowars.com) defienden el argumento de los consumidores que no aceptan la forma en la que los medios de comunicación convencionales informan.
Tanto el análisis marxista como el liberalista tienen una visión unilateral de la existencia, ya que carecen de una comprensión de la verdad, el origen divino del poder. Desde 1789 los dirigentes financieros logran dirigir a la derecha contra la izquierda, evitando que ellos se den cuenta de quién está realmente por encima. Ni la «derecha», con su motivación nacional/racial, ni la «izquierda», con su supuesta «lucha de clases», han sido capaces, hasta ahora, de conseguir justicia. La democracia moderna sigue ofreciendo a la gente una rueda de hámster con la política bipartidista: cuando el gobierno de izquierdas ha sido destituido del Gobierno por un pueblo enfurecido, la derecha continúa consumiendo a la población con impuestos y políticas monetarias de sus élites financieras no electas. No es de extrañar que las personas que ven su dinero desaparecer de sus bolsillos estén hartos de este sistema.
La cuestión del siglo XXI es si la gente está ahora en condiciones de superar la cortina de humo que es la estafa «izquierda contra derecha». Es extraño darse cuenta que España, una de las víctimas más sangrientas de esta falsa dialéctica, comienza a despertar lentamente, entendiendo que esta división artificial de su población sólo conduce a la lucha de unos contra otros empobreciendo al pueblo, en vez de girar su atención hacia los verdaderos responsables en la parte superior de la pirámide. Aunque podemos asumir, sin miedo a equivocarnos, que el punto de vista de los medios de comunicación convencionales y el de la población respecto a sus líderes es diferente.
¿Cuántos lectores del diario El País, por ejemplo, saben que el periódico más grande de España forma parte del Grupo PRISA, cuyo nuevo director desde 2010 es el inversor alemán-americano Nicolas Berggruen, una de las personas más ricas del mundo? La revista Forbes estimó su fortuna en 2,3 miles de millones de dólares. La prensa se ha referido a él a veces como «el multimillonario sin hogar» porque vive en hoteles y, al parecer no posee casa alguna. ¿Mito o realidad? Pero cuando el “sin hogar” Berggruen llama a los Rajoy, Merkel y Obama de turno, estos se apresuran a aceptar su invitación. En 2010 fundó también el Instituto ‘Nicolas Berggruen’ a través del cual quiere desarrollar y llevar a cabo «sistemas más eficaces de gobierno», centrándose en las cuestiones de gobierno global. Más y más gente le preguntarán ahora a él y a sus colegas: ¿Quién gobierna a quién? Y, más importante aún, ¿en qué legitimidad se basa ese gobierno?
Los musulmanes no cuestionan la propiedad privada ni creen en los estados todopoderosos, construidos sobre el pago de impuestos de sus habitantes. Las civilizaciones musulmanas dependen de la generosidad personal basada en el temor de Allah (Zakat, el impuesto divinamente ordenado, y Awqaf, donaciones sociales), del comercio mundial libre y de una moneda de valor real sin usura elegida libremente, previniendo los monopolios. Los musulmanes se recordamos mutuamente que todo ser humano será preguntado sobre cómo empleó cada momento que el Creador nos prestó durante el tiempo de nuestra vida en este mundo. En lugar de más guerras de raza y clase, este saludable temor al Creador –que es la fuente de toda riqueza- hará que los ricos compartan sus riquezas con los pobres. Saben que al que da, se le dará.
El «The Giving Pledge» («La Promesa de Dar») de los más ricos es sólo una cortina de humo, no la solución. Son las reglas del juego las que tienen que cambiar para detener realmente esta máquina de interés/usura que está destruyendo nuestro planeta. Pero quien sabe, cuando el cazador de repente se convierte en presa, tal vez esto le da la excitación que todo su dinero no pudo comprar.