¿Qué le espera a Bosnia en un futuro inmediato?

Dubái

Al reflexionar sobre una visita que he efectuado recientemente a Bosnia[1], no puedo evitar sentir una considerable mezcla de emociones; por una parte, impactado por la belleza del país y la cálida bienvenida de la gente de Bosnia; por otra, el visible y palpable legado islámico, sazonado con otras culturas; y, por encima de todo, un sentimiento general de algo que está como retenido, esperando para ser liberado. Incluso cuando comes una comida, tienes la impresión de estar alimentando no sólo tu cuerpo sino tu alma.

La mención de Bosnia como país[2] está documentada expresamente desde la era bizantina, si bien hay muchas evidencias de civilizaciones anteriores, desde mucho tiempo antes. A partir del siglo XV, Bosnia se convirtió en una región administrativa autónoma del Imperio otomano, de donde se deriva su rico legado islámico, manifiesto en la población mayoritariamente musulmana y en muchas joyas arquitectónicas de elegante estilo otomano: mezquitas, madrazas, caravasares y otras edificaciones, como fuentes públicas para dar de beber al viandante.

Desde la última parte del siglo XIX, el Imperio austrohúngaro se hizo con el control del territorio, dejando allí también huellas arquitectónicas a su paso en forma de calles distinguidas, reminiscentes de la vieja Viena, en la mitad occidental del centro urbano de Sarajevo. Es sabido que fue el asesinato del Archiduque Franz Ferdinand en Sarajevo, en 1919, el detonante que precipitó la Primera Guerra Mundial, si bien fue aquella una guerra imperial y sus verdaderas raíces estaban en otra parte.

El Reino de Yugoslavia se creó después de la guerra y sobrevivió hasta la invasión nazi de 1941. Durante la Segunda Guerra Mundial la situación interna se hizo confusa, diferentes grupos étnicos se aliaron y se realinearon de acuerdo con el equilibrio de poder que oscilaba entre el control del Eje, los nacionalistas y los comunistas. En 1944 se estableció el régimen comunista de Yugoslavia, y a ese acontecimiento siguieron unas décadas de relativa estabilidad, debido a que el mariscal Tito reprimió las rivalidades internas.

Lo que resulta interesante es observar cómo, a pesar de los efectos de las invasiones y las intromisiones externas (que evidencian la importancia estratégica de la región, en los límites orientales del continente europeo), históricamente, la naturaleza multicultural y multirreligiosa de Bosnia nunca había sido motivo de preocupación para la gente ordinaria hasta fechas recientes. La integración social e incluso los matrimonios mixtos entre serbios cristianos ortodoxos, católicos croatas y musulmanes bosnios caracterizaba a la región antes del cataclismo de los 90, un conflicto impuesto por las intenciones nacionalistas y el programa fascista de los líderes serbios. Esta agenda, la creación de la Gran Serbia con una población que incluyera únicamente a los serbios étnicos (los croatas intentaron más tarde su propia versión del mismo plan), se enfrentaba a siglos de tradicional armonía interétnica y fomentó las divisiones que aún perduran.

No cabe en el espacio de este breve artículo describir los acontecimientos que tuvieron lugar en la guerra civil de los años 90[3]. La destrucción y las matanzas, muchas de ellas dirigidas contra la población civil, más que enfrentamientos entre soldados, fueron de una brutalidad que no se conocía en Europa desde la Segunda Guerra Mundial. Es fácil tomar partido y sacar conclusiones simplistas, gracias a la influencia de los medios de comunicación, pero la realidad es mucho más compleja, y me atrevo a recomendar al lector que haga su propia investigación sin dejarse influenciar por puntos de vista parciales y sesgados.

Los acuerdos de paz, con enormes concesiones, que pusieron fin a la guerra a gran escala entre serbios, bosnios y croatas, delinearon una nueva estructura territorial y política que si por algo destaca es por su inoperancia, su parálisis burocrática, que favorece el embotamiento de la legislación y obstaculiza el crecimiento económico que todos anhelan. El desempleo, a pesar de una riqueza de recursos naturales y de una población industriosa y bien educada, sigue siendo muy alto y el éxodo de talentos a otros países es motivo de preocupación.

Las propias estructuras impuestas por los acuerdos de paz, fraguados bajo la supervisión de los EE UU/UE/ONU son el principal obstáculo que está bloqueando Bosnia y que le impide lograr el éxito que merece alcanzar. Pregúntele a cualquier bosnio, sea cual sea su religión o su etnia, excluyendo a los grupos nacionalistas extremistas, qué cosa está obstaculizando su vida más que ninguna otra. La respuesta más común será la “política”. En palabras de un comentarista: “La gente de Bosnia por fin ha comprendido quién es el verdadero enemigo: no son los otros grupos étnicos, sino sus propios líderes que pretenden protegerlos de los otros”[4]. Uno de mis anfitriones bosnios, al tiempo que me enseñaba la ciudad de Sarajevo, bromeaba sobre lo mucho que Bosnia puede ofrecer para la exportación: “¡Podemos suministrar políticos al mundo! ¡Tenemos un enorme excedente de ellos!”.

De esta historia fracturada y con las cicatrices de una devastadora guerra interétnica aún recientes en la memoria de una parte tan grande de la población podría pensarse que Bosnia debe ser hoy en día un lugar sombrío, donde reina el miedo y la oscuridad. Pues lo sorprendente es que no es así. Al llegar en avión descubres un país frondoso, de paisaje variado, sin desagradables metrópolis o estructuras excesivas, en cierto sentido comparable a las vistas que percibes cuando vuelas sobre Suiza. El aeropuerto de Sarajevo es pequeño, limpio y bien diseñado. Cuando te adentras en la ciudad, puedes ver todo tipo de edificios, pero nada notablemente echado a perder a pesar de los abundantes recordatorios de la guerra en forma de agujeros causados por proyectiles y metralla en los muros. Puede resultar extraño, pero pronto te acostumbras a su presencia.

Al llegar al centro de esta compacta ciudad que no tiene más de medio millón de almas, te encuentras con la fascinante mezcolanza de estilos arquitectónicos que he mencionado anteriormente y con gente que encara sus vidas con una calma que parece desmentir la historia y los problemas que azotan al país. Para el turista, Sarajevo y la mayor parte de Bosnia son una absoluta delicia, un país que te ofrece casi cualquier cosa que puedas desear, a excepción de playas tropicales, para una experiencia plena. Los restaurantes son excelentes, la cultura del café es encantadora, las excursiones a las zonas rurales ofrecen actividades de senderismo, rafting en aguas bravas, montar a caballo en verano y esquí en invierno. Sarajevo fue la sede de unos juegos olímpicos de invierno enormemente exitosos en el año 1984.

Para el viajero musulmán, el atractivo adicional es la comida halal y las maravillosas mezquitas antiguas, y también algunas nuevas, generosamente sufragadas por Arabia Saudí o Indonesia, en las que entrar a realizar la oración. Una observación práctica que merece anotarse es que la hora de la oración del amanecer (subh) no es cuando uno lo espera. Como yo estaba hospedado en el corazón de la ciudad, puse mi despertador y me aventuré a la calle la primera mañana de mi estancia en la ciudad según la hora que me aparecía señalada para el salat al-fayr en esa localidad, confiando en unirme a la yama’ah de la mezquita Gazi Husref Bey. Si bien es verdad que disfruté de la calma y la paz reinantes y del sentimiento de seguridad en la oscuridad de las calles céntricas, lo cierto es que la hora de fayr llegó y pasó y las mezquitas seguían cerradas a cal y canto y apenas se veía un alma por la calle. Casi una hora más tarde, cuando ya faltaban menos de treinta minutos para la salida del sol, la mezquita se llenó de vida: jóvenes que salían de una madraza cercana, viejos que confluían desde las callejuelas, y después de un wudu rápido con agua muy fría, que surge impetuosa de los grifos otomanos, me vi por fin dentro de una congregación de gran intensidad, escuchando una recitación maravillosa, de las más bellas que recuerdo.

Esa experiencia ha quedado grabada en mi memoria como uno de los más preciosos recuerdos de mi corta visita a Bosnia. Se dice que quien bebe de la fuente que hay en la mezquita de Gazi Huzref Bey volverá a Sarajevo. Yo bebí. Y volveré, inshaAllah.

 

Traducido del inglés por Abdulhasib Castiñeira.


  1. Viajar a Bosnia desde la Unión Europea no es nada complicado y no se requiere un de visado. Si se tiene intención de visitar Bosnia y de familiarizarse con el país, antes de viajar hay una agencia especializada en atender a los requisitos de los viajeros musulmanes: www.holidaybosnia.com
  2. El término Bosnia en este artículo hace referencia a la entidad nacional oficialmente denominada Bosnia y Herzegovina
  3. Existen muchas fuentes de información para formarse una idea de la historia de Bosnia y de los acontecimientos que rodearon la guerra civil de los 90. No obstante, me atrevo a alertar de la mucha información tendenciosa publicada por quienes intentaron destruir el país y que siguen intentando reescribir su historia, en particular negando la existencia de los crueles genocidios. Entre otras fuentes fiables, www.bosnia.org.uk
  4. Una cita de Salvoj Zizek:

“La ira sigue viva en Bosnia, pero al menos ahora la gente puede leer las ‘mentiras étnicas’ de sus dirigentes”.

Publicado el 10 de febrero de 2014 en The Guardian, Reino Unido.

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