Qadi Abu Bakr Ibn Al-Árabi de Sevilla

Qadi Abu Bakr Ibn Al-Árabi de Sevilla

En la mitad de la última década del siglo XI, Abu Bakr Ibn Al- Árabi, un hombre joven de veintiún años, y su padre Abdellah regresan de Meca a Bagdad tras haber cumplido con la Peregrinación. En el camino se encuentran con el gran maestro Al-Ghazali. El maestro lleva una túnica con remiendos y carga sobre el hombro un bulto con café. El joven había estado sentado junto a cuatrocientos estudiantes delante del maestro en Bagdad. Al cruzarse con ellos, Abu Bakr le dice al maestro: «Imam, ¿no es mejor enseñar en Bagdad que esto?». El Imam lo mira severamente con una de esas miradas que hielan la sangre y responde: «Cuando la luna de la felicidad se levantó por encima de mi deseo, me dispuse para el sol de la llegada».

Los Ibn Al-Árabi llevaban ya cinco años fuera de Al-Ándalus cuando esto sucede, en un viaje al centro de los acontecimientos de aquel tiempo, y de cuyos protagonistas aún se sigue hablando hoy en día.

Abdellah, el padre de Abu Bakr, había sido consejero de Al-Mutamid, justo en el tiempo en que este rey pusilánime, después de haber llamado a Yusuf Ibn Taxfin, emir de los murabitún, se había aliado con los cristianos de Alfonso VI, temiendo ser depuesto como lo fueron los emires de Granada y Málaga. Abu Bakr había sido educado en un ambiente de privilegio y gran cultura, siguiendo el método tradicional de Al-Ándalus. A los nueve años era hafiz de Corán, y después amplió tres años más su conocimiento  con ciencias coránicas, árabe y matemáticas. Cuando las fuerzas renovadoras de los almorávides regresan a Al-Ándalus, el joven tenía dieciséis años y dominaba al menos diez quira´at con sus modos de recitación asociados. Su padre, viendo que por su posición en la corte podría caer en desgracia, ante la inminente salida del poder del emir de la Taifa de Sevilla, decide emprender un viaje de conocimiento a Oriente. Tomó a su hijo y se embarcaron hacia Bujía, un importante centro del Mediterráneo. Tras un mes de estudio, parten hacía Al-Mahdiya, donde permanecen algunos meses. Viajan después desde Tunicia a El Cairo, sufriendo un grave naufragio. Luchando contra la fuerza del mar, aparecen en las tierras de los Banu Ka´b Ibn Sulaym. El destino los llevó justo en el momento en que el emir jugaba una partida de ajedrez con su sobrino, vestidos como fantoches con unos odres de aceite del naufragio. Abu Bakr, con toda cortesía, a pesar de su aspecto, interviene y hace ganar al emir, e interpretando unos versos que el sobrino había enunciado, dejó sorprendido al emir, que los colmó de honores y los vistió con sus propias ropas. En su relato del incidente, Abu Bakr hace esta reflexión: «Con una pequeña cantidad de sabiduría más cercana a la ignorancia que al conocimiento, acompañada de adab, obtuvimos el rescate de la muerte». Estos hechos despertaron en el joven el anhelo por la búsqueda del verdadero conocimiento. Una vez en El-Cairo, por entonces capital fatimí, fue difícil encontrar un maestro sunní, pero en las afueras, cerca de la tumba de Imam Shafi´i, pudo sentarse con un maestro de ese madhhab. En Jerusalén visitaron al maestro At-Tartushi,  quien, como ellos, había emprendido el viaje del conocimiento. Pasaron después a Damasco, donde estudió distintas ramas del saber junto a seis shuyuj diferentes. Pero esto no fue sino el preludio de la verdadera meta, la capital califal, Bagdad.

Aquí nos reencontramos con el comienzo de nuestro relato, Bagdad, donde permanecieron varios años, que coinciden con el cambio de poder del último califa, Al-Muqtadi, a los turcos seléucidas. Estudió con más de doce shuyuj, desde la perspectiva de todos los madhaib. Gracias a la firme fundamentación coránica que poseía, se convierte en Bagdad en uno los hombres con más erudición de su tiempo, tanto en lo académico como en la profundidad de su conocimiento. Como dijimos, hubo tres factores que hicieron decisiva su estancia en Bagdad, en relación a tres personajes centrales que lo relacionaron con los epicentros de grandes movimientos intelectuales y guerreros en el Islam de su tiempo.

El primero, conocer a Ibn Tumart, futuro líder de los al-muwahhidún, que desbancarían del poder a los almorávides. Fue condiscípulo suyo, compartiendo algunos maestros.

El segundo, tener relación directa con el mismísimo Al-Ghazali, cuyo trabajo Ihya ´Uluma´d Din tanta polémica y controversia suscitó en el occidente de la Umma islámica.

Y el tercero, ser líder junto a su padre de la delegación que Yusuf Ibn Taxfin envío a Bagdad para reconocer al califa abasida, en 1098.Tras esta gestión para el Emir de los musulmanes, deciden volver a Al-Ándalus.

Vuelven a Sevilla por Siria, Palestina y Alejandría, donde su padre muere y es enterrado. Para que nos hagamos una idea de su enorme conocimiento, mencionar que durante el viaje de vuelta escribió −sin estar rodeado de libros− un comentario a la colección de hadices de At-Thirmidi. Ya en Sevilla, es aclamado por su reputación, y se dedica a la enseñanza, recibiendo alumnos de todo Al-Ándalus, compartiendo esta actividad con los consejos de jurisprudencia a las autoridades y la sociedad sevillana. Fue nombrado cadí de Ixbiliyya, Sevilla, en 1134 cuando alcanzó la edad de 59 años. Como cadí fue un modelo de justicia y rectitud, siendo duro con los opresores y dulce con los desfavorecidos. Se tomó como tarea personal reconstruir la muralla defensiva de Sevilla, que debido a los largos años de seguridad había sido abandonada, con el conocimiento de que reparando lo externo protegía lo interno. La reparación la realizó sin cargar al Gobierno su coste, sino que implicó al pueblo en general para este fin, sabiendo que el Islam de su gente se fortalecería con aquella acción de defender el límite o frontera de la ciudad. Esto no gustó a las autoridades, que se inquietaron por su liderazgo; tampoco a las envidiosas elites del conocimiento y de los negocios. A ellos se unieron los licenciosos, que veían que sus vicios no eran pasados por alto. Bajo este clima, levantaron al pueblo contra él, saqueando su casa y destruyendo su biblioteca. Ordenó a sus sirvientes que no defendieran sus  posesiones, y lo explicó atendiendo a tres razones: la primera, por seguir el consejo del Profeta, que Allah bendiga y de paz, de retirarse de la lucha en tiempos de incivismo y altercados; la segunda, por imitar la conducta del califa Uhtman Ibn ´Affan; y la tercera, por no enfrentarse a los hipócritas, como hizo el Rasul, paz y bendiciones sobre él, hecho confirmado en la Revelación.

 Después de esta experiencia decidió escribir su gran obra Defensa ante el desastre para aclarar y ayudar a comprender los malentendidos que en la Umma había sobre la gran fitna en los primeros tiempos de los musulmanes.

Escribió más de treinta y cinco libros de temas variados: fiqh, usul, ‘aqida, gramática y un tafsir de ochenta volúmenes. Sigue siendo fuente de jurisprudencia en nuestros días, y sus libros sobre el Corán: Ahkam al-Qurán y El Nasikh y Mansukh en el Qurán son estudiados y consultados igualmente.

La última etapa de su accidentado y excitante viaje por este mundo transcurre en Marruecos, donde después de la toma de Marraquech por Aldel Mumin, en 1146, encabeza una delegación sevillana que visita al emir. Se desconocen las razones, pero fueron retenidos en esta ciudad largo tiempo. Ya a su vuelta, murió el día 25 de julio de 1148 en las inmediaciones de la ciudad de Fez, a donde fue trasladado y enterrado. Que Allah esté complacido con él.

*Este artículo ha sido escrito en base a una conferencia de Sheij Abdel Haqq Bewley.

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