Otro acto de terror en Londres

El asesinato a machetazos de un joven inocente en Woolwich, en la periferia de Londres, el miércoles 22 de Mayo, es un acto grotesco y cruel, injustamente asociado al Islam. Estos actos son repudiados y han sido unánimemente condenados con absoluta claridad por los musulmanes de Europa y de todo el mundo como crímenes odiosos. Nadie en las comunidades musulmanas siente la menor simpatía por los individuos que, usando el nombre de Dios y, pretendiendo cometer su acto en nombre del Islam, solo están subrayando su propia perversión y degeneración.

El hecho en sí es abominable y sin ninguna posible justificación, como cualquier crimen, especialmente uno que acaba con la vida de un inocente sin razón y sin justicia.

Pero más allá de lo repulsivo de esta acción, hay dos cosas que sobresalen: la respuesta inmediata de los políticos, otorgándole un significado que no se le da a otros asesinatos, y las consignas, que no son informaciones sino mensajes codificados, que lanzan inmediatamente los medios de comunicación. Ambas con una lectura idéntica. Calificativos meticulosamente redactados, el vocabulario y los denominadores cuidadosamente escogidos, lo cual indica preparación, reflexión y un mensaje elaborado de antemano, listo para ser emitido en cuestión de minutos, no de horas, y para suministrar a las audiencias de todo el mundo una interpretación instantánea de los hechos. Una valoración que se sobre-impone a cualquier intento por parte de los espectadores, lectores o navegadores por Internet de descifrar, con sus propios recursos morales e intelectuales, qué razón puede haber tras ese acto, cuál pudiera ser su motivación y su propósito.

Se pudo ver esta misma respuesta y análisis, sofisticados e inmediatos, preparados de antemano, listos para ser aplicados exactamente a ese evento, en los atentados de las torres gemelas de septiembre del 2001; la tergiversada interpretación que hacían los comentaristas de televisión en tiempo real, como si estuvieran leyendo un texto ya escrito de antemano, imposible de improvisar con tanta precisión, con datos tan exactos y con un vocabulario tan escogido.

Más recientemente, el mismo patrón de “acontecimiento-interpretación política-difusión mundial” se pudo observar en el atentado completamente inexplicable y sin ningún sentido, contra los corredores y los espectadores del maratón de Boston.  La campaña de descrédito del Islam continúa y la utilización de guionistas de Hollywood, especialistas en escribir guiones para horror movies, interpretados por psicópatas descerebrados, productos de una sociedad nihilista, no de una sociedad musulmana, continúa con nuevas entregas. Cada vez es más barato y más rápido ocupar las primeras páginas de los periódicos y los titulares de los telediarios y capturar las mentes de las masas en todo el mundo. Ya no es necesaria una sofisticada planificación y logística, como la que se necesita para derrumbar dos emblemáticos rascacielos en Manhattan, por ejemplo, ni la participación de especialistas militares de élite para programar la deflagración sincronizada de artefactos explosivos en varios trenes de cercanías al mismo tiempo, causando en ambos casos una atroz matanza de inocentes. Basta con seleccionar a un chivo expiatorio, un individuo sin importancia, pero cuya pertenencia al estamento militar sirva para cargar el hecho de contenido semántico, y el impacto –calculado de antemano por los creadores de operaciones encubiertas de bandera falsa, que han diseñado la  inicua programación neuro-lingüística con fines de desacreditar al Islam– está garantizado.

Las operaciones encubiertas que persiguen inocular un rechazo visceral al Islam, mediante la manipulación y el control de eventos de terrorismo fabricados, financiados y fomentados por organizaciones estatales en la sombra, se están convirtiendo en una macabra tradición para infundir el miedo, implantar estados policiales represivos, y desatar guerras globales. Para sembrar la discordia y la desconfianza. Estas operaciones intentan impedir la transmisión del Islam y la adoración del Creador. El Din está basado en la confianza y fomenta la concordia. La adoración del Real, gloria a Él, y la confianza en los parámetros revelados dan discernimiento al creyente. Ese discernimiento interior que las “masas”, o el hombre-masa, ya anunciado como fenómeno de nuestro tiempo por José Ortega y Gasset hace 80 años, en su obra cumbre “La rebelión de las masas”, no tienen.

“Si te quieren engañar, Allah es suficiente para ti. Él es quien te ha ayudado con Su asistencia divina y con los creyentes, y ha puesto concordia entre sus corazones. Si gastaras toda la riqueza de la tierra para intentar poner concordia entre sus corazones no lo conseguirías. Sin embargo Allah ha puesto concordia entre ellos. ¡Profeta!: Allah es suficiente para ti y para aquellos de los creyentes que te siguen”.

No hay una sola cosa o realidad que no esté citada en el Corán. Esta aleya del Corán se refiere a quienes actúan con estratagemas engañosas contra el mensaje profético del Islam y proporciona la medicina para ponerse a salvo de sus tretas.

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