Dice Allah, ‘Aza ua Ỳalla, en Su Noble Libro, en la sura Al Huỳarah, que es una sura que detalla el comportamiento individual necesario para la elevación y el refinamiento de la sociedad: “Hombres, os hemos creado a partir de un varón y una hembra y os hemos hecho pueblos y tribus distintos para que os conozcáis mutuamente. Y en verdad el más noble de vosotros ante Allah es el que más Le teme”. Empieza la aleya con la declaración contundente de que Allah es el creador: “Os hemos creado…”. Luego dice: “… a partir de un varón y una hembra”, dos individuos de la misma constitución pero con naturalezas distintas, lo que les hace enriquecerse mutuamente, complementándose, produciendo un fruto que enriquece a la sociedad. Luego dice: “… pueblos y tribus distintas para que os conozcáis mutuamente”. Después de hablarnos de las diferencias de género entre los individuos, nos habla de las diferencias entre los distintos grupos; aclarando que el sentido de estas diferencias es que nos enriquezcamos los unos de los otros conociendo distintas experiencias existenciales, y con ello ampliando nuestra visión de la vida. Acaba la aleya diciendo: “Y en verdad el más noble de vosotros ante Allah es el que más Le teme”. Después de citar las diferencias ente los individuos y los grupos, elimina cualquier reivindicación de superioridad por razón de sexo, genealogía o raza, declarando que la nobleza reside en el temor de Allah.
La fortaleza del la criatura humana yace en el grupo, o más bien en la cohesión del grupo, la ‘asabiya. Esta cohesión se basa en elementos compartidos entre los individuos que les hace reconocerse como parte de algo común a todos ellos. Su primera manifestación es la familia, el reconocimiento de una procedencia común, los lazos de sangre que se nos ha ordenado honrar y proteger. Luego viene la pertenencia a un mismo pueblo o tribu, la nación y, finalmente en el caso del Islam, la Ummah, que hay quien la define como la gran nación musulmana.
Los diferentes grados de ‘asabiya que hemos mencionado: familia, pueblo, tribu, nación y Umma conforman el orden natural. Al yacer la fuerza en el grupo, la tendencia natural es a incorporar nuevos individuos, adoptando nuevos elementos comunes que le den más cohesión. Estos distintos grados de vinculación, al ser el orden natural establecido por el Creador, no están en conflicto entre sí. Su relación es de cooperación y respeto. Los podemos comparar con un gran buque cuyo casco está dividido en distintos compartimentos que en caso de peligro pueden aislarse y evitar el hundimiento del barco. Esta es la función de estos distintos grados de vinculación. Cuando el individuo se enfrenta a algo que le sobrepasa, interviene la familia, que con su fuerza elimina la amenaza; si sobrepasa a la familia, interviene el pueblo, y así sucesivamente. En esta relación armónica, las diferencias se minimizan bajo los elementos comunes mayoritarios, pues estos benefician a todo el conjunto.
Cuando este orden natural, objeto del Creador, se subvierte, estos compartimentos se cierran reafirmándose a sí mismos en defensa del peligro que les amenaza. En este caso, se evidencia que estas diferencias son causa de fuerza y riqueza social, y así observamos que el patrón colonizador, cuyo crisol fue Al Ándalus, utiliza como método de dominación la erradicación de los elementos de identidad del vencido hasta el punto de reescribir su historia. Así vemos que en España se niegan sistemáticamente ocho siglos gloriosos de nuestra historia, llegando a presentar a los que habitaron la península en ese entonces como a ocupantes extranjeros.
Un ejemplo de esto lo tenemos en las leyes europeas que prohíben cuestionar hechos acaecidos en pleno siglo veinte en una sociedad donde todo es cuestionable. Este mismo patrón se utiliza más tarde, una vez probada su eficacia, en el continente americano, tanto en el sur como en el norte, y en la Palestina ocupada, donde, ya en una vuelta más de tuerca, se divide el territorio con un muro que divide a su población y le impide cultivar sus tierras, que luego son confiscadas por abandono, y les obliga a guardar colas interminables para todo tipo de tareas cotidianas. Lo mismo sucedió en la URSS con las repúblicas musulmanas de Asia Central, con enormes desplazamientos masivos de población. Esto mismo está sucediendo hoy en día, que se está educando a la población desconectándola de su historia y cultura, haciéndola vulnerable, al olvidar su identidad, al control de la oligarquía económica imperante.
En Europa, una vez desplazada la confrontación armada al terreno político, las naciones con parte de su territorio, culturalmente diferente, anexionado por la fuerza de las armas y que no han sabido cambiar este patrón de dominio por una relación de colaboración entre iguales, se encuentran que estos territorios reivindican su derecho de decidir. Tal es el caso de los flamencos en Bélgica, los corsos en Francia, el Véneto y Cerdeña en Italia, Escocia en el Reino Unido y Cataluña y Euskadi en España. En Francia, los Borbones aplicaron una política de tabula rasa eliminando todos los elementos diferenciales, como las distintas lenguas, e imponiendo un Estado centralista con el francés como única lengua en todo el territorio; Córcega, por su condición insular, escapó de ello. Esto fue lo mismo que sucedió en España cuando los Borbones, con Felipe V, ganaron la Guerra de Sucesión e impusieron el español como lengua oficial y eliminaron los privilegios de los diferentes territorios.
Por un lado, Europa está creando una estructura política común, de difícil funcionamiento, donde existe una pugna por el control económico y una importante cesión de soberanía por parte de algunos de sus Estados miembros, que fomenta los movimientos anti-europeístas que están surgiendo. Al mismo tiempo, los Estados que no han sabido cambiar las relaciones de poder entre las distintas naciones que los forman se encuentran con reivindicaciones soberanistas. Por otro lado, los países que tienen otro tipo de relaciones políticas, no sufren estos problemas y son más prósperos, como es el caso de Suiza (Confederación Helvética) donde hay tres lenguas oficiales en igualdad de condiciones en un modelo federalista, es decir, una unión deseada y pactada, con un alto índice de participación ciudadana por medio de referéndums donde todos se sienten cómodos.