Musulmanes en Ciudad del Cabo

Mezquita del Boo-Kap, Ciudad del Cabo
Mezquita del Boo-Kap, Ciudad del Cabo

En la Provincia Occidental del Cabo, Sudáfrica, situada en el extremo suroeste del continente africano, se halla Ciudad del Cabo. Esta ciudad exuberante se encuentra en un enclave geográfico excepcional, y está bendecida por una naturaleza exquisita y un clima moderado, y por la presencia de una comunidad musulmana bien establecida.

Es referida como la comunidad musulmana más grande fuera del llamado mundo islámico. Durante más de trescientos años, los musulmanes de Ciudad del Cabo no sólo han conservado su din y lo han trasmitido generación tras generación, sino que han sido y siguen siendo un pilar fundamental en la sociedad local, a la cual han contribuido con innumerables aportaciones.

La historia de los musulmanes en Ciudad del Cabo comienza en 1652, cuando la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales establece el Cabo de Buena Esperanza como lugar de paso y reposte para aquellos barcos de su flota que viajaban entre los Países Bajos y las Indias Orientales. Este lugar también estaba destinado a servir como campo penitenciario para reclusos y exiliados políticos del Asia Oriental. Poco después del primer desembarco de los neerlandeses, la Compañía empieza a traer prisioneros desde sus colonias asiáticas.

Entre los primeros musulmanes en desembarcar en el Cabo se encontraban Shaij Abdurrahman Matahe Shah y Shaij Mahmud, ambos habían sido gobernadores de Sumatra hasta ser desposeídos y exiliados por los holandeses.

Como ellos, muchos gobernantes, shuyuj y otros hombres de rango, aparte de numerosos presos hechos esclavos, fueros traídos al Cabo como presos políticos por haberse opuesto tenazmente a la ocupación holandesa.

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Su sinceridad y su lealtad a Allah y a Su Mensajero les había inducido a lidiar vigorosamente contra los ocupantes holandeses en el archipiélago malayo, y del mismo modo les alentó a preservar y transmitir el Din de Allah una vez traídos al Cabo.

Los prisioneros tenían sus orígenes en diferentes islas de lo que actualmente es Indonesia y, en menor medida, Malasia. A esta gente se le dio el nombre de “malays” o “cape- malays”, debido a que su lengua original era el malayo.

Una vez establecidos, los malays se convirtieron en los mejores artesanos y sirvientes, procediendo su fiabilidad de su aferramiento al Din. Según el autor Achmat Davids: “Ellos eran los maestros constructores, los sastres, los albañiles,  los costureros y los obreros que convirtieron Ciudad del Cabo en una ciudad funcional”.

Estos primeros musulmanes se involucraron asimismo en la vida social, educativa y política de sus comunidades. Su sabiduría y visión de futuro les llevó a establecer los centros sociales y educativos que garantizarían el arraigue del Islam en Sudáfrica. La ayuda mutua y el compromiso hicieron posible estos primeros pasos. Así, la primera mezquita de Sudáfrica se construyó sobre un terreno donado por una mujer musulmana, hija de esclavos libertos.

Uno de los exiliados más distinguidos que fueron traídos al Cabo fue Shaij Yusuf de Macassar, quien llegó al Cabo en 1694 tras haber luchado vigorosamente contra la ocupación neerlandesa en Bantam. Después de haber escapado dos veces de los grilletes de los holandeses decidieron exiliarle, librándose así de la influencia que pudiera ejercer en las Indias Orientales. La Compañía trató de aislar a Shaij Yusuf en una granja alejada de la ciudad. La tentativa no tuvo éxito, y, en cambio, su lugar de residencia se convirtió en el punto de encuentro de exiliados y fugitivos del Asia Oriental y en un centro de enseñanza, dikr y transmisión. Fue así como se empezó a cohesionar la primera comunidad musulmana en el Cabo.

Otro shaij importante fue Tuan Guru, quien utilizó su etapa penitenciaria en Robben Island para escribir varias copias del Corán y un libro de jurisprudencia islámica. Tras ser liberado, luchó hasta conseguir establecer una madraza coránica y más tarde la primera mezquita de la ciudad, en un tiempo en el que la práctica de Islam estaba prohibida por la autoridad.

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En 1838, la esclavitud fue abolida en Sudáfrica, creándose así la necesidad de introducir mano de obra barata procedente de India. Muchos de estos trabajadores eran musulmanes, y se unieron a la ya instalada comunidad musulmana del Cabo. También muchos comerciantes indios emigraron a Sudáfrica y se asentaron junto con sus familias.

Las mezquitas, madrazas y escuelas de estudios islámicos aumentaron rápidamente en número.

A partir de aproximadamente 1815, el afrikáner empezó a reemplazar al malayo como lengua de instrucción en las escuelas islámicas.

Este idioma, considerado una variante vulgar del neerlandés, se convirtió en el lenguaje de los malays, mientras que los asuntos de Estado se llevaban en el mismo neerlandés que se hablaría en los Países Bajos. El afrikáner no estaba estandarizado ni tenía una forma escrita o hablada oficial.

El primero que escribió un libro en afrikáner fue un musulmán: Abu Bakr Effendi; el tema del que trataba no era otro que Islam, y lo tituló Uiteensetting van die Godsdiens (Planteamiento de la Religión).

El hecho era innovador, no simplemente porque significaba escribir en un idioma que aún no constaba de ente literario, sino porque Effendi consiguió componer el libro entero en escritura árabe.

Así pues, el primer libro escrito en afrikáner no sólo fue escrito por un musulmán, sino que también fue escrito utilizando el alifato (alfabeto árabe)

El afrikáner solo apareció escrito con el alfabeto latino alrededor de 1850, y más tarde fue adoptado por los neerlandeses de Sudáfrica como idioma oficial.

Ésta es solo una de las aportaciones de los musulmanes a la sociedad del Cabo, otras son las innovaciones en el estilo arquitectónico neerlandés o en la cocina.

En el ámbito político, los musulmanes siempre han estado presentes y han luchado contra la opresión y la injusticia. En el siglo pasado, en época del apartheid, Imam Abdullah Haron, un alim de Ciudad del Cabo, se opuso severamente al régimen y a su política de segregación racial, la cual obligaba a los musulmanes a abandonar sus lugares tradicionales de residencia y los forzaba a habitar otras zonas donde la práctica de su din se hacía más difícil, ya que carecían de los lugares adecuados. La elocuente y articulada oposición de Imam Haron al Gobierno llevó finalmente a su detención, tortura y asesinato por los servicios secretos en 1969.

Hoy en día es considerado un héroe nacional, y su tumba forma parte del círculo de mausoleos de awliya que rodean la ciudad.

En la actualidad, los musulmanes siguen implicados en política, hasta el punto de que el concejal del ayuntamiento es musulmán, cape malay, de nombre Achmat Ebrahim.

Él, como muchos de sus paisanos, atiende regularmente a las reuniones de dikr y a las celebraciones islámicas locales.

La vida de los musulmanes de Ciudad del Cabo es dinámica y activa. La gran mayoría de los musulmanes de Ciudad del Cabo pertenecen a las táriqas sufíes Darqawi o Chisti, y organizan actividades comunitarias muy a menudo, tales como conferencias, círculos de dikr, comidas benéficas y eventos públicos. El pasado mes de febrero se celebró el Maulid del Mensajero, la paz sea con él, en una congregación masiva a la que acudieron decenas de miles de musulmanes a expresar abiertamente su amor hacia el Profeta (s. a. w. s.).

Este hecho muestra en qué medida está integrada la comunidad musulmana en la ciudad, y la fácil aceptación que reciben por parte de los no musulmanes.

La presencia de los musulmanes es notable en toda la urbe. El adán se puede escuchar en cualquier parte de la ciudad, ya que sus más de doscientas mezquitas están esparcidas por todos los puntos de la ciudad. Los signos de comida halal se encuentran en la mayoría de tiendas y restaurantes, así como los carteles de “Eid Mubarak”, y el aspecto islámico en la forma de vestir de muchas personas es notorio en las calles. Existe una cadena de televisión musulmana local y varias cadenas de radio.

La fuerza de la comunidad musulmana radica en el hecho de que, por media, las familias musulmanas tienen más hijos que las de otras comunidades. Las veinte  madrazas de Corán,  las distintas escuelas de estudios islámicos avanzados y las escuelas islámicas privadas producen musulmanes educados e instruidos en el Din. Una generación de profesionales, hombres de negocios y empresarios musulmanes está emergiendo y poniéndose a la cabeza de la vida cultural, política y económica de la ciudad.

Ahora la comunidad musulmana afronta el reto de unirse bajo la autoridad de un solo emir, hecho que llevará al establecimiento del Din en la región y a la abolición de la riba y la injusticia del sistema káfir, con el permiso de Allah.

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