Más que una madraza, un hogar

La inspiración es algo con lo que todos los seres humanos hemos sido dotados. Puede ser una sensación efímera de lucidez o eterna. Dentro de este fenómeno encontramos momentos en blanco, situaciones de frustración o, a veces, periodos de puro fracaso de la imaginación; pero eso no significa que no siga ahí.

La madraza es exactamente lo mismo, es un lugar donde estás en conexión constante con tu musa. Pero la única diferencia es que aquí aprendes a mantenerla tenaz en tu recuerdo; cada día que pasa te vas a dormir con una nueva lección, un nuevo argumento de sabiduría o una cosa más por lo que agradecer.

Muchas de nosotras, los primeros días, no sabemos dónde estamos ni cuál es nuestra misión en esta ciudad perdida en el norte de Marruecos, Larache, entre un palacio de música y una mezquita. Pero poco a poco, sin la mínima consciencia de cómo ha pasado, empiezas a amar este lugar, que se convierte velozmente en tu hogar.

La Madrassa Sharif Al Wazzani es una escuela coránica para chicas, fundada en 2005. Tiene dos cuatrimestres: el primero, de septiembre a febrero, en Larache, Reino de Marruecos; y otro, de marzo a mayo, en Norwich, Reino Unido.

El estudio del Corán es uno de los muchos milagros que tiene este lugar. Los primeros cuarenta días son los más duros, en los que, de cada una de nosotras, nacen complejos sentimientos que nos confunden. Y no es más que nuestro ego presentándose en sus múltiples caras. Pero eso no hace más que remarcar la sabiduría del noble Corán: “Y os pondremos a prueba hasta saber quiénes de vosotros son los que luchan y son los pacientes y para probar vuestros actos” (Sura de Muhammad, 32).

Estudiar el Noble Libro crea unas fuertes alianzas entre las estudiantes, una alegría del mismo género, una superación constante y un amor en una misma dirección: Al-lah. Como nos dice Hayya Fátimah, directora y fundadora de la escuela: “Hacerlo todo lo mejor que podáis, dar de vosotras el 150%, porque eso es ser un buen musulmán”.

El aprendizaje en esta vida es infinito, pero gran parte de la base de la mujer en el Islam la aprendes en la convivencia con otras chicas, rezando junto a ellas en la oración de la mañana, recitando tablas repletas de palabras que se dirigen directamente al corazón y con nuestras ganas de aprender, que lentamente se va transmitiendo de unas a otras.

He aprendido a escalar mi montaña de temores, creciendo o simplemente aprendiendo a cómo crecer. He valorado, de una vez por todas, el regalo tan grande que es ser musulmán. Ahora, por fin, sé que ser agradecido es sinónimo de ser feliz.

Resulta maravilloso escuchar por las calles de piedras turquesa las mágicas palabras que son “Insh Al-lah», »Alhamdulil-lah; el saludo de paz entre miles de musulmanes desconocidos; la bondad de las gentes, que lo poco que tienen lo convierten en mucho para dar; el maravilloso adhán que se escucha cinco veces al día seguido del curioso sonido que tienen las pisadas de la gente que se dirigen a la mezquita. Todo eso no es más que facilidad. Estar en Marruecos es como estar inducido en un sueño que persiste durante seis intensos meses.

La segunda parte del curso, nos trasladamos a Inglaterra, donde pasamos la mayor parte del día junto a una hermosa comunidad y continuamos con nuestro aprendizaje en una elegante mezquita. Son fases en las que la dificultad va aumentando, pero el examen final es cuando llegas a tu casa y tienes que aplicar en tu rutina diaria todo lo asimilado los últimos meses.

Nos preparamos para salir al mundo, no para hablar sobre lo que hacemos o lo que somos; para demostrarlo con nuestros actos, para ser un ejemplo, para demostrar que ser musulmán es equivalente a prudencia, paz, respeto, agradecimiento y responsabilidad. En la Madrassa Sharif al Wazzani hay chicas de todas las partes imaginables del mundo, de lugares que pensabas que ni existían, todas ellas con sus innumerables talentos.

La dificultad de los viajes es recompensada con creces cuando llegas a tu destino, ya que Al-lah nos ha puesto la Tierra extendida para que en ella recorramos amplios caminos. Sólo tenemos que empezar dando un paso, y el mío ha sido posible gracias a esta experiencia que guardo dentro de mi corazón.

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