Los valores que el fútbol ha perdido pero que el rugby conserva

El pedagogo e historiador Pierre de Coubertin (1863-1937), fundador de los primeros Juegos olímpicos de la era moderna, que tuvieron lugar en Grecia, en 1896, bajo el lema: “Lo esencial en la vida no es vencer, sino luchar bien”, dijo:

Después vino Thomas Arnold, el mejor pedagogo de los tiempos modernos y el causante de la prosperidad actual y la expansión prodigiosa de su país, más que cualquier otro inglés. Con él, el atletismo entró en un gran colegio y se transformó; y desde el día en que la primera generación modelada por sus manos salió al exterior, los asuntos del Imperio Británico cambiaron por completo… Un puñado de buenos obreros puede transformar toda una sociedad». (Coubertin, 1894).

Así de importante ha llegado a considerarse la transformación del pedagogo Thomas Arnold a lo largo del siglo XIX al introducir el deporte en las Public School británicas como medio de control de la vida escolar de los jóvenes y de su tiempo libre ante la mala conducta de éstos. Y en poco tiempo, el deporte pasó a emplearse como un medio formativo esencial para adquirir cualidades tales como la hombría, la nobleza, el valor, el coraje, el respeto, la conducta caballerosa, la honradez, el espíritu de equipo y el compañerismo.

Algunos de los deportes practicados en las Public School británicas para alcanzar estas metas han sido el atletismo, el cricket, el remo, el fútbol y el rugby. Éste último precisamente nace como deporte reglado en la Public School de la ciudad de Rugby, donde Thomas Arnold ejerció de director durante muchos años.

Como todos sabemos, hoy en día, entre los deportes más practicados en todo el mundo se encuentra el fútbol. El fútbol es un deporte muy atractivo y sencillo que ha logrado ser el deporte rey a nivel mundial. En esencia, el fútbol es un deporte muy divertido. Un juego en el que se requiere de cooperación, esfuerzo, inteligencia y habilidad física para conseguir la victoria.

Sin embargo -y es una pena-, no se sabe por qué, quizá por la manera en que sus reglas están dispuestas… o quizá por la influencia de los medios de comunicación, su impacto social, el dinero que mueve y el fanatismo con el que se vive este deporte actualmente…, pero parece que en el fútbol ya poco queda de esa idea primigenia empleada en las Public Schools como medio para adquirir esas nobles cualidades y esa conducta honrada que se buscaba, ese fair play inglés. Es difícil encontrar un ambiente en el que se juegue un partido de fútbol donde se vea un comportamiento ejemplar por parte de sus participantes.

Se podría decir que el ambiente que envuelve al fútbol está dominado por un halo de pillería y trifulca, en el que si se puede hacer alguna “trampilla” se hace. Ambiente en el que es difícil ser honrado y aceptar las reglas; donde observamos que cuesta mucho aceptar el criterio del árbitro con nobleza y tratarlo con respeto; donde se simulan o exageran faltas y se esconden agresiones; donde los insultos de los espectadores a los contrincantes y al árbitro se suceden como algo implícito en el espectáculo.

Hasta los máximos mandatarios del organismo que rige el fútbol internacional (FIFA) parece que han caído en este ambiente de pillería, por decirlo suavemente.

Por otro lado, el rugby, procediendo de la misma raíz que el fútbol, parece que ha sido capaz de mantener a lo largo del tiempo esos principios del juego limpio y esas buenas cualidades del deporte.

En el rugby prevalece un código de conducta honorable que todos sus practicantes cumplen y del que se sienten orgullosos.

En un partido de rugby el único jugador que puede dirigirse al árbitro para hacerle una consulta es el capitán (en fútbol también, pero mucha gente no lo sabe, ya que no se suele respetar). En rugby al árbitro se le llama “señor”, y su decisión no se discute. Se golpean duro, pero nunca se quejan o fingen. Al término del partido, independientemente del resultado, el equipo local forma un pasillo por el que el equipo visitante sale del terreno de juego dando las gracias y saludando al contrincante, entre los aplausos del público. Por último, antes de que el equipo visitante salga hacia su hogar, se organiza el llamado “tercer tiempo”, donde el equipo local invita al equipo visitante a una comida en la que todos juntos se despiden hasta la próxima ocasión en que tengan que enfrentarse.

Ya el conocido y antiguo dicho inglés expresaba esta diferencia que quizá hoy en día se haya acentuado: “El fútbol es un juego de caballeros jugado por villanos y el rugby es un juego de villanos jugado por caballeros”.

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