Los mercados en el Islam

Los mercados en el Islam
Una de las veintidós puertas de Grand Bazaar de Estambul

Rasulullah, sala Allahu ‘alaihi ua salam, lo primero que fundó, al llegar a Yazrib, antes de que le cambiase el nombre por el de Madinah al Munauarah (El lugar luminoso del Din), fue la mezquita; y luego estableció la otra única institución fundada por él, el suq, el ‘mercado’; de hecho ambas son auqaf. Con ello sentó las bases para el desarrollo de una sociedad iluminada y próspera a partir de la que se construyó el maravilloso edificio del din de Allah, que se expandió rápidamente desde allí hasta el Atlántico y el Pacífico.

La mezquita es el lugar del salat (masŷid, ‘lugar de la saŷda’) y el suq es el lugar de las transacciones, el lugar del Zakat. Los dos pilares que Allah Ta’ala menciona juntos repetidamente en Su Noble Libro y que fueron la causa de la primera expedición llevada a cabo por Abu Bakr Siddiq contra los musulmanes que se negaron a pagar el Zakat. Abu Bakr Siddiq: “No voy a permitir que se separe lo que Allah ‘Aza ua Ŷalla ha unido en Su Libro”.

Como dijo Sheij Dr. Abdalqadir as-Sufi en cierta ocasión: “Al lado del mercado siempre encontramos una mezquita, pues el acto de la oración purifica las transacciones económicas”, convirtiéndolas en actos de ‘ibada (adoración). Ambos lugares son espacios para posibilitar el acercamiento a Allah, y en ambos rige el principio de libertad de ocupar el espacio que uno encuentre libre, sin privilegios ni reserva previa.

Es de sobra conocida la función de la mezquita; en todo caso no es el objetivo de este artículo analizarla. Nuestro objetivo es adentrarnos en el mercado y tratar de examinar su papel como medio de acercamiento al Creador.

Para empezar vamos a observar el principio fundamental de las transacciones económicas y uno de los derechos del individuo, que el Profeta, sala Allahu ‘alaihi ua salam, declaró inviolables cuando dijo: “Son inviolables la sangre, el honor y la riqueza del musulmán”. La protección que estos tres derechos que Allah ‘Aza ua Ŷal-la ha otorgado al individuo es esencial para el desarrollo individual y social, y su violación acarrea el desmembramiento de la sociedad al romper el vínculo de la confianza entre los individuos.

Ahora vamos a centrarnos en lo que concierne a la riqueza, que es el terreno del mercado; para empezar vamos al elemento fundamental de la riqueza, que es la propiedad, ya que la riqueza está compuesta de lo que uno posee, su propiedad −en árabe al milk, es ‘aquello sobre lo que uno ejerce soberanía’, es decir, sobre lo que puede decidir qué hacer con ello−. Ahora bien, los musulmanes decimos “al mulku lillah” (la soberanía pertenece a Allah), lema que vemos repetido en las paredes de la Alhambra, como recuerdo para los soberanos que la habitaban, de a Quién pertenece realmente la soberanía, siendo esta un atributo que les era otorgado temporalmente y que debían ejercer como delegados, de acuerdo con los límites establecidos por su Real propietario, residiendo en ello su poder. Esto mismo es válido para cualquier individuo. Es un atributo prestado cuya salvaguarda yace en su uso dentro de los límites establecidos por la Shari’a, utilizando los bienes en el modo que complace a Allah, subhanahu, para lo que han sido creados, como un don de un Señor amoroso y misericordioso. “Él es Quien ha hecho la tierra dócil para vosotros, caminad pues por sus confines y comed de Su provisión” Sura de la Soberanía, 15.  “Buscad el favor de Allah” Sura del Viernes, 10.

De modo que entendemos que la propiedad implica libertad de disposición, es decir, dominio o soberanía sobre algo; de hecho, al soberano o al rey se le llama malik. Podemos darle la vuelta a esta afirmación y decir que “quien decide sobre algo es su real propietario”.

Examinemos cuál es la función del mercado, cuáles son sus reglas y cuáles son las enfermedades que lo corrompen.

El mercado es el espacio de intercambio de bienes entre los individuos, constituyendo una fuente de riqueza para estos y de prosperidad para la comunidad; siendo que los hombres hallan su fuerza en el grupo, puesto que se complementan unos a otros en sus necesidades. Es el lugar donde se intercambian los bienes que uno produce o trae de otros lugares por aquellos de los que uno carece y tiene necesidad. En esta transacción hay un beneficio mutuo, el pastor lleva sus rebaños y obtiene a cambio otros bienes necesarios. Igualmente el artesano, el comerciante, el médico, etc. Para que las transacciones sean enriquecedoras deben basarse en dos principios: la equidad y la libertad: “Ha elevado el cielo y ha puesto la balanza  para que no abusarais al pesar y cumplierais el peso con equidad sin menoscabo”. Sura del Misericordiosos, 7-9. “¡Vosotros que creéis! No os apropiéis de los bienes de otros por medio de la falsedad, sino por medio de transacciones que os satisfagan mutuamente”. Sura de las Mujeres, 29. Es decir, debe haber equivalencia entre los bienes dados y los adquiridos, y esta transacción debe ser de mutuo acuerdo y ejercida libremente. Si no es así, vulnera el fundamento del milk. Ahora bien, para que el pastor, el artesano, etc., no tengan que ir buscando quién le va a cambiar su producto por aquello que necesita, existe una mercancía en el mercado comúnmente aceptada, que es la moneda. Esta mercancía debe cumplir unos requisitos que son:

1)    El dinero –como ha sido definido en el fiqh (jurisprudencia islámica)−debe tener valor intrínseco. El valor no se le puede imponer desde fuera.

El dinero debe tener valor intrínseco debido a que es  la medida y almacén del    valor de las cosas. Un tipo de dinero abierto a una total manipulación artificial y a una valoración subjetiva no podrá cumplir estas dos funciones del dinero.

 “(El dinar de oro y el dirham de plata) son el medio para medir el valor de las cosas… Son el juez para medir y determinar el valor de la riqueza cuando hay diferencias en la cantidad o cuando el valor es desconocido” (Al Qaadi Abu Bakr Ibn Al-Árabi, Ahkam al Corán: 37, 1064).

2) El dinero no puede consistir en algo impuro, o naỳs, como heces o piel de cerdo.

3) El tipo de dinero que se use no puede ser algo perjudicial. La máxima bien conocida en Al qawaid al fiqhiyyah dice que lo que daña debe ser eliminado, es decir, un tipo de dinero que es perjudicial, que pierde valor todo el rato, no puede ni debería ser utilizado como moneda. Si el poseedor del dinero continúa perdiendo el valor de lo que posee sin ni siquiera usarlo, entonces este dinero no está siquiera manteniendo su valor. Esto es perjudicial para su riqueza y su trabajo.

4) El dinero no puede imponerse. Ningún tipo de dinero puede ser impuesto a nadie, ya que el consentimiento mutuo es la base del comercio.

El oro y la plata, son los metales que Allah, subhanahu ua ta’ala, ha mencionado en el Corán como moneda cuando menciona el dinar y el dirham, fijando estos su valor por su peso. Estos se han usado de modo prácticamente universal como moneda por sus características particulares: son incorruptibles, fácilmente reconocibles y una pequeña cantidad encierra un valor considerable, así que si se hace comercio con tierras lejanas, no hay que cargar un gran volumen para comprar muchas mercancías.

En el mercado rige el mismo principio que rige en las demás esferas de la vida del musulmán, todo está permitido excepto lo que Allah ‘Aza ua Ŷal-la ha prohibido por ser perjudicial.

Plano del Grand Bazaar de Estambul

Podemos decir que las normas que se aplican son, de  modo resumido: por supuesto, no cometer fraude, ni en las medidas ni en la calidad, ni vender lo que es haram. Como ya hemos dicho, no hay privilegios de lugar, el que llega primero se instala donde quiera; no hay impuestos ni tasas; no se pueden manipular los precios, bien por monopolio o vendiendo por debajo del precio de mercado para perjudicar a la competencia; no se puede vender algo antes de poseerlo, ni se puede vender el fruto de los árboles antes de que madure; las transacciones tienen que ser libres y de mutuo acuerdo; y no se puede forzar a alguien a comprar o vender algo que no quiera. Hay que esperar a que las mercancías lleguen al zoco para comprarlas, es decir, no se puede salir a buscar la caravana antes de que llegue para obtener un mejor trato. En los artículos de primera necesidad, el emir puede controlar y fijar los precios si ve que hay un abuso en ellos. No hay que entrometerse en una transacción que se está negociando; hay que evitar cualquier transacción que conlleve incertidumbre, como, por ejemplo, comprar una caja sin conocer su contenido o una mercancía de la cual no se conoce su estado; hay que pagar el salario antes de que al trabajador se le seque el sudor, es decir, inmediatamente; y está totalmente prohibida la usura en cualquiera de sus formas, no limitándose esta al mero préstamo con interés. Según la definición del cadi  Abu Bakr Ibn Al-Árabi: “Usura es todo incremento sin obtener un contravalor”.

Estos son los principios básicos por los que se rige el mercado y que están desarrollados en la jurisprudencia de las principales escuelas de fiqh, siendo el aspecto del Din más profusamente tratado; y estos son los límites establecidos por El Legislador, ‘Aza ua Ŷal-la, para que el trato con los bienes que nos ha concedido nos beneficie y no nos perjudique, y Allah no es injusto con los hombres, sino que los hombres son injustos consigo mismos. Hoy en día esto está a la vista de todos.

Si miramos la actividad económica actual bajo la luz del patrón revelado, veremos claramente la sabiduría que encierra y el perjuicio que acarrea apartarse de él.

El fraude en la cantidad o la calidad es evidente que perjudica al defraudado. Los privilegios en la ocupación suelen ser en relación al poder que se tenga, desfavoreciendo a los más débiles, que son los más necesitados del mercado. Los impuestos chocan frontalmente con el principio de la propiedad como lo hemos definido, y esto no solo en el mercado, sino en general, pues inhiben tu derecho de decidir sobre tus bienes en favor de quien los impone, pasando este a ser el propietario de hecho. Hoy en día esto está claro, ya que si analizamos lo que pagamos, comprobamos que el mayor porcentaje del precio no va destinado a pagar lo que compramos, sino que se nos obliga a pagar por cosas que no queremos a través de los impuestos, como el IVA, el IRPF, el de sociedades, el de carburantes, etc. Impuestos que se han añadido, a lo que compramos, desde el primer paso del proceso de producción hasta que llega a nosotros. Un porcentaje que puede llegar al 90%, que en muchos casos se destina al pago de intereses de una deuda que no hemos contraído o, en el mejor de los casos, equipamientos sociales que se nos obliga a pagar vulnerando el principio de una transacción por mutuo consenso.

Lo único que el musulmán está obligado a pagar es el Zakat, que es el derecho de sus legítimos receptores, y no entregarlo es usurpar sus derechos. El resto es sadaqa, una donación voluntaria. Es precisamente a través de la sadaqa que se provee la sociedad de sus servicios públicos, como mezquitas, hospitales, escuelas, puentes, etc., que son auqaf, instituciones destinadas a un uso especificado en su documento fundacional, con una aportación inicial que normalmente incluye algún elemento que produce los medios suficientes para su funcionamiento autónomo a perpetuidad. Al mismo tiempo producen un beneficio continuo para su fundador, ya que es un acto que incrementa su recompensa incluso después de la muerte, una sadaqa ŷariah. Una descarga para la sociedad y para su fundador, ¿no es mejor esto que esas instituciones que son una carga impositiva permanente para todos?

El perjuicio que causa la manipulación de los precios, bien por acaparamiento de un producto, monopolio o por hundir un producto bajando su precio por debajo del precio de mercado para luego comprarlo y más tarde fijar un precio alto, también es claro.

El principio de transacción libre de mutuo acuerdo además de ser vulnerado, como ya hemos visto con los impuestos, también lo es por la imposición de una moneda, como la moneda de curso legal; y hoy en día todavía es peor, ya que ésta carece totalmente de valor, siéndole otorgado su valor por el banco central, de modo que nuestra riqueza está a merced de sus decisiones, convirtiéndose éste en su propietario de hecho.

La prohibición de vender algo antes de poseerlo y el fruto de las cosechas antes de que madure elimina del mercado todas las transacciones especulativas de la bolsa y de los mercados de futuros, que hacen que los productores, en muchos casos, se vean forzados a vender por debajo de los costes, viéndose empobrecidos por especuladores cuyo único fin es el lucro.

En el caso de la usura, es patente que la sociedad siempre se ha defendido contra ella, ya que al buscarse un beneficio en el alquiler del dinero, este no participa en el proceso productivo, empobreciendo así a la sociedad. Tenemos un ejemplo claro en la situación actual de nuestro país. El banco central concede préstamos a la banca a un bajo interés con el dinero procedente de nuestros impuestos, y la banca privada, con este dinero, compra deuda pública a un alto interés, que tendremos que pagar con nuestros impuestos. Así que el tejido productivo carece de capital y se incrementa su carga impositiva arruinándolo.

Los que comen usura no se levantarán sino como se levanta en un ataque de locura el que ha sido tocado por el Shaytán. Eso es porque dicen: ‘La usura es como el comercio’. Sin embargo, Allah ha hecho lícito el comercio y ha prohibido la usura” Sura de la Vaca, 275 . “Allah hace inútil la usura pero da incremento a lo que se da con generosidad” Sura de la Vaca, 276.

Otro elemento esencial de la economía en el Islam es el incentivo de hacer circular la riqueza. Si tengo un dinar y compro un cordero y el pastor compra una alfombra y este un telar, la circulación de esta pequeña cantidad estimula la producción y beneficia a todas las manos por las que pasa. Dice ‘Aza ua Ŷal-la:

“A los que atesoran el oro y la plata y no los gastan en el camino de Allah, anúnciales un castigo doloroso:

El día en que, en el fuego de Yahannam, sean puestos al rojo (el oro y la plata) y con ellos se les queme la frente, los costados y la espalda: ‘Esto es lo que habíais atesorado en beneficio de vuestras almas, gustad lo que atesorabais’ Sura at-Tawba, 34-35.

La manera en que circula la riqueza en una sociedad y lo que produce muestra cuales son sus prioridades, algunas sociedades producen mezquitas y madrasas, su prioridad es utilizar la riqueza para un mayor conocimiento y acercamiento al real propietario, Allah, con ello purificándose, ennobleciéndose y generando un bienestar real para esta vida y la otra, protegiendo a los débiles y encauzando el poder de los fuertes.

Hemos analizado cómo la riqueza está en la circulación de la moneda, si no circula no beneficia ni a su propietario ni a nadie, y para que esta circulación sea beneficiosa debe tener lugar dentro de los limites establecidos por el Creador cuyas bases son, que la moneda sea sana, que no esté corrupta, y que el mercado, que es el lugar de la transacción, también esté libre de aquello que lo corrompe. Impregnándose del conocimiento (ma’arifat) de Allah obtenido en la mezquita y transformando su actividad en ‘Ibada.

Habrán triunfado los creyentes. Aquéllos que en su salat están presentes y se humillan. Los que de la frivolidad se apartan. Los que hacen efectivo el zakat. Sura de los Creyentes, 1-4.

 

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