Las luchas por el agua

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Río Nilo a su paso por Etiopía: una de las principales causas de tensión entre Egipto y Etiopía

La acentuada competencia geopolítica internacional por los recursos naturales ha convertido algunos recursos estratégicos en motores de una lucha de poder. Los recursos hídricos transnacionales han llegado a ser una causa particularmente activa de competencia y conflicto, que ha desencadenado una carrera a la construcción de presas y ha provocado cada vez más llamamientos para que las Naciones Unidas reconozcan el agua como un motivo fundamental de preocupación por la seguridad.

El agua es diferente de los demás recursos naturales. Al fin y al cabo, hay substitutos para muchos recursos, incluido el petróleo, pero ninguno para el agua. Asimismo, los países pueden importar combustibles fósiles, minerales y recursos de la biosfera, como pescado y madera de construcción, pero no pueden importar agua –que es esencialmente local– en gran escala y con carácter prolongado y, menos aún, permanente. El agua pesa más que el petróleo, por lo que resulta muy caro transportarla a lo largo de grandes distancias incluso por conductos (que requerirían de bombas grandes, consumidoras de gran cantidad de energía).

La paradoja del agua es que mantiene la vida, pero puede causar la muerte cuando se convierte en portadora de microbios o adopta la forma de un maremoto, riada, tormenta o huracán. Muchos de los mayores desastres naturales de nuestro tiempo –incluida, por ejemplo, la catástrofe de Fukushima en 2011– han tenido que ver con el agua.

El calentamiento planetario va a afectar cada vez más a los suministros de agua potable, precisamente cuando aumenta el nivel de los océanos y aumenta la intensidad y la frecuencia de las tormentas y otros fenómenos meteorológicos extremos. La rápida expansión económica y demográfica ya ha convertido el acceso suficiente al agua potable en un gran problema en grandes zonas del mundo. Los cambios en los estilos de vida, por ejemplo, han contribuido a un aumento del consumo de agua por habitante, pues el aumento de los ingresos fomenta el cambio de dieta, por ejemplo, en particular un mayor consumo de carne, cuya producción necesita diez veces más agua, por término medio, que las calorías y las proteínas procedentes de las plantas.

Actualmente, la población de la Tierra asciende a un poco más de siete mil millones de personas, pero el ganado en cualquier momento determinado asciende a más de 150.000 millones. La huella ecológica directa del ganado es mayor que la de la población humana y el rápido aumento del consumo de carne es por sí solo una causa de estrés hídrico.

En muchos países, la insuficiente disponibilidad de agua local está condicionando cada vez más las decisiones sobre dónde situar las nuevas instalaciones manufactureras y centrales energéticas. El Banco Mundial calcula que esas limitaciones están costando a China el 2,3 por ciento del PIB. Sin embargo, China no está aún en la categoría de Estados con estrés hídrico. Los que sí que lo están y que se extienden desde Corea del Sur y la India hasta Egipto e Israel, están pagando un precio aún mayor por sus problemas con el agua.

Esos países ya han comprendido que el agua es un recurso renovable, pero finito. La capacidad de reabastecimiento de agua de la naturaleza es invariable, lo que limita los recursos de agua dulce utilizable a unos 200.000 kilómetros cúbicos, pero la población humana casi se ha duplicado desde 1970, mientras que la economía mundial ha crecido aún más rápidamente.

Enmascarado bajo temas abstractos como la economía o la soberanía, los conflictos y las tensiónes por controlar el agua del planeta ha sido siempre un asunto importante para todas las naciones. En ello se han empeñado grandes empresas y gobiernos con pretextos de luchar contra el terrorismo o las drogas, por citar algunos, se han diseminado por diversas regiones geográficas.

Alrededor del mundo existen hoy ocho puntos donde podrían desatarse conflictos en relación al agua. Según un informe de la ONU sobre el desarrollo de los recursos hídricos en el mundo, para 2050 una de cada cuatro personas vivirá en un país con escasez crónica o recurrente de agua. «El crecimiento poblacional y el incremento de los ingresos conllevarán un enorme aumento del consumo de agua y de la generación de residuos. En los países en desarrollo, la población crecerá de forma alarmante y generará una demanda superior a las capacidades de los servicios y de la infraestructura, ya hoy en día insuficientes», explica el estudio.

Fuente: Brahma Chellaney – http://www.nacion.com/opinion/foros/lucha-agua_0_1360663953.html

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