LAS CLAVES DEL MATRIMONIO

Cada vez parecen más difíciles los matrimonios estables. Años atrás el divorcio se consideraba solo en último extremo y en casos verdaderamente dramáticos, tanto entre musulmanes como entre aquellos que no lo eran pero que lo tenían permitido por sus prácticas religiosas y sociales. Sin embargo, hoy día es tan común que lo realmente poco usual es encontrar personas que no hayan pasado en alguna ocasión por la experiencia.

El matrimonio, sin embargo, no debería ser una lotería en la que entramos con la esperanza de que nos salga bien pero con pocas posibilidades de conseguirlo. Aunque vivimos una época de cambios e inestabilidad, en el Corán y en la Sunna y en el consejo de los hombres de conocimiento podemos encontrar las claves que, de seguirlas, harían del divorcio lo que ha sido siempre: no una solución, sino una salida a casos extremos sin posibilidad de solución.

En el Islam, no se considera, como ya sabemos, la posibilidad de una relación fuera del matrimonio, pero sí podemos encontrar una manga muy ancha en cuanto a la forma en que un hombre y una mujer pueden mantener una relación matrimonial conveniente y satisfactoria para ambas partes.

Un matrimonio es en primer lugar un contrato, es decir, una transacción, y si hay algo ampliamente detallado en el fiqh son las transacciones, a fin de que no se produzcan abusos por ninguna de las partes.

En el Surat al Bácara, ayat 228, Allah, Exaltado sea, dice: “Y ellas tienen iguales derechos que obligaciones de acuerdo con lo que es justo. Y los hombres tienen un grado por encima de ellas”.

La igualdad de derechos y obligaciones hay que interpretarla por supuesto a la luz de la naturaleza. No es lo mismo una mujer que un hombre, una mujer tiene posibilidad de amamantar a sus hijos con sus pechos y un hombre no; por tanto, criarlos será una obligación de ella; sin embargo, Allah, subhanahu wa ta’ala, ha especificado en el Corán que ambos se pongan de acuerdo en cuanto al tiempo, y en caso de que ella no pueda hacerlo es él quien tiene la obligación de pagar para que el niño pueda ser alimentado.

“Las madres deberán amamantar a sus hijos durante dos años completos” (…) “No hay falta si ambos, de común acuerdo desean destetarlo. Y si queréis que alguien amamante a vuestros hijos, no hay falta en que paguéis por ello” (Surat al Bácara, ayat 233).

Por lo que se refiere al grado del esposo por encima de la esposa dijo Ibn Abbas, que Allah esté complacido con él y con su padre: “El grado señala la responsabilidad específica del hombre en establecer una convivencia bondadosa (husnil ishara) y en ser generoso con la mujer en lo referente a la riqueza y la conducta”[1].

Así pues, es el hombre quien establece esa convivencia bondadosa dentro del matrimonio y quien con su ejemplo y su autoridad determina el modelo de vida que desea para él y su familia.

Su generosidad abarca tres aspectos principalmente: el económico, el afectivo y el espiritual.

Con respecto a la obligación de atender económicamente los gastos de la mujer, en el Surat Talaq, ayat 7, Allah subhanahu wa ta’ala, determina cuál es la medida: “Que gaste el que tiene amplia riqueza con su amplitud y que el que tiene una provisión limitada gaste de lo que Allah le ha dado”.

Sin embargo, es importante que el hombre reconozca ese gasto como un derecho de su esposa y no la haga sentir humillada por el hecho de recibir ni espere a que ella se vea obligada a pedirle, ya que si Allah lo ha determinado así es porque ella da a cambio algo más valioso, como veremos más adelante, aunque no de tipo material.

Le preguntaron al Profeta Muhammad, paz y bendiciones de Allah sobre él: “¿Cuales son los derechos que una mujer tiene sobre su esposo?”. Respondió: “Que la alimente cuando él se alimenta, que la vista cuando él se proporciona ropa para sí mismo”.

El segundo aspecto es el afectivo. En su nivel más básico es la relación sexual y podríamos decir que una de las principales funciones del matrimonio es la satisfacción mutua de manera que ninguno de los dos se vea obligado a buscar esa satisfacción de forma haram.

Una mujer fue una vez al Profeta Mohammed, que Allah le bendiga y conceda paz, a quejarse de que no dormía bien por la noche, Omar Ibn al Jattab la miró enfadado y dijo: “Vete de aquí, esclava de Allah” (porque todos entre los árabes entendían perfectamente de qué estaba hablando. Si una mujer se queja acerca de su sueño, solo puede ser o porque su marido le está haciendo la vida muy difícil o porque no le está dando vida de ningún tipo).

Estaba asustada porque la habían echado, pero volvió y volvió a decir lo mismo. El Profeta, que Allah le bendiga y conceda paz, sonrió y le dijo que se fuera a su casa tranquila.

Entonces mandó llamar al esposo y le preguntó acerca de cómo pasaba la noche, y el hombre con toda franqueza le dijo: «Yo tengo un trabajo muy duro, tengo que transportar leña y llevarla a vender, y cuando llego a mi casa estoy muy cansado, hago mi oración y me duermo».

Entonces el Profeta, que Allah le bendiga y conceda paz, le dijo: «¿Eres un hombre casado?». Y el hombre en lugar de enfadarse sonrió y dijo: «Ahora sé por qué me haces estas preguntas». Y se dio cuenta de que de algún modo el Profeta, que Allah le bendiga y conceda paz, había llegado a tener conocimiento de que no estaba cumpliendo con su obligación, porque el nombre que se da a la relación sexual en el fiqh es al wayibu asharay, el deber legal».

Existe junto al aspecto sexual un elemento sutil y difícil de medir, pero no menos importante, que es el afecto, y que juega un importante papel en la estabilidad emocional, en la salud y en la capacidad de enfrentarse con los retos de la vida.

El afecto es especialmente importante para la mujer, por eso Allah, subhanahu wa ta’ala, dice también en el Corán: «Antes de ir a vuestras esposas haceos preceder» (…), es decir, sed cariñosos y afectuosos para acercaros a la mujer.

Un esposo generoso es siempre bienvenido, un esposo correcto que cumple con sus citas y promesas es siempre respetado.

El tercer aspecto es el espiritual. Si el hombre no se mantiene en constante crecimiento espiritual y lo transmite en su casa, ésta terminará siendo como una tumba y eso se manifestará en una esposa que no deja de quejarse.

“Y no convirtáis vuestras casas en tumbas” (…) La queja de la mujer, sea cual sea el objeto de ella, es la expresión de su desnutrición espiritual, y cuando el hombre no es capaz de llenar esa sed, debe al menos intentar procurarle los medios para que ella pueda satisfacerla; si él no entiende lo que sucede, esa queja terminará corroyendo la relación familiar y dejará al hombre enfermo y exhausto.

Ya Uzman dan Fodio advertía a finales del siglo XVIII a los hombres que es una obligación para ellos atender a la educación intelectual y espiritual de sus mujeres, esposas e hijas, en preferencia al beneficio que podían obtener de su trabajo y servicios, y que cuando ellos no están en condiciones de hacerlo personalmente, deben facilitarles la posibilidad de acceder a ella por otros medios.

En cuanto a las obligaciones de la esposa, la primera y más importante de todas es aquella que el Profeta Muhammad, la paz y bendiciones de Allah sean con él, mencionó cuando dijo que las mujeres eran para el hombre una amana: la fidelidad, no en el sentido exclusivo de fidelidad sexual, sino en el de tener una vida en dependencia.

En muchas ocasiones es difícil para el hombre tener consideración y reconocer ese elemento tan sutil e importante en la vida de cualquier ser humano, sin embargo una de las causas que más separaciones producen en nuestros días es precisamente la falta de acuerdo en cuanto al rumbo de la vida, la carrera profesional, el lugar de residencia, etc., que en muchos casos entran en contradicción y a veces en abierta rivalidad entre el hombre y la mujer modernos, luchando cada uno por sus propios intereses personales.

La fidelidad implica una subordinación en la dirección de los asuntos, dejar de lado los propios intereses personales para seguir el mismo rumbo.

Eso no implica que el hombre no consulte ni pida consejo a su esposa, como insinúan algunos malintencionados, simplemente significa que en última instancia él decide y es responsable del bien o del mal producido por sus decisiones.

Cuando el objetivo del hombre en la vida también está por encima de sus propios intereses materiales y se proyecta hacia un destino espiritual superior, no deja de ser más fácil para la mujer comprender y seguir el rumbo que él decide que cuando esa meta se dirige al mero desarrollo personal de él, pero, en cualquier caso, el hombre debe comprender y valorar el alto grado de desapego que esto contiene, por eso una importante parte del discurso de despedida del Profeta Muhammad, que Allah le bendiga y le dé paz, fue dedicada a hacer a los hombres conscientes de lo que significa este elemento.

En definitiva, si observamos detenidamente los casos de desacuerdo matrimonial podemos reconocer siempre el fallo de alguno o varios de estos elementos, y si actuamos con sinceridad, Allah nos ha dado instrucciones y herramientas para poder remediarlo a tiempo en la mayoría de los casos. Y Él sabe más de esto.


[1] Cita del Jutba de Shej Muhammed Ibn al Kasbi de 20-05-05

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