La virtud contra la nada – Análisis de ‘El ínterin es mío’, de Ian Dallas

Robert Devereux, II Conde de Essex
Robert Devereux, II Conde de Essex

En el Orden Antiguo, bajo el dominio de la Iglesia Cristiana, todos los niños nacían en pecado. En el Orden Nuevo, bajo el mandato de la Secta Financiera, todos los niños nacen endeudados.

Esta cita resume a la perfección el mensaje central de El Ínterin es mío, una de las últimas obras de Ian Dallas. Y lo hace porque expresa de una forma muy gráfica la tesis central del libro: el análisis de lo que podríamos llamar “clave de bóveda” de los modelos de sociedad.

Así, mientras que en el Orden Antiguo al que aquí se alude, el concepto de culpa y pecado se tornaba primordial para el dominio de las masas, en el Orden Nuevo este papel ha sido sustituido por mecanismos mucho más sutiles de carácter económico.

En efecto, la piedra angular sobre la que se sustenta todo el sistema global no consiste más que en una serie de bits que representan dinero. No hay que ser un iluminado para darse cuenta: basta con ver la última modificación de la Constitución Española y leer que el pago de los intereses de la deuda tiene prioridad sobre cualquier otro asunto; o plantearse cuántas muertes por inanición causan los juegos especulativos de la Bolsa de Chicago.

La conclusión es obvia: nuestra sociedad carece de todo fundamento ético verdadero, su única moral es fingida. Ni siquiera las élites oligárquicas gobiernan sobre ella, pues ellas están sometidas al tirano más absoluto: el dinero, un dinero que consiste en impulsos electrónicos binarios y tinta sobre papel. O sea, en nada. Así pues, nuestra sociedad, al carecer de cimiento alguno, es la sociedad del puro nihilismo. Si bien esto queda velado ante las grandes masas, adormecidas con falsas libertades (el clásico panem et circenses),  pues una verdad tan aterradora es imposible de soportar a gran escala. Como Ian Dallas apunta en el libro:

El nihilismo es la doctrina central de la sociedad actual que invita, a quien la suscribe, a completar la aniquilación de forma consciente y no, como ocurre en la actualidad, sumido en la inconsciencia.

Sin embargo, esta sociedad nihilista no es, ni mucho menos, una herencia histórica europea. Todo lo contrario. Precisamente, la parte central del libro se centra en la exposición y defensa del código de caballería como un ejemplo de organización social basada en la virtud. Y para exponerlo se apoya en la figura de Robert Devereux, II Conde de Essex y valido de Isabel I de Inglaterra, cuyos textos, citados en El Ínterin es mío, son una auténtica joya. Ha de señalarse que esta realidad del ámbito de la caballería no estaba en realidad relacionada con los dogmas de la Iglesia romana. Más bien, tal y como se expone en el libro, ésta se encargó de perseguir largamente a los nobles caballeros y a sus virtuosos valores.

Es aquí donde podemos establecer una conexión con el paradigma de sociedad islámica, pues éste también está basado en la virtud, virtud (futwwah) que es mantenida sin corrupción gracias a la creencia y taqwa generalizada de la población. Este hecho, junto con su continuidad histórica durante 1300 años, es garante de que el modelo social islámico, sobre el que ya hemos hablado en anteriores ocasiones, no es ninguna utopía. El mismo autor de nuestro libro, en otra de sus obras, Sultaniyya, lo expresa del siguiente modo:

Es la sunna del Mensajero, que Allah lo bendiga y le de paz, entre su gente lo que establece que la sociedad islámica no es un sueño de futuro pospuesto hasta el fin de los días, sino, más bien, que tenemos un modelo sobre el cual fundamentar nuevas y dinámicas versiones de esa sociedad de bienestar espiritual y social que él y sus compañeros consiguieron.

El libro, aparte de dar estos fundamentos teóricos, es una constante llamada a la acción, una invitación a ser los instigadores del cambio que ponga a la virtud en el lugar que ahora ocupa el nihilismo. Quedémonos con las palabras que Essex pronunciara una vez que Isabel I, su otra protectora, decidió destruir su figura:

Todos los poderes de la Tierra jamás podrán mostrar más fuerza y más constancia a la hora de oprimir que la que yo puedo demostrar tener a la hora de aguantar lo que quieran o puedan imponerme.


 

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