La ‘sunna’ del Profeta, hacer como el hacía, ser como él era

“Di: si amáis a Allah, seguidme y Allah os amará” (Sura de la Familia de Imran, 31).

Como es el caso con todo el Libro de Allah, esta corta aleya contiene una importante guía. Si no fuese porque el amor a nuestro Señor está en nuestros corazones, no seríamos gente que da testimonio sincero de Él y de Su Mensajero, al que Allah le dé Su gracia y paz, en estos tiempos oscuros. El ser personas que voluntariamente cumplen con las obligaciones que Allah nos ha encomendado en esta época es en sí mismo un signo de que este amor por Él está firmemente establecido en nuestros corazones. Sin embargo, si bien este es ciertamente el caso, es vital que reconozcamos que el amor que tenemos por Allah, la clave de que hayamos encontrado la guía y también clave de todo nuestro bien, no es algo que proceda de nosotros mismos, sino que en realidad no es más que un generoso regalo de Él para con nosotros.

Cumpliendo con el primer criterio en la aleya, nuestro amor hacia Allah, se hace ahora relevante el segundo elemento, seguir al Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, o lo que es lo mismo, entender e implementar la Sunna. En su sentido más amplio, la Sunna es la práctica de todos los aspectos de nuestro Din, ya que sin el vivo ejemplo del Mensajero de Allah, al que Allah le de Su gracia y paz, no habríamos sabido cómo aplicar el Mensaje que él trajo ni orientar de forma correcta la guía que contiene el Libro de Allah. Por ejemplo, no sabríamos cómo hacer las oraciones, cómo ayunar, pagar el Zakat o realizar el Hayy. De hecho, él, al que Allah le dé Su gracia y paz, encarnaba el Mensaje con el que fue enviado de forma tan completa que sabemos que su esposa Aisha dijo de él: “Su comportamiento era el Corán”.

No obstante, hace ya algún tiempo que para muchos musulmanes la palabra sunna se equipara con los ahádiz (singular hadith) del Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz: con el registro escrito de lo que él dijo e hizo. Siempre que esta comprensión de la Sunna estuvo capitaneada por hombres de conocimiento y taqwa, la integridad del Din no se vio afectada negativamente. Sin embargo, en los últimos tiempos, en manos de hombres que carecen de estos atributos indispensables, han dado lugar a dos deformaciones graves en el Din del Islam: el modernismo y el llamado salafismo.

Los modernistas, deslumbrados por el aparente éxito de la ciencia occidental, el poder político y la dominación mundial que surgió en sus comienzos, decidieron que el Islam estaba atrasado: el Islam debía adaptarse a los tiempos que corrían. Con este fin, los modernistas decidieron que a partir de entonces los ahádiz no deberían ser leídos tan literalmente, sino que habrían ser reinterpretados a la luz de los descubrimientos de la era moderna. Al reexaminar los ahádiz de esta forma, se convirtieron en los principios jurídicos que luego podrían ser aplicados para adaptarse a las exigencias de la época. De esta manera, siglos de meticulosa erudición abarcando todos los aspectos de la vida humana fueron simplemente desechados y modelos políticos totalmente desconocidos para el Islam y modelos económicos que categóricamente contradecían la Sharia se introdujeron en tierras musulmanas. En un breve periodo de tiempo esto provocó el desmembramiento del Dar Al Islam, garantizando la secularización de todos los países musulmanes del mundo. El resultado ha sido que Islam ha quedado restringido prácticamente en su totalidad a la mezquita y el hogar; quedando anulado su papel indispensable en los mercados y puestos de gobierno.

En cuanto a los llamados salafistas, son gente que toman los ahádiz literalmente y fuera de su contexto original. Carecen del conocimiento y la visión para comprender lo que el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, quería decir cuando dijo lo que dijo. Es necesario tener un vasto conocimiento de las ciencias del hadiz antes de ser capaz de pronunciarse respecto a sobre qué ahádiz en particular se debe actuar o no y en qué circunstancias. En el mejor de los casos, esta desviación resulta en la reducción de la Sunna a aspectos insignificantes exteriores de comportamiento y código de vestimenta, como enrollarse la parte final de los pantalones o cubrir a las mujeres en bolsas negras. En el peor de los casos, da lugar a las atrocidades de los jawariy del EI, de las que desgraciadamente hemos sido testigos, en Siria e Iraq, y que hacen lo que hacen por su completa e ignorante interpretación de los textos básicos del Islam.

En pinceladas muy generales, estas son dos de las formas, en nuestros días, desafortunadamente, de como la sunna del Profeta ha sido pervertida, hasta tal punto que para un observador externo podría parecerle que esto es todo lo que el Islam ofrece, algo que está tan comprometido con el statu quo que finalmente no tiene nada que atraiga a un honesto buscador del significado de la vida o algo tan abominable que ninguna persona en su sano juicio podría considerarlo como una opción viable para sí mismo. Entonces qué se puede hacer para presentar al mundo la verdadera imagen del Islam que tan desesperadamente necesita el ser humano para sobrevivir en la oscuridad caótica que envuelve el mundo. La respuesta se encuentra en las famosas palabras de Imam Malik:

“Esta comunidad sólo volverá al camino recto en los últimos tiempos por lo que la hizo entrar en el camino recto en los primeros tiempos”.

La manera de hacer esto está magistralmente trazada en el texto seminal Educación Islámica de Raíz, de Shaij Abdalqadir As-Sufi. Lo que defiende es volver al Islam primigenio, la Guía Divina en acción en su primera manifestación en Medina al-Munawara.

Lo que está claro, cuando se examina el fenómeno islámico original, es que no tiene nada que ver con el establecimiento de un Estado o la creación de un califato, a pesar de que el gobierno se hizo necesario a medida que la primera comunidad creció en tamaño y el califato se convirtió en una obligación cuando las condiciones eran pertinentes; era en realidad, simplemente, la cuestión del cumplimiento de dos contratos.

El primer contrato era el de cada individuo con Su señor, el contrato de ibada, ‘los actos de adoración’, que se llevan a cabo para con Allah. El registro exacto de éstos ha sido escrupulosamente mantenido a través de los siglos hasta llegarnos a nuestros tiempos por dos canales: el ejemplo de la práctica y la descripción precisa de amal ahlil madina, ‘el comportamiento de la gente de Medina’. De hecho, esta transmisión ha sido tan meticulosa que si alguien de ese magnífico tiempo fuese capaz de unirse a nosotros en la ibada no se sentiría de ninguna forma fuera de lugar.

El segundo contrato es el que todo musulmán tiene con cualquier otro musulmán. Esto se vio maravillosamente reflejado en el contrato de hermandad sin precedentes que el Profeta, al que Allah le de Su gracia y paz, instituyó entre los Ansar y los Muhayirún, cortando de esta manera sus lazos tribales y familiares, que hasta entonces habían sido la única base de unidad social y política, y creando de esta forma una nueva asabiyya, ‘cohesión social’, fundada en su identidad como musulmanes. Esta fórmula se extendió hasta abarcar todas las transacciones entre ellos, y esto es lo que les hizo la mejor comunidad en toda la historia. Fue la confianza mutua que existía entre ellos y el amor que tenían el uno por el otro, de tal forma que Allah los define como los que tienen los corazones unificados, que les llevó, de ser un pequeño grupo de hombres y mujeres, a convertirse en una fuerza imparable que llegó a la mayor parte del mundo conocido en una sola generación.

Esto es lo que seguir al Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, realmente implica. Y pido a Allah, nuestro Señor Generoso, que genere algo de esta energía original entre los musulmanes hoy en día, para que la verdadera imagen del Islam se manifieste una vez más, pues es cierto que quizás nunca hubo un tiempo en el que la luz, la compasión y la justicia del Din de Allah estuviesen más en falta que en esta época.

Hemos mencionado anteriormente la aleya de la Sura de la Familia de Imran, en la que

Allah dice: “Di: si amáis a Allah, seguidme y Allah os amará”.

Concentrándonos principalmente en la palabra “seguidme”, que conlleva el asumir la realidad de la sunna del Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz. Hemos mencionado también que mucha gente equipara la Sunna con los ahádiz del Profeta, al que Allah le de Su gracia y paz, y consideran seguir la Sunna como el copiar ciertas acciones que el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, hacía en determinados momentos. De ninguna forma estoy diciendo que no se deba seguir al Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, en lo que hizo; pero de la misma forma también me gustaría dejar claro que la Sunna no debe limitarse a copiar algunas de sus acciones externas. Hay un aspecto de la Sunna en el que rara vez se hace hincapié: seguir al Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, en lo que él era.

Shaij Muhammad Ibn Al Habib dice en el largo du’a que forma parte de su wird, cuando pide bendiciones sobre el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz: “(…) seguirle en sus palabras, acciones, comportamiento, noble carácter y estados”. Muchos hablan acerca de seguir las palabras y acciones del Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz; pocos recalcan la importancia de seguirle en sus modales y su noble carácter, incluyendo también su paciencia, longanimidad, capacidad de perdón, generosidad, su mano siempre abierta, coraje, valentía, modestia, humildad, su buen compañerismo, cortesía, compasión, misericordia, integridad, veracidad, justicia, honradez, probidad, hombría, abstinencia, temor de Allah y obediencia a Él en toda circunstancia.

Probablemente, ninguno de nosotros va a ser groseramente abordado por un árabe del desierto que nos agarre de la ropa de tal manera que nos deje una marca en el cuello y seguidamente nos insulte, y aun así le demos lo que pide, como hizo el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz. Ninguno de nosotros le va a dar a otro tantas ovejas como para llenar un valle entre dos montañas, y en ningún momento rechazar a nadie que nos pida y dejarle marchar con las manos vacías. Ninguno de nosotros va a estar presente el día de Hunayn y va a volver a enfrentarse al enemigo, solo, cuando todos a nuestro alrededor huyen para salvar sus vidas. Estos son tres de los innumerables ejemplos en los que ciertas cualidades de las que hemos mencionado se manifiestan en el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz. Sin embargo, todos nosotros nos enfrentaremos a situaciones en nuestras propias vidas en las que estas cualidades nos serán exigidas, y este momento nos va a llevar a un aspecto vital en la importancia de seguir al Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz. En ocasiones se trata a la Sunna como si fuese una armadura antigua que vistes a modo de protección contra los problemas actuales. Esta no es la forma ágil y versátil de encarnar la sunna. Hay que darle vida a la Sunna aquí y ahora para confrontar las situaciones de hoy en día. Debemos intentar actuar como el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, actuaría si él estuviese con nosotros hoy. Debemos hacer todo lo que está a nuestro alcance para encarnar esas nobles cualidades de carácter a las que él mismo nos dijo que había sido enviado para perfeccionar. Solo en la medida en la que hagamos esto seremos verdaderamente capaces de decir que estamos siguiéndole.

Y si lo hacemos, el último elemento de la aleya del Libro de Allah que hemos estado citando se convertirá en una realidad para nosotros: Allah, el Altísimo, el Señor, el Creador de toda la existencia, nos va a amar. Y como el hadiz qudsi nos enseña: “Si Él nos ama, Él se convertirá en el oído con el que oímos, la vista con la que vemos, la mano con la que golpeamos y el pie con el que andamos. Si pedimos (algo) de Él, ciertamente Él nos lo dará y si buscamos refugio en Él, ciertamente Él nos concederá refugio. Si este es el resultado final, nada podrá interponerse en nuestro camino. Y esto me lleva a lo que probablemente sea la expresión más elevada de toda la Sunna del Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz. Cuando recibió la revelación por primera vez en la cueva de Hira, él era el único musulmán en el mundo; cuando murió, veintitrés años más tarde, prácticamente la totalidad de la Península arábiga, cientos de miles de hombres y mujeres, se había convertido al Islam. Pedimos a Allah que nos conceda éxito en seguirle, de forma que podamos dirigir a la gente de esta tierra a la manifestación final de Su guía para la humanidad, el Din del Islam, y en la restauración de la verdadera adoración de Él en la faz de la Tierra.

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