La política del conocimiento

Internet manifiesta la separación entre el conocimiento y la persona

Poner orden en el caos es un intento considerable. En su libro Historia social del conocimiento, el historiador inglés de los medios de comunicación Peter Burke trata a grandes rasgos la política educativa desde el siglo pasado hasta nuestros días, de la enciclopedia a la Wikipedia. El libro no sólo describe el cambio drástico actual de nuestra sociedad de la información y del conocimiento, sino también el proceso de recopilación, archivado y propagación del conocimiento, hasta la supresión del mismo.

El filósofo inglés Sir Francis Bacon ya constató en el siglo XVI que «el conocimiento es poder; el poder es conocimiento». El que sabía dónde encontrar las fuentes y podía utilizar las nuevas técnicas en su beneficio obtenía una ventaja decisiva. Por supuesto, el poder mismo tenía un interés creciente por el cultivo de un conocimiento a su favor. A través de los siglos se impuso finalmente una idea de las ciencias objetivas, complementada por el creciente deseo de la utilidad comercial del conocimiento.

Esa explosión de datos a escala global conmociona desde hace tiempo el antiguo entendimiento del conocimiento. Algún creyente de la técnica compara el infinito internet en su repercusión con una revelación, que producirá un nuevo orden y creará nuevas leyes y normas de comportamiento, que, a su vez, despojarán al individuo e incluso a naciones enteras de su propia voluntad.

El fenómeno «Big Data» simboliza hoy en día también una especie de fantasía de poder, que abarca la idea de omnisciencia y control. El factor «hombre», como portador y usuario de conocimiento, es sustituido por la lógica del banco de datos.

Según el convencimiento filosófico de cada uno, internet y su administración de datos y conocimiento representan un abismo o una esperanza de encontrar soluciones nuevas a los desafíos de la historia de la humanidad. Actualmente reina una duda evidente sobre si internet y su posible política del conocimiento facilitan mayor libertad al hombre o ninguna.

En cualquier caso, los pesimistas interpretan la red según la definición de Carl Schmitt, citada en su Nomos der Erde (Nomos de la Tierra): “El Nihilismo se manifiesta en una separación entre orden y localización”. Internet está en todas partes y en ninguna, todos tenemos acceso a él y todos estamos influenciados por él, sin respeto a las tradiciones de pensamiento locales o a los estados de ánimo de sus usuarios. Sin sentimiento alguno por los valores o la exigencia de una diferenciación profunda, internet reúne todos los ámbitos del conocimiento. Y además, cada día se suben a la red casi siete millones de páginas web nuevas.

La queja de Nevid Kermani de que los musulmanes se encuentran en la actualidad en un estado lamentable, porque una interpretación de la historia del Islam de 1400 años de antigüedad parece desaparecer, señala directamente el problema. Durante muchos años, en la educación islámica existía una unión entre el lugar, la persona y el conocimiento, con muchas peculiaridades locales. Estas tradiciones de transmisión del conocimiento están desapareciendo. Muchos musulmanes jóvenes ya no adquieren su conocimiento en las clases de su imam, establecidas durante años, o en la escuela, sino que eligen caminos diferentes mucho más rápidos.

En Youtube, Facebook o Twitter se recogen todo tipo de convicciones, enseñanzas y juicios de todo el mundo, igual que si pusiéramos en el carrito de la compra toda clase de alimentos. Especialmente atroz es ver a jóvenes musulmanes que, tras varios años con «Shaij Google», no sólo expresan opiniones durísimas y definitivas, sino que en casos extremos son capaces de poner en práctica esos juicios. La mayoría sigue una enseñanza global y uniforme que no da valor alguno a las tradiciones locales. De esta forma, se pone patas arriba la formación básica de siglos de los musulmanes, basada en la minuciosidad.

Sin lugar a dudas, internet y los medios sociales separan no sólo orden y localización, sino que también separan progresivamente el conocimiento y la persona. El fenómeno de una cultura de conocimiento global es fascinante y espantoso a la vez. Sirva como advertencia general la palabra del erudito universal Herbert Simon: «Una abundancia de información crea una pobreza de atención».

La separación entre conocimiento y persona, una tendencia que los medios sociales refuerzan, se reconoce también en el contexto de la educación islámica. La importancia de la persona en la formación islámica, que ha sido durante siglos la llave de la transmisión de conocimiento, ha caído en descrédito. Cuando se habla con jóvenes musulmanes, se oye a menudo una cierta desconfianza hacia los maestros. Dicen que son corruptos con el poder político, que se callan ante los temas importantes de su tiempo o que no entienden el sitio en el que viven. Muchos jóvenes musulmanes sueñan con el maestro ideal que pueda resolver todos los problemas y enigmas de manera «objetiva»; sin embargo, este maestro no existe en su mundo más inmediato. Se dejan engañar fácilmente por falsos salvadores virtuales.

El peligro de este proceso es evidente, ya que si un día sólo los algoritmos de Google dirigieran la sed de conocimiento del usuario, podrían perderse con el tiempo aspectos muy importantes de la metodología islámica. Incluso hoy en día, debido a la falta de una enseñanza reconocida válida, hay pocos musulmanes que pueden justificar de manera metódica sobre qué fundamentos basan su Imán y su Islam. Los musulmanes que quieran aprender deben entender que no sólo es necesaria una cierta desaceleración, sino también un querer invertir años para el estudio consecuente de los fundamentos del Islam.

No es una mera coincidencia que muchos musulmanes tengan la esperanza de que precisamente en Europa se establezca una enseñanza libre que acabe con la amenazante y completa separación de conocimiento y persona y de conocimiento y lugar. La enseñanza en este país podría abarcar también el uso crítico de las nuevas tecnologías desde un punto de vista islámico. De esta manera habría nuevos lugares de enseñanza libre y de conocimiento que reconcilie la transmisión de conocimiento tradicional con la modernidad, sin olvidarnos de los maestros fiables.

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