La influencia del saber de los musulmanes en Occidente

ciencias islamicas

La mayoría de los europeos no han sabido valorar la aportación que han recibido del saber de los musulmanes, aunque tal vez, muchos de ellos lo desconocen puesto que en las escuelas no se potencia esta enseñanza ni períodos  históricos.

Esta influencia se extendió a todos los ámbitos: ciencias, artes, filosofía…

En el ámbito de las ciencias podríamos hacer una distinción entre ciencias naturales y ciencias matemáticas.

Refiriéndonos a las primeras, destaca el modo en que Occidente adoptó la “química o Al-khimia”, cuyo origen y nombre es árabe. Esta ciencia proviene de Egipto, sin embargo, algunos filósofos árabes como Jabir ibn- Hayyan dejaron textos escritos sobre la Al-khimia.

En lo que se refiere a las segundas, todos sabemos que los números que utilizamos actualmente se denominan números árabes; y el 0 fue inventado por un matemático árabe-musulmán llamado Muhammad Al-Khwarizmi. También la ciencia del álgebra, que tiene su origen en la india, es transmitida a Occidente a través de la mundo musulmán.

A su vez, el libro Canon de la medicina de al-Husayn ibn Sīnā (Avicena) fue durante mucho tiempo la base medicinal de Occidente. Descubrió que la sangre parte del corazón hacia el resto del cuerpo para luego volver, y expone con precisión el sistema de venas y arterias, así como las válvulas del corazón, es el primero en describir correctamente la anatomía del ojo humano, y emite también la hipótesis según la cual el agua y la atmósfera contienen minúsculos organismos causantes de algunas enfermedades infecciosas.

La presencia de los musulmanes en Al-Ándalus favoreció la aparición de un nuevo arte (el arte Mudéjar). Los mudéjares utilizaron en sus obras el ladrillo formando con él arcadas, formas geométricas, arcos entrelazados, y todo tipo de filigranas; cumplía así el ladrillo doble función, constructiva y decorativa. También empleaban el yeso y la madera con fines ornamentales.

Antes también había inventos que solo se encontraban en Oriente. En una ocasión, el califa Haroun-al-Rachid ofreció al emperador Carlomagno un reloj de agua que marcaba las horas dejando caer bolas de bronce en un recipiente; era un regalo que en esos momentos no tenía precedentes en la Europa occidental.

Salir de la versión móvil