¿Se imaginan que una asociación de vecinos privatizara las cuevas de Altamira para así poder sacar rendimiento económico de las mismas con el fin de construir una piscina y un campo de golf en su urbanización? ¿Se imaginan que los musulmanes hubiéramos conservado el uso de las mezquitas españolas como consecuencia de las Capitulaciones firmadas por los Reyes Católicos y llegado el momento privatizáramos la mezquita de Sevilla y la de Córdoba? Ni la Alhambra es de los musulmanes ni la Mezquita de Córdoba de los católicos, ambos monumentos son patrimonio nacional de los españoles y de la humanidad y así deberían seguir siendo en beneficio de la convivencia y de la propia conservación del patrimonio histórico, artístico y cultural.
Tan absurdo resulta reivindicar el culto musulmán en una mezquita como la de Córdoba que menos mezquita es ya cualquier cosa, como inmatricularla, es decir, registrarla como propiedad privada de una entidad, en este caso la Iglesia Católica. Si bien tiene concedido el uso parcial de la misma para celebrar su liturgia, en absoluto puede disponer del templo como suyo. La pasividad del gobierno del PP en este asunto es complicidad ante una expropiación inversa del patrimonio de todos los ciudadanos, sean del credo que sean.
Apropiarse del patrimonio histórico por medio de inmatriculaciones es como apropiarse del mar, de los bosques, de los ríos… Podemos ceder los usos, siempre que no pongan en peligro su conservación, podemos delegar su administración y conservación, pero no podemos privatizarlos.
¿Recuerdan el lío que se montó porque unos piratas disfrazados de empresa caza tesoros rescató el cargamento del buque español Nuestra Señora de las Mercedes (más de 380 millones de euros en monedas de plata y oro del siglo XVIII)? ¿Cuál era el argumento que esgrimía el Gobierno Español contra la empresa norteamericana Odyssey? No son simples monedas para vender a los coleccionistas de antigüedades, son patrimonio histórico español y como tal pertenecen al Reino de España.
La Mezquita de Córdoba como la Alhambra, la Catedral de Sevilla, el Códice Calixtino o el Gernika no pueden pertenecer nunca a entidades privadas sean museos, galerías, entidades religiosas, o empresas caza tesoros. Si tenemos unos políticos que dan miedo verlos y oírlos hablar, al menos que intervenga la UNESCO en su defensa, que para eso los declaró patrimonio de la humanidad.
La Iglesia se enroca ante los tiempos difíciles y de vacas flacas que se le avecinan. Ve amenazados sus privilegios de antaño al descender el número de practicantes católicos que cotizan y que votan siguiendo sus dictados. Ve surgir partidos laicos de izquierdas que no ocultan las pocas concesiones que harán a los banqueros, señoritos y caciques, aliados tradicionales de una Iglesia oficial que siempre se ha inclinado por los poderosos, contradiciendo sus propias doctrinas. Ve además que los musulmanes son cada vez más y que ya ha habido voces que reclaman recuperar su patrimonio.
Pero que estén tranquilos nuestros vecinos católicos. No está entre las prioridades de las comunidades musulmanas españolas recuperar para el culto ninguna mezquita histórica. El mundo es una mezquita para los musulmanes y mezquitas en España hay para dar y regalar. Lo que nos faltan son empresarios y empresas que generen trabajo y riqueza para una empobrecida Umma que vive del subsidio y de la subvención extranjera.
Hacen falta proyectos innovadores que generen comunidad y convivencia, no polémicas absurdas llenas de demagógicos argumentos que no dan de comer a nadie. Hacen falta viviendas, grajas, mercados, escuelas, cementerios…
Fuente: http://latribunadelpaisvasco.com/