La economía como deuda

La economía como deuda

“Economía” es un término que todos conocemos, pero la transformación de la economía en un sinónimo de deuda, a través de ingenierías financieras de bancos y Gobiernos, es algo que solo data de 1971.

Ya lo decían los abuelos de Soria −Isidro y Moisés− en el vídeo que ha causado furor en internet, con esas boinas y ese aire antiguo de hombres de campo: «Muchos dicen ‘yo tengo un chico que estudia economía’. Eso no hace falta estudiar. El hombre que gane cinco duros que se gaste uno, ya está la economía. Pero el hombre que gana cinco duros y se gaste seis, ya se ha jodido la economía. No hace falta ser economista. La economía tiene que venir por uno mismo, ganar cinco y gastar uno. Esa es la economía verdadera».  Detrás de esa inocencia y ese postulado simple, se esconde una verdad como la copa de un pino, valga la expresión campechana. Una economía que se basa en la deuda es una economía que no puede funcionar. Este tipo de economía está generalizada en el mundo, pero vamos a centrarnos en cómo funciona en España esta economía de deuda y por qué hemos llegado a la situación actual.

Lo primero que tenemos que saber es que cuando se habla de economía hoy en día se está hablando de deuda; por lo tanto, cuando se dice que la economía está en crisis, lo que realmente está en crisis es la deuda. Claro, uno se pregunta: “¿Deuda?, ¿qué deuda?”. Esa deuda es la que tiene el conjunto del Estado y los individuos. La primera es a la que se llama deuda pública −o deuda nacional−, y la segunda, la deuda domestica −o deuda privada−. La deuda pública es la que contrae el Gobierno con sus acreedores para solventar sus gastos de funcionamiento, y la deuda privada es la que contrae el resto de la sociedad, tanto individuos como empresas, con el mismo fin. Primero veamos cómo se contrae esa deuda y con quién; para esto tenemos que conocer la naturaleza del dinero que usamos hoy en día, que se llama dinero fíat, y el de su predecesor, el dinero fiduciario. En principio, este dinero se define como dinero que deriva su valor de un decreto gubernamental, en latín la palabra “fiat” significa ‘debe ser’. Pero otra forma de describirlo es decir que se basa en la fe de los que lo usan y no en su valor intrínseco.

El dinero se puede clasificar en tres tipos: el que llamaremos dinero real, el fiduciario y el dinero fíat. El dinero real es aquel cuyo valor es intrínseco al material con el que está fabricado y a la apreciación de ese material en la sociedad, como el oro o la plata. El dinero fiduciario es aquel que está respaldado por alguna comodidad, es decir, que su valor nominal está determinado por la cantidad de oro, plata, petróleo, sal o cualquier otra comodidad por la que en última instancia ese trozo de papel sea intercambiable.  El dinero fíat, en cambio, no está respaldado por ninguna comodidad, es decir, su valor real es el del peso del papel sobre el que está impreso y la tinta con la que está imprimido. Durante el siglo XIX y hasta mediados del siglo XX la economía se basaba en un término llamado “patrón oro”. El patrón oro significaba que la denominación de los billetes y monedas era para indicar por qué cantidad de oro éstos eran intercambiables, y, aunque la relación no era de una unidad monetaria por pieza de oro y se emitía más moneda que el oro acumulado, el hecho de que en última instancia toda emisión tenía que estar respaldada por oro, era un control sobre la inflación y la especulación monetaria.

Con este modelo la inflación se mantuvo a unos niveles bajos en el mundo occidental; esto se debía a que ni los bancos centrales ni los comerciales tenían un control absoluto sobre la creación de dinero, aunque ya empezaban a tenerlo usando el método que se conoce como “reserva fraccionaria”. La reserva fraccionaria funcionaba (y sigue funcionando) de la siguiente manera: un banco recibe en depósito diez monedas de oro, por las cuales emite un recibo al depositario por ese valor. Pero luego, a partir de que los bancos se dieron cuenta de que la gente no solía retirar su oro, sino que usaba esos recibos como forma de trueque, sobre esas diez monedas empezaron a emitir recibos por valor de cien. Procedimiento por el cual estaban creando dinero de la nada. A pesar de esto, siempre, en última instancia, era necesario el respaldo de algo tangible. Pero desde que en 1971 el presidente Nixon abandonara el patrón oro, las cosas han cambiado. Hasta entonces los países procuraban mantener un balance de importación/exportación que les permitiera acumular oro, o, en su defecto, dólares, que de acuerdo al tratado de Bretton Woods de 1944, podían ser canjeados por oro.

EE. UU. era el único país al que no le importaba mantener este equilibrio de importación/exportación, pues al ser el dólar la única divisa internacional, codiciada por todos los bancos centrales, podía pagar a sus acreedores simplemente imprimiendo más dólares. Poco a poco los bancos centrales de casi todo el mundo fueron deshaciéndose de sus reservas de oro y canjeándolas por dólares, puesto que proporcionaban una mayor liquidez, de ahí que surgiera la expresión: “Un dólar es tan bueno como el oro”. El dólar se basaba en la hegemonía internacional de los EE. UU. Pero cuando en los años 70, EE. UU. se enfrentó a una grave crisis de liquidez, conocida como “la crisis de petróleo”, y a sus enormes gastos en la guerra de Vietnam, decidió romper con el patrón oro para poder emitir más dólares sin ninguna restricción y hacer frente a sus pagos. Desde este momento el dólar pasó de estar respaldado por el oro, a estar respaldado por la deuda; se pasó del dinero fiduciario al dinero fíat. Por extensión, porque todos los bancos centrales tenían la mayoría de sus reservas en ese momento en dólares, y porque los gobiernos copiaron el modelo estadounidense, este cambio afectó a las economías de todo el mundo.

Todas las divisas internacionales, junto al dólar, pasaron a estar respaldas por la deuda de los países emisores. Es en este momento cuando establecemos una conexión entre dinero y deuda; para esto tenemos que saber cómo se emite ese dinero. Existen varios mecanismos.

El Gobierno de un país, como podría ser España, recoge unos ingresos por los impuestos, pero estos ingresos no son suficientes para cubrir sus gastos; digamos que si el año fiscal empezase en enero, para marzo estos ingresos se han agotado. Es en ese momento cuando el Gobierno acude al banco central, que suele ser un organismo privado, a quien el mismo Gobierno le ha dado el privilegio de emitir su divisa, y le dice al gobernador de este banco que necesita tantos millones para continuar funcionando. En ese momento el banco central saca un cheque en el cual escribe la cantidad pedida por el Gobierno y abre lo que se conoce como un “asiento contable”, es decir, que esos millones de euros no existen en ningún sitio, sino que en ese momento el Gobierno hace la promesa de pagar esos millones y el banco central deposita dicha cantidad en la cuenta del Gobierno. En ese momento se ha creado dinero, y no es que no esté respaldado por nada tangible, sino que está respaldado por la deuda adquirida; si no hubiese deuda, no habría millones. Luego, ese dinero se filtra por diferentes mecanismos por toda la sociedad.

La segunda forma que tiene un Gobierno para financiarse y crear dinero es vendiendo bonos del Estado a inversores, que suelen ser bancos internacionales y corporaciones. Este proceso es muy similar: el Estado emite unos bonos por valor de una cantidad que pagará en equis tiempo; estos bonos se ofrecen a inversores que prestarán ese dinero al Gobierno con un interés. En el momento en el que el Gobierno hace esto y los inversores lo compran, este crea dinero que se filtrará a su vez a la sociedad en una cadena piramidal.

La tercera forma de creación de dinero es cuando los bancos comerciales reciben este dinero del Gobierno (hasta ahora la pirámide de beneficio del dinero nuevo es: banco central, Gobierno, bancos comerciales) y a su vez ponen en práctica la reserva fraccionaria, es decir, de cada euro que reciben pueden prestar alrededor de diez, aunque las proporciones varían dependiendo de la legislación de cada país. Esos nueve euros extra que prestan, con intereses, pasan a existir cuando nosotros vamos al banco y pedimos un crédito. En ese momento el banco crea un asiento contable, similar al del banco central con el Gobierno, y de ese euro que ha recibido pasa a crear diez que solo están respaldados por nuestra promesa de devolverlos.

Es por esto que decimos que la base de nuestra economía, el dinero, es deuda, porque ese dinero solo está respaldado por la promesa de que alguien lo va a devolver. Sin esa promesa no hay dinero.

Es ahora cuando podemos seguir investigando cómo hemos llegado a la situación actual, puesto que la mayoría de mecanismos de financiación hoy en día al alcance del individuo se basan en estos tres procesos, por los cuales se crea dinero constantemente a través de tarjetas de crédito, hipotecas, préstamos y demás herramientas financieras. Hay que decir −y hacer hincapié− en que todas estas formas de deuda no están exentas de intereses, y en muchos casos, por ejemplo el de EE. UU., su PIB anual solo cubre los intereses de su deuda, que crece a un ritmo vertiginoso. En la mayoría de las ocasiones, las deudas de los Gobiernos son insoldables.

La forma de crecimiento económico actual se basa en la creación de dinero, es decir, en la creación de deuda. El hecho de que el dinero no esté basado en nada tangible, de que el cobro de intereses y el uso de la reserva fraccionaria sean algo común, ha dado lugar a un marco económico que no tiene casi ninguna conexión con la realidad, por no decir ninguna. Los propios economistas utilizan dos términos diferentes para referirse a la economía: economía real −o productiva− y economía especulativa. La economía real es la que se basa en el principio de producción/demanda; las ganancias son obtenidas por la producción de bienes o servicios de consumo, los cuales se venden y se obtiene un beneficio. Hasta ahora los empresarios eran respetados por generar empleo y riqueza, y, en base a ello, ganaban su dinero; ahora la economía se basa en la especulación, y el dinero se gana así, sin necesidad de producir nada y, por supuesto, sin generar puestos de trabajo. La economía especulativa es aquella que especula con los llamados derivados, con futuros, con divisas, con bonos del Estado, con préstamos y con un sinfín de ingenierías económicas que no producen nada más que dinero. O dicho de otra manera, deuda que crea más deuda, con más intereses. Se especula con las cosechas de años venideros y con los peces que aún no se han pescado; se compran y se venden deudas de hipotecas, de tarjetas de crédito, de coches; se especula con cualquier cosa que se pueda comprar o vender, exista o no, sea tangible o no.

Todo esto es posible por la naturaleza del dinero; se puede crear tanto como deuda se pueda contraer, y esto da una capacidad ilimitada. Los que no son ilimitados son los recursos naturales de la Tierra y los bienes de consumo y servicios de los cuales se puede obtener beneficio, y que en última instancia son con los que se pretende pagar esta deuda. Esta creación de dinero/deuda continua hace que se produzca lo que se conoce como inflación. La inflación es la devaluación del dinero/deuda existente por la inyección en la economía de más cantidad del mismo.

España, tras la formación de la “comunidad económica del euro”, aceptó ciertas normas, las cuales incluían una cláusula para el libre movimiento de capitales dentro de la misma. Esto significa que inversores de toda Europa podían inyectar dinero en la economía española; pero este dinero no era tal, sino que lo que inyectaban era deuda, asientos contables que bancos alemanes, franceses o de otro país apuntaban en sus libros. Es decir, un banco alemán creaba un asiento contable, una deuda, a favor de una entidad española; en ese momento, ese dinero aparecía en la entidad española, que lo que en realidad adquiría era una deuda con el banco extranjero. Este proceso fue repetido numerosas veces, tanto entre inversores extranjeros en España como con bancos españoles. Esto dio pie a un boom en la economía, había mucho capital disponible para gastar, es decir, mucha deuda, y de ahí emergió lo que se conoce como el boom del ladrillo, o burbuja inmobiliaria.

Todo ese capital disponible hizo que se derrochase en muchas cosas y creó altos niveles de corrupción en todos los sectores, públicos y privados. Pero veamos cómo pasó con la burbuja inmobiliaria. El libre movimiento de capitales y la creación del euro dieron pie al crédito fácil. Se empezó a especular con la vivienda; se construían muchas más de las que se necesitaban y lo precios no tenían relación con el valor real o la demanda; había liquidez, dinero; a los bancos les interesaba prestar mucho, crear mucha deuda, porque lo apuntaban en sus libros como beneficio; el crédito fácil y la construcción crearon empleo y la sensación de que había mucho dinero circulante −lo cual era verdad−; pero lo que realmente circulaba era deuda, que día a día acumulaba más intereses; esto dio pie a un auge en el consumo, tirando del crédito fácil, y repercutió en casi todos los sectores; la economía estaba en auge, es cierto, pero endeudándose para el mañana, tanto de forma privada como todos los sectores del Gobierno. Se disparó el índice de la deuda pública y privada en relación al PIB. Pero llegó un momento en el cual la crisis financiera internacional hizo que los bancos endurecieran las concesiones de créditos. Esto causó que bajase la demanda drásticamente, bajase la construcción, se parase todo el mercado que ésta movía y empezase el periodo de recesión. En 2008 había un millón de unidades pendientes de venta. Mucha gente que vivía del mercado inmobiliario perdió el trabajo; los créditos fáciles que se habían dado para la especulación en el mercado inmobiliario empezaron a acumular intereses. Se dio una alta morosidad. Los asientos contables de los bancos, con los cuales habían especulado en el mercado internacional, fallaron; la gente no podía pagar los créditos. Todos habían participado en los buenos tiempos producidos por la creación de deuda, pero cuando llegó la hora de pagar esa deuda, y sus intereses, nadie tenía dinero −porque no existía−.

Como vemos, lo que decían los viejos de Soria no iba del todo desencaminado. No se había gastado de acuerdo a lo que se obtenía, sino que se obtenía en función de lo que se gastaba, puesto que se creaba dinero/deuda de acuerdo a la necesidad o deseo. Esa emisión de dinero/deuda solo le está permitida a los bancos, y dado que son ellos los que emiten todo el dinero, toda la deuda es para con ellos, tanto la privada como la pública. Al ser los dueños de la deuda, del dinero, son, por consiguiente, los dueños de la economía.

En Islam, todo lo que hemos descrito hasta ahora está prohibido. No se puede comprar o vender deuda, o con deuda; no se puede especular en futuros o derivados; solo se comercia con lo existente en el momento; y los intereses, en cualquier forma, escondida o aparente, están prohibidos. La moneda de cambio tiene que tener un valor intrínseco para proteger a la sociedad y la economía de cualquier tipo de especulación financiera, de la devaluación por inflación (¡el impuesto escondido!) y para proteger la libertad económica de los individuos. Y más importante, para cumplir con aquello que el Creador nos ha encomendado, y que es uno de los pilares del Din, de forma correcta: el Zakat.

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