La crisis de la deuda griega y el ‘furqán’ del Corán

Mezquita Tzisdarakis en Atenas.
Mezquita Tzisdarakis en Atenas.

Frente a la obediencia a los dictados de los bancos, sólo hay una salida con posibilidad de éxito: la obediencia a Allah

En un chiste que circula por las redes sociales y que explica la economía mundial, país por país,  con la metáfora de las dos vacas, el caso de Grecia se ridiculiza cómicamente con este ejemplo:

Grecia tiene dos vacas que le han prestado los bancos alemanes y franceses. Grecia se come las dos vacas. Los bancos vienen a pedir la leche que les corresponde, pero la corporación griega no puede darla y, entonces, llama al FMI. El Fondo Monetario Internacional le presta otras dos vacas. Los bancos y el FMI vienen a recolectar su leche y a reclamar sus vacas. Los responsables de la corporación griega no están, se han ido a cortar el pelo.

El corte de pelo es el “haircut” que pedía el anterior ministro griego de finanzas, Yanis Varoufakis, es decir, la reducción o el perdón de la deuda. La simplista imagen de las dos vacas prestadas ilustra bien la subordinación de los Estados modernos a sus acreedores, pero no es lo suficientemente gráfica como para mostrar la tiranía de la usura que subyuga a los Gobiernos, las empresas y los individuos con su torcida imperativa matemática, respaldada por las leyes nacionales e internacionales.

En griego clásico, krisis significa ‘discernimiento, elección, juicio que permite resolver una disputa’, y procede de una raíz (krino) que significa ‘elegir, juzgar, decidir, separar y distinguir’. Un significado muy próximo al de furqán y a la raíz farraqa en árabe. En las lenguas europeas, crisis ha venido a significar un punto crucial o decisivo, un punto de inflexión en un proceso.  Etimológicamente, crisis es pues discernimiento y elección, todo lo contrario a fatalismo y a aceptar como inevitable un destino catastrófico. El momento de crisis es el momento del discernimiento, del análisis (otra palabra griega) imparcial y ecuánime para tomar las decisiones adecuadas con inteligencia y valentía sin sucumbir a las fuerzas dominantes que llevan al fracaso, a la destrucción, y que imponen la tiranía y la injusticia.

Preguntas para pensar

La crisis de la deuda en Europa y en Grecia suscita interrogantes y muestra chocantes paradojas. El endeudamiento endémico de los Estados a instituciones financieras extranjeras suscita preguntas legítimas para quienes no estén narcotizados por el lenguaje mágico, inescrutable y cifrado de la economía usurera.  Ese es el tipo de interrogantes auténticos que llevan a la toma de decisiones con discernimiento.

¿Por qué tienen los Gobiernos tal adicción al crédito? ¿Por qué viven los Estados endeudados? ¿Cómo se definen contractualmente las obligaciones de un país endeudado a las entidades financieras? ¿Cuáles son exactamente las matemáticas usureras aplicadas al deudor? ¿Existe algún grado de soberanía nacional y, por consiguiente, tiene algún valor real el proceso democrático cuando un país vive endeudado y son los acreedores los que imponen las políticas del presupuesto nacional? ¿A dónde van a parar las exorbitantes cifras del rescate?, ¿quién dispone del uso y del  gasto de esas gigantescas sumas de mítico crédito?, ¿el Gobierno o los bancos? ¿Cuánto de ese dinero prestado se emplea en fortalecer la economía productiva del país y cuánto se dedica a pagar deudas anteriores a los mismos y a otros bancos?

No es posible responder con claridad y con inteligencia a estos interrogantes si no se cuenta con un ángulo de visión adecuado, si no se observa desde un mirador elevado, por encima de la inextricable tela de araña que el sistema bancario y su cómplice, el Estado constitucional, han tejido alrededor de la existencia humana, desde la experiencia individual hasta la política mundial globalizada, pasando por la familia, la ciudad, la pequeña y la mediana empresa, la corporación y las instituciones del Estado. Como el cáncer, la metástasis de la usura penetra en cada célula del organismo vivo y, como el cáncer, el sistema usurero tiende a extraer toda la vitalidad del sujeto al que parasita, hasta que, si no se remedia, le causa la muerte.

Ese mirador elevado lo proporciona la única guía y el único criterio revelado –mejor no usar la palabra “religión” para denominar al Islam– que aún no ha sido adulterado en su autoridad normativa sobre esas esferas de la existen- cia, las transacciones y el gobierno. “La acción del musulmán es obediencia a Allah –dice Umar Vadillo en la introducción a su obra La desviación esotérica en el Islam-, y la obediencia está por encima de cualquier otra meta, utilidad o propósito. La obediencia es la meta en sí misma. La obediencia a Allah desautoriza y anula cualquier utilidad. Está libre de cualquier condicionamiento previo o interferencia auto-inducida. La acción en la senda de la obediencia no está restringida por las limitaciones personales. La acción en la senda de la obediencia es querer lo que Allah quiere. La persona que se somete a Allah puede eliminar el sistema bancario de manera instantánea. El sistema bancario no tiene poder a los ojos del musulmán. El sistema bancario solamente tiene poder a los ojos del utilitarismo esotérico/exotérico. Y eso es locura”.

La locura de la crisis de la deuda griega

Poco después de que se desencadenara el hundimiento de Wall Street en el 2008, Grecia apareció en el epicentro de la crisis de la deuda en Europa. En octubre  del 2009, con las economías de todo el mundo aún tambaleándose, las autoridades del país heleno admitieron que habían estado ocultando su verdadero déficit desde hacía muchos años, y esa confesión propagó inmediatamente la preocupación acerca de la salud de la economía griega. De repente, se cerraron las puertas del crédito a Grecia. Hacia la primavera del 2010, Grecia se estaba asomando al abismo de la bancarrota, y ello representaba la amenaza de una nueva crisis financiera internacional. Para evitar esa calamidad, la temida autoridad usurera triangular, la nefasta Troika (el Fondo Monetario Internacional, el Banco Central Europeo y la Comisión Europea) organizó el primer rescate a Grecia, seguido de otro, que superaban en total los 240.000 millones de Euros.

Estos rescates eran concedidos con estrictas condiciones. Los prestamistas impusieron términos muy duros de austeridad, subiendo los impuestos,  reduciendo el gasto público e imponiendo al Gobierno una reforma de su economía, racionalizando, según ellos, sus políticas para impedir la evasión fiscal y facilitando la inversión extranjera en el país.

Si Grecia recibió estos cuantiosos rescates, ¿porqué seguía habiendo una crisis? Esa inyección de miles de millones a la economía griega tenía como objetivo la estabilización de sus finanzas y tranquilizar a la zona euro del peligro de desmoronamiento de la unión monetaria. Pero los préstamos astronómicos no salvaron la situación. La economía griega  siguió encogiéndose y se redujo en esos cinco años, desde el 2010, en un 25%. Su desempleo supera también el 25%. El dinero del rescate se emplea principalmente en pagar las deudas del Estado a los bancos y no llega  a la economía nacional. El país no avanza; el Gobierno no genera recursos propios para hacer frente a las deudas.

Ante esta situación, muchos griegos, y algunos economistas, culpaban a las medidas de austeridad de los problemas interminables del país. La alarma del sistema ante la situación de insolvencia de Grecia consistía principalmente en el pánico por lo que pudiera ocurrir si Grecia abandonaba la unión monetaria y su posible contagio a otros países, algo que podría constituir una crisis de aún mayores proporciones: la pérdida de credibilidad del propio sistema.

El partido SYRIZA se hace con el poder en enero del 2015 prometiendo una renegociación del rescate y comprometiéndose a poner fin al “círculo vicioso de la austeridad”. Después de cinco meses de exasperantes negociaciones con la Troika, Alexis Tsipras agitó a la población griega a principios de julio, invitando a votar contra la intimidación y los ultimatos impuestos por los acreedores en las negociaciones. El pueblo griego le apoyó mayoritariamente y votó “oxi” (no) en el referéndum del 5 de julio, con un triunfo considerado aplastante del 61% de los votos.

Una semana más tarde, el 13 de julio, se anunciaba en Bruselas un acuerdo entre las autoridades griegas y los acreedores europeos que representaba el final de meses de largas y duras negociaciones y que alejaba el espectro de un abandono de la unión monetaria del euro por parte de Grecia. Una nueva inyección de fondos, un nuevo y gigantesco rescate a cambio de aún mayores restricciones presupuestarias, subida de los impuestos y recortes de prestaciones para la población de Grecia. En sólo seis meses el primer ministro griego ha traicionado sus promesas electorales, y en sólo siete días ha hecho exactamente lo contrario de lo decidido por su pueblo en un referéndum.

Lo que la crisis griega ha puesto al descubierto

¿Para qué sirvió el referéndum?, se preguntaban muchos analistas. ¿Para qué sirvieron todas las promesas y los eslóganes de la campaña electoral de SYRIZA, que les hizo conquistar el poder y que, según la lógica democrática y la más elemental ética política, les exigía coherencia y fidelidad al mandato de los votantes?, se preguntan otros. ¿O acaso no muestra este caso, con absoluta y cristalina evidencia, la verdadera naturaleza del sistema llamado democrático y la calaña moral de la clase política en el sistema de partidos?, nos preguntamos otros.

Dimitris Tsonkalas, secretario general del Ministerio del Interior del Gobierno de SYRIZA, confesaba a la BBC, en una entrevista días después de la firma del nuevo rescate: “No hemos podido sobreponernos a los banqueros y a la élite del norte de Europa, que tienen el poder absoluto en este continente”.

Las peripecias del primer ministro griego han impedido que Grecia abandonara la zona del euro, afirmara su soberanía y su independencia, y restaurara su propia moneda nacional, la dracma. La confesión de Tsonkalas reconociendo la total hegemonía de los bancos es la verdadera descripción de la realidad. La soberanía, la voluntad popular, los derechos y las libertades son mitos para consumo de las masas. Los bancos dictan las políticas de los Gobiernos, y Alemania, implacable y disciplinada ejecutora de la voluntad del sistema bancario desde que su Constitución fuera establecida sobre las ruinas de una nación destruida e invadida por los Aliados, que la subyugaron después de su rendición incondicional al término de la Segunda Guerra Mundial, dicta la política en Europa.

La claudicación ante los banqueros alivió en apariencia la angustiosa situación de la población griega, que había estado haciendo colas en los cajeros, con restricciones para sacar su propio dinero de las cuentas y con una parálisis progresiva de la economía.  La oportunidad histórica de dar la espalda a la tiranía de las instituciones bancarias y a la odiosa injusticia de los préstamos usureros que desangran a naciones enteras no se resolvió con el discernimiento y con la valentía, a la que invita la etimología de la palabra krisis, sino acatando, una vez más, los dictados de los banqueros.

Obedecer a los banqueros u obedecer a Allah

En un discurso pronunciado en Kuala Lumpur, Malasia, el 26 de abril del 2015, Shaij Umar Vadillo decía:

Laicismo y constitucionalismo encontraron respaldo en el capitalismo, con ese apretón de manos que dice «sólo a través de la laicidad puede la usura (riba) hacerse halal». Sólo eliminando el poder normativo de la religión puede la usura reinar. Y así es como la banca abrazó el constitucionalismo. Y del mismo modo la banca abrazó el laicismo. En un intento de hipnotizar por completo a las masas, cambiaron la religión. (…) (los modernistas musulmanes a principios del siglo XX) cambiaron completamente las mu›amalat, y dijeron que estas pueden modificarse.  Sin embargo, la prohibición de la riba no puede ser modificada. Riba es haram, para siempre. Es una declaración de Allah. Desde aquí hasta la eternidad. Mientras haya mundo, Su orden permanece inamovible.

Pero ha llegado el momento de que actuemos, y actuar en este asunto es mostrar soluciones y ponerlas en práctica. Las soluciones se basan en la verdad, y la verdad se sostiene por cada uno de sus aspectos. Puedes tomar cualquier aspecto de la Sharia y si tiras de él, acabas trayendo todo el sistema. Exactamente lo contrario de una mentira. Una mentira se basa en mentiras, y si tiras de un hilo, todo el edificio se derrumba, el tejido se deshace. Es completamente frágil. Cuanto más grande es la mentira, más frágil. Pero con la verdad es todo lo contrario. Así que nuestra tarea es muy fácil, si abrimos los ojos. Y con diminutos movimientos sutiles se puede modificar todo.

Los grandes programas de transformación social y económica y las complejas doctrinas revolucionarias han generado más tiranía y mayor confusión. Todos los “ismos” han resultado en opresión y tiranía, incluido el islam-ismo. La historia de las ideologías revolucionarias del último siglo es suficientemente elocuente. Lo que necesitamos son movimientos simples y elementales, tan simples como vivir bajo la autoridad de un emir, como crear redes de comercio sin utilizar la moneda impuesta, como volver a la producción de los recursos primarios y a la tierra, como realizar tratos, transacciones y contratos libres de usura; representan los leves movimientos de las alas de la mariposa que generarán cambios decisivos y de enormes consecuencias en el planeta entero.

Retomando la metáfora de las vacas, para volver a una economía real y productiva, los pueblos subyugados por la sangría de la deuda necesitan una normativa nueva, un furqán nuevo para resolver la krisis, para criar sus propias vacas y generar productos y servicios reales, sin pedirlos prestados; para regirse por parámetros equilibrados y justos en las transacciones comerciales y en los contratos, que impidan el abuso, el monopolio, la acumulación en manos de unos pocos y la extorsión del poderoso al necesitado, de manera tajante y sin concesiones. Afortunadamente, y a pesar de la miserable claudicación de los movimientos modernistas, ese criterio, el furqán del Corán y de la Sharia del Islam, sigue perfectamente vigente y bien delimitado en la normativa islámica del comercio y de las transacciones; desde la moneda hasta el préstamo, desde la inversión al modelo de sociedad productiva. Y lo mismo con respecto a los límites razonables y justos de la autoridad gobernante.

El reto de nuestra generación y de las generaciones venideras de musulmanes es precisamente ese: cortar, como Alejandro hizo, el nudo gordiano, la maraña maligna y criminal del sistema usurero bancario, con la espada del conocimiento y de la acción. Como Musa (a. s.) cuando desarmó a los magos del Faraón con su mano desnuda y su bastón de pastor. Y como Ibrahim se libró de la tortura de Nemrod y salió indemne de las llamas de la hoguera, invocando a Allah con total confianza y manifestando su dependencia absoluta de Él y de nadie más.

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