Israel trata de hacer frente a las iniciativas de boicot, que ganan terreno

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Israel siente cada día más los efectos de la iniciativa Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS) al país, promovida por los palestinos y que hoy llevó a la celebración de una reunión de emergencia en la Kneset (Parlamento) para tratar lo que ya se considera una «amenaza estratégica».

El intento palestino, que resultó fallido, de expulsar la semana pasada a Israel de la FIFA puso sobre el tapete un tema que hasta hace mucho las autoridades del país ninguneaban: la paulatina extensión de los llamamientos al boicot y la creciente comparación con la Sudáfrica del «apartheid» (segregación racial).

La semana pasada el presidente israelí, Reuvén Rivlin, se reunió con rectores universitarios y representantes del mundo académico y elevó lo que hasta hace no mucho apenas era una preocupación al rango de «amenaza estratégica».

Ayer, el Sindicato Nacional de Estudiantes del Reino Unido aprobó en votación adherirse oficialmente a la campaña de boicot y hoy el propio primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, acusó a los alumnos británicos de «boicotear a Israel, pero no al Estado Islámico. Eso dice todo lo que hace falta saber del movimiento BDS».

El extitular israelí de Exteriores Avigdor Lieberman fue aún más duro y calificó la decisión estudiantil de «hipocresía y rendición a los dictados del islam radical».

La preocupación por la campaña BDS, iniciada hace ahora diez años, ha llegado a la Kneset (Parlamento), donde los diputados trataron hoy sobre responsabilidades y posibles soluciones.

«Rechazamos firmemente la idea de castigar a Israel a través de un boicot o sanciones, pero, dicho eso, tenemos que encontrar una solución diplomática porque dejarlo estar supondrá un mayor deterioro», advirtió al diario «Yediot Aharonot» Nahman Shai, diputada de Unión Sionista y una de las impulsoras de la sesión de hoy.

En la arena política algunos empiezan a señalar con el dedo a Netanyahu por no hacer lo suficiente para minimizar los daños del BDS.

El diputado y exembajador Michael Oren señaló que el boicot es una «guerra contra Israel» y un «peligro estratégico» y lamentó que «Israel invierte en esta batalla menos que lo que invierte en una compañía de tanques o en un F-16».

Desde otra perspectiva, también criticó al Gobierno la diputada Michal Rozin, del pacifista Meretz, que opina que el boicot es consecuencia directa del comportamiento del país.

«Israel ha estado gobernando a otro pueblo durante 48 años, desplaza a sus ciudadanos al territorio ocupado y se comporta de forma problemática en la arena internacional», indicó antes de la sesión.

Y aseguró: «No es suficiente rechazar a quien nos critica diciendo que están motivados por el antisemitismo, tenemos que actuar para acabar con la ocupación y mantener un proceso de paz para hacer frente a la raíz del problema y no solo a sus resultados».

El jefe de la oposición, Yitzhak Herzog, acusa por su parte a Netanyahu de «limitarse a observar el boicot desde lejos».

También se censura al Ejecutivo por la falta de medios puestos para hacer frente a su expansión: tan solo hay una persona en el Ministerio de Exteriores encargada de detectar estrategias de boicot y advertir a las embajadas para que traten de desinflarlas.

La nueva viceministra de Exteriores, Tzipi Hotoveli, (por el momento no hay titular de la cartera, que se ha reservado para sí Netanyahu) se ha estrenado en el cargo con la promesa de diseñar un plan para gestionar el avance lento, pero seguro de la marea de boicot.

Solo en Estados Unidos, 29 organizaciones estudiantiles han sometido a votación el apoyo al BDS en los últimos años.

Algunos estados de EEUU, como Indiana y Tennessee, según el diario «Haaretz», han aprobado leyes antiboicot y el millonario Sheldom Adelson ha convocado una reunión de emergencia en Las Vegas para decidir cómo hacer frente al movimiento en los campus estadounidenses.

Desde el BDS, consideran que, si bien el movimiento «ha demostrado ser un duro reto para el régimen de ocupación, colonialismo y ‘apartheid’ de Israel, hay mucha exageración en el reciente ataque racista, propagandista y conducido por el pánico contra este movimiento», señaló a Efe en una nota Omar Barguti, uno de los fundadores de la campaña.

Israel, aseguró, «ha fracasado en dificultar el rápido crecimiento del BDS», un movimiento que Barguti define como «popular, antirracista, basado en los derechos humanos y que supone un reto no violento al régimen de opresión (israelí)»


Fuente: EFE | elconfidencial

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