Islam y arquitectura

El adjetivo “islámico” se ha aplicado a muchos conceptos. Generalmente, cuando se habla de “arquitectura islámica” se hace referencia a un amplio abanico de formas y elementos arquitectónicos desarrollados a lo largo de la historia en aquellos territorios donde se estableció el Islam. Esta es la definición más extendida y común; pero si se observa el significado de la palabra arquitectura (arte de proyectar y construir edificios) y el de la palabra islámica (perteneciente o relativo al Islam), se puede extraer otra definición: aquellas edificaciones que atienden al Corán y a las enseñanzas del Profeta, la paz y las bendiciones sean con él.

Dentro de la Sharia no existe una legislación específica que determine cómo se ha de construir o qué diseño han de tener las ciudades, casas o mezquitas. Esto da cabida a las distintas tradiciones, materiales o condiciones climatológicas de cada región. Y, por tanto, no es de extrañar que, aun teniendo ciertas similitudes, la arquitectura desarrollada en las sociedades musulmanas del norte de África se diferencie bastante de las construcciones realizadas también por musulmanes pero en zonas asiáticas. Existe libertad, pero también se pueden seguir ciertas pautas a la hora del planeamiento y desarrollo de edificaciones cuya finalidad será facilitar la vida del musulmán.

En la arquitectura residencial, el aspecto más importante a tener en cuenta a la hora de proyectar sería la privacidad. Tal y como citan varios hadices y el propio Corán, la privacidad de cada persona ha de salvaguardarse. Mediante una arquitectura adecuada se puede, en gran medida, proteger la privacidad de los hogares y separar la vida pública de la vida privada. Evitar la intrusión o perjuicio de las viviendas vecinas y favorecer la privacidad sonora y visual es la razón de elementos tan característicos como las celosías, la tipología de casa patio, la escasa altura de las edificaciones o la formación de adarves dentro de la estructura urbana. Otros hadices, aunque menos explícitos, hacen referencia a las dimensiones de una casa, a la ornamentación y utensilios permitidos dentro de ella o a la elección de un terreno seguro.

Aunque el grueso de las ciudades lo constituyen las viviendas, las mezquitas son las edificaciones más importantes y representativas de la sociedad musulmana.

La casa del Profeta Muhámmad (s. a. w. s.) es considerada la primera mezquita en la historia del Islam y de ahí se toman los elementos fundamentales que la conforman. Estos son: una sala cubierta con palmas soportadas mediante troncos de palmera, la pared de quibla indicando la dirección de la oración hacia Meca y el mimbar o taburete desde donde el Profeta daba el discurso los viernes. No se sabe con certeza si el mihrab estaba presente o no en esta primera mezquita. Por motivos funcionales aparecen también como elementos propios de las mezquitas las fuentes, generalmente en un patio previo a la sala, donde llevar a cabo las abluciones, y un minarete desde el cual la llamada a la oración tiene mayor alcance. A diferencia de otras edificaciones religiosas, las mezquitas se caracterizan por la ausencia de imágenes figurativas y la ornamentación se consigue mediante caligrafías y motivos geométricos o florales. Todo lo demás responde a aspectos culturales y sociales.

Las vanguardias de principios del siglo XX, así como los avances tecnológicos y constructivos, han provocado en pocos años una rápida evolución en el mundo de la arquitectura. Frente a otras construcciones religiosas, las mezquitas están sufriendo una adaptación bastante más lenta. Aun haciendo uso de las nuevas tecnologías y soluciones constructivas existentes, la respuesta más generalizada a la hora de construir nuevas mezquitas ha sido la de mantener las formas arquitectónicas más tradicionales, asemejando así la imagen del edificio a otros históricos. También hay algunos casos, aunque en número mucho más reducido, donde la posición respecto a mantener las formas regionales ha sido más crítica; son ejemplos de mezquitas en las que los aspectos más tradicionales no están tan presentes y en las hay un mayor acercamiento a la arquitectura contemporánea.

Este debate se acentúa más en los países occidentales donde el Islam no es tradición; surgen interrogantes como: ¿debe el diseño de las nuevas mezquitas basarse en las formas procedentes de Turquía o Marruecos, o debería por el contrario seguir las tendencias del momento y el lugar donde se emplazan?; ¿puede un proyecto dar cabida tanto a la tradición como la modernidad?; ¿una mezquita arquitectónicamente contemporánea sería mejor, peor o igualmente aceptada que otra de carácter historicista en una sociedad de tradición no musulmana?, ¿y en una sociedad de tradición musulmana?

Sin perder de vista que una mezquita podría reducirse a una sala vacía destinada a la oración, la polémica generada en torno a las mezquitas en Occidente parece responder más a cuestiones políticas y sociales que a las propiamente arquitectónicas o religiosas.

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