Islam es el futuro de Estados Unidos

Estados Unidos

El sueño americano

Es de sobra conocida la frase “el sueño americano” y me atrevería a decir que tras tres semanas en las que he podido visitar la costa este de los Estados Unidos de América esta expresión es, cuando menos, acertada.

Grandes carreteras, grandes urbanizaciones, multitud de centros comerciales, edificios y ciudades que a los visitantes de la vieja Europa nos deslumbran por su grandeza. Es todo tan idílico y tan bien diseñado que parece que sólo exista ese mundo y nada más, que su población esté a salvo de cualquier asunto que les pueda perjudicar.

Me ha sorprendido cómo les afecta cualquier cuestión que tenga que ver con su sociedad, sea más o menos importante, y cómo viven ajenos a lo que sucede en el resto del mundo. Una riña entre vecinos o la aparición de un animal salvaje en una cocina tienen más presencia en los medios de comunicación que las guerras, hambrunas, otras calamidades y demás cuestiones relacionadas con ese otro mundo exterior que no son ellos, limitándose en estos casos a pequeñas columnas en la página 14 o 15 de los periódicos, y en la televisión ni siquiera se mencionan. Es cierto que, en menor medida, esto pasa también en otros lugares, pero es evidente que el ideal de Hollywood de sociedad perfecta, acomodada y sin problemas aparentes ha calado de lleno en este país. A fin de cuentas, ellos inventaron el cine y ellos lo padecen.

En esta situación ideal, el miedo es la característica reinante, un miedo presente tanto en las cuestiones más simples como en las que tienen cierta envergadura. Como botón de muestra dejadme poneros brevemente en situación: a un niño, que haciendo gala de su condición y tocando lo que no debe en un lugar público, se le acerca un padre a llamarle la atención con cierta autoridad, a lo que un lugareño le advierte: “Cuidado con lo que haces, que viene la policía”. “¿Y cómo es posible?, responde de forma inocente el padre. La respuesta es por lo menos alarmante: “Nos ven, hay cámaras y estamos controlados”.

Este ejemplo sin importancia refleja esta misma sensación a otras escalas, y así, tener un hijo se ha convertido en un proyecto de vida lleno de inquietudes y miedos con efectos dramáticos, con unas implicaciones económicas que hacen que mucha gente  desista de esta parte vital de la vida, y que aquel que lo hace cumpla con los cánones establecidos de padres y madres trabajando para mantener un sistema de vida preestablecido por el mundo de la publicidad.

En este escenario, llama la atención cómo esta intocable sociedad ha logrado olvidarse de la familia, o dicho con más realismo, destrozarla por completo. A los niños pequeños, prácticamente desde que nacen, se les envía diariamente desde que sale el sol hasta que se pone a la institución educativa correspondiente, con lo que la relación de los niños hasta los seis años, que tanta necesidad tienen de la presencia de su madre, desaparece por completo. A partir de los siete años han entrado en una dinámica de desapego familiar que les produce una maduración forzada antinatural, en el mismo sentido que las frutas que son inyectadas con productos químicos para obtener un buen producto visual pero que en definitiva carecen de sabor y, en muchos casos, con un interior con carencias.

Este es el resultado del consumismo y de un sistema usurero sin límites que ha interiorizado este nuevo mantra mundial de la crisis. En medio de esta situación, en un país que alardea de comunicación y libertad de expresión, nuestro Din se desenvuelve como una novedad y como un desconocido, o parece que así se ha querido presentar. Y no ha ayudado la historia del último siglo a clarificar lo que es el Islam y lo que somos los musulmanes.

Los inicios del Islam en Norteamérica. Últimos cincuenta años del siglo XX

Alrededor del año 1930, un creyente musulmán procedente del subcontinente asiático y de nombre Wallace Fard Muhammad tuvo la iniciativa de entregarse a la diseminación del Islam en la ciudad de Chicago entre la población de negros americanos. Sus enseñanzas tuvieron mucha influencia en la formación ideológica de Elijah Muhammad, quien, siguiendo los pasos de su mentor, tomó las riendas del recién nacido movimiento y lo bautizó con el nombre de la Nación del Islam. Este movimiento alcanzó un gran auge entre las masas de afro-americanos, no por el contenido socio-espiritual que caracteriza al Islam, sino porque ofrecía a esos descendientes de esclavos desplazados una identidad perdida, y al mismo tiempo canalizaba organizativamente las frustraciones y sentimientos de rebeldía de todo este sector discriminado de la sociedad.

Reunión de la Nación del Islam, Nueva York, 1961

Esta discriminación logró dotar de un carácter popular a este nuevo “movimiento islámico”. La supremacía del hombre negro, así como la convicción de que el hombre blanco de ojos azules era la encarnación del demonio, contradecían totalmente las enseñanzas islámicas. Este posicionamiento ante el hombre blanco logró aglutinar a miles de jóvenes, mujeres y hombres, bajo este movimiento, caracterizado por alternar su programa político y el estandarte de la religión. Bajo este escudo religioso del Islam, Elijah Muhammad enarboló las proclamas políticas tan anheladas por las masas. Si bien en un principio el movimiento tomó un cariz político, su incapacidad para mermar las bases del poder reinante le obligó más tarde a tomar una estrategia diferente en la consolidación de su organización.

Concibió entonces la idea de ganar la independencia y el respeto de los demás sectores de la sociedad a través de la emancipación económica del grupo que representaba. La generación de recursos se convirtió en la preocupación principal del movimiento, mientras los principios básicos del Din del Allah eran prácticamente desconocidos. Se ha logrado en gran medida este objetivo de desarrollo económico que, unido al fuerte sentido étnico, ha facilitado la expansión del movimiento entre el sector negro de Norteamérica sin necesidad de mostrar las características reales de una organización de musulmanes. La imagen de grupos de jóvenes impecablemente vestidos son las señas de identidad de la organización en contradicción con la idea desastrosa del negro americano.

Nos encontramos en la década de los cincuenta, donde la voz de la organización está representada por Malcolm X, joven negro con mucha experiencia callejera y con un poder de oratoria hasta entonces sin igual entre los dirigentes negros norteamericanos. Malcolm X se postuló como un hombre de movimiento de masas hasta el punto que un funcionario gubernamental pronunciaría una célebre frase: “El Gobierno de los Estado Unidos no puede permitir tanto poder en las manos de un solo hombre”. Este fuerte posicionamiento de Malcolm X, unido a la decadencia de Elijah Muhammad, causó que la cabeza de la organización pasase a manos de Malcolm X, produciéndose al mismo tiempo una desaparición pública de forma paulatina de Elijah.

En 1964, Malcolm X decide hacer la peregrinación a Meca. Aún no se saben las razones por la que decide hacer este viaje, ya que, como él mismo reconoció, cuando llegó a la ciudad de la Casa de Allah, ni siquiera sabía cuántos rakats tenía cada oración. No tenía razones espirituales para hacer la Peregrinación y se especula con la idea de un viaje diseñado para obtener contactos políticos en el panorama internacional. De cualquier manera, y esto es solo muestra del Plan de Allah, es en este viaje donde Malcolm X se da cuenta de la universalidad de la Umma del Islam. Se encuentra hombro con hombro con musulmanes de ojos azules, negros, asiáticos de ojos rasgado…, pertenecientes a todas las nacionalidades, provocándose un auténtico terremoto en la concepción existencial que hasta el momento había tenido del Islam.

Inicia inmediatamente un proceso de rectificación, comunicando sus vivencias a su esposa y allegados. Esta nueva disposición provoca su expulsión por parte de Elijah Muhammad, que inculca a sus seguidores la idea de que todo renegado debe ser condenado a muerte. Así Malcolm X es asesinado en Nueva York en el año 1965 mientras se disponía a pronunciar un discurso a sus seguidores.

Malcolm X y Martin Luther King

Diez años después de la muerte de Malcolm X, fallece Elijah Muhammad, provocando la división de la organización, la Nación del Islam, en dos grupos: uno, la Misión de los Musulmanes Americanos, dirigido por Warith Deen Muhammad; y el otro, la Nación del Islam en Occidente, encabezado por Louis Farrakah. Esta división tuvo su origen en la necesidad del primero de seguir la línea trazada por su amigo Malcolm X y, el segundo, en continuar con la política de Elijah Muhammad.

Desgraciadamente, ninguno de estos dos movimientos ofreció a sus seguidores las verdaderas enseñanzas del Islam. Farrakah es un hombre eminentemente político que usa en sus alocuciones tanto la Biblia como interpretaciones del Corán de una forma libre, que lo alejan de cualquier realidad que tenga que ver con el Din de Allah. Warith Deen Muhammad presentó en sus comienzos indicios de seguir unas indicaciones correctas del Islam, pero su énfasis en las cuestiones económicas terminaron por desvirtuarlo, al tener que comprometerse queriendo obtener el respeto de la sociedad.

“Allah utiliza a los enemigos del Din para hacer que avance el Din”

El resultado obtenido de esta época en el que la cuestión étnica domina el panorama público es bastante negativo en el desarrollo de una comunidad musulmana en Norteamérica. Lo que a finales de siglo XIX y principios del XX significó una continua inmigración de musulmanes, provenientes principalmente de África, que hubiera podido constituir una comunidad con enseñanzas correctas y con una tradición auténtica, ha quedado diluido en esta retórica política de lucha racial y de clase.

Lo que nos encontramos hoy en día en Estados Unidos, con respecto a la comunidad musulmana, es un reflejo de la sociedad en la que se encuentra inmersa, en la clara contradicción que supone, por un lado, separar el Estado y la religión, y por otro, ensalzar el cristianismo, e incluso el judaísmo, aunque este segundo lo sea de forma más incómoda. Como un gran paraguas que cubre todo, se encuentra la oligarquía bancaria y la promoción del consumismo.

Tras mi visita a varios centros islámicos y mezquitas en New York, Boston y Washington he podido comprobar que son lugares bien diseñados, con una arquitectura impecable, pero, muy a mi pesar, con dos grandes carencias: la falta de autoridad y la inexistencia de los muamalat. Estos centros se encuentran encasillados en un estatus como centros religiosos, al igual que las iglesias y las sinagogas; en muchos casos se encuentran a escasos metros los unos de los otros. Es encomiable la forma impecable en la que se realizan las oraciones y cómo respetan sus tiempos, con la figura de algún alim venerable, el cual limita su trabajo a hacer las funciones de imam. En esta ecuación quedan sin resolverse, por un lado, la referencia clara a una autoridad dentro de la comunidad de musulmanes, y por  otro, el desarrollo de los aspectos sociales dentro del Islam (muamalat).

Musulmanes rezando en el Capitolio

A pesar de esta situación, y en el marco del control capitalista y consumista, Islam es la religión que crece más rápidamente en Norteamérica. El Corán es el libro más vendido. Y en lo que nos toca como españoles, debemos añadir que la comunidad hispana crece sin cesar en este país y está entrando en el Islam a pasos agigantados.

No he sido testigo de lo que sucede en otras partes del país, pero he podido comprobar la existencia de algunas ciudades con unos miles de habitantes en el Estado de New Jersey que tienen una población musulmana por encima del 70%, lo que hace que colegios e instituciones públicas lleguen a cerrar sus puertas en días señalados para nuestra comunidad, como los días del A´ayad. Esto nos llena de alegría y de esperanza y nos hace ilusionarnos por un futuro prometedor.

Dice Sheij Dr. Abdalqadir as-Sufi en el último párrafo de un escrito donde habla de la Ummah y Norteamérica:

La verdadera línea frontal de nuestra Ummah no se encuentra hoy en día en Oriente Medio, sino más bien en otros dos lugares. El primero es una de las dos zonas capitalistas más ricas, como Europa y Norteamérica. El segundo es la India, sólo simbólica y míticamente democrática, con su millón de religiones idólatras, conectadas por el término “hindú” solo genéricamente. En estas dos áreas existe una minoría musulmana que creará una nueva civilización islámica, más esplendorosa aún que las pasadas civilizaciones mogol y otomana. Allah, el Altísimo, ha dicho en el Sura de la Victoria: 

“Cuando llegue la victoria de Allah y la conquista,

y veas a la gente entrar en grupos a la adoración de Allah,

Glorifica a tu Señor con Su alabanza y pídele perdón.

Él siempre acepta a quien a Él se vuelve”.

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