Islam: el camino de en medio

Uno de los ejercicios más sanos y beneficiosos que puede realizar el ser humano es reflexionar, reflexionar sobre la situación en la que se encuentra, sobre el estado de su vida, sobre lo que hay a su alrededor, ya que esa reflexión, realizada con inteligencia y con sinceridad, con conocimiento y con humildad, es lo que permite ver las cosas desde un punto de vista distinto desde el que las ves normalmente, permite salir por un momento de tu mundo cerrado en el que estas inmerso y ver los asuntos con una perspectiva diferente.

Nuestro objetivo en estas líneas es presentar algunas reflexiones acerca de la situación de los musulmanes españoles o que residimos en España y de esta manera poder analizar la situación del Islam en nuestro país, que desgraciadamente, tanto en España como en el resto del mundo, está impregnada de palabras como terrorismo, yihadismo, extremismo, ISIS, y otros términos que realmente no tienen cabida en el Islam. Reflexionemos entonces acerca de por qué se ha llegado a esta situación y qué es lo que ha conducido al Islam al estado en el que actualmente se encuentra.

El principal problema con el que nos encontramos hoy en día los musulmanes es la ignorancia, la falta de conocimiento de lo que realmente es el Islam. Eso hace que exista una minoría de musulmanes, con una gran falta de conocimiento, que de alguna manera enfermiza, tal vez por el odio que existe en sus corazones, por las dificultades que han atravesado a lo largo de su vida, se sienten atraídos y manifiestan simpatía por el surgimiento del llamado Estado Islámico, o ISIS, como ellos mismos se llaman.

En este grupo, podemos encontrar gente resentida y frustrada por su propia situación personal, sin ningún conocimiento del Din, que creen que son otros los culpables de lo que les pasa a ellos y que son incapaces de reflexionar sobre por qué han llegado al estado en el que se encuentran.

Ello les lleva a escuchar a cualquiera que les ofrezca una aparente salida y una justificación, y el ISIS (en palabras de Sheij Habib Bewley en el jutba que pronunció en la mezquita Yumuah de Ciudad del Cabo, cuya traducción se publicó en el número 34 de sep/oct. de 2014 de ISLAM HOY) puede ser muy seductor y convincente porque, para los ignorantes, pueden parecer gente muy piadosa y de gran conocimiento, cuando la realidad es que a la luz del Fiqh, están claramente desviados y se han salido del Islam. Recomendamos vivamente releer el artículo mencionado, para que podamos entender lo que está pasando y podamos protegernos a nosotros mismos y a nuestras familias de tan peligroso enemigo.

Por otro lado, nos encontramos sectores de musulmanes en todo el mundo, y por supuesto también en España, que han adoptado la tendencia modernista, que pretende que hay que reinterpretar las enseñanzas del Corán y la Sunna de acuerdo con los tiempos que vivimos, declarando sin ningún reparo que cada musulmán o musulmana debe hacer iytihad, o sea ‘interpretar’ el sagrado Corán, de acuerdo con su propio criterio y razón, de acuerdo con su situación personal y el contexto en el que vive, en cada momento. Para estos, aparentemente no tienen validez todos los juicios y fetuas que a lo largo de la historia del Din han sido pronunciados por los grandes cadís y ulamá, gente que dedicó sus vidas al estudio del Islam, reconocidos por toda la Umma, hasta el siglo pasado, cuando la colonización de los países islámicos por parte de Europa, sometió al Califato otomano y provocó el surgimiento y la elevación de personajes sospechosos, quienes arrogándose un conocimiento que no tenían y un falso patriotismo, lideraron un movimiento de reinterpretación del Fiqh del Islam, que permitía la riba (usura) y el establecimiento de una economía basada en el sistema bancario usurero, terminando con la moneda con valor real (oro y plata), que fue sustituida por el dinero de papel sin ningún valor real.

A partir de ese momento, lo que se ha podido ver ha sido el declive del poder de los musulmanes y el debilitamiento y perversión del conocimiento y de una forma de vida, basada en la creencia de Allah, de Su Mensajero, s. a. w. s., y de la Otra Vida.

Lo que sucede actualmente entre los musulmanes que vivimos en Occidente es que, por una parte, estamos atemorizados ante la opinión del resto de la sociedad a causa del mal llamado terrorismo yihadista y tenemos que estar constantemente haciendo manifestaciones de la tolerancia y el pacifismo del Islam y peticiones constantes de aceptación por parte de nuestros convecinos, al mismo tiempo que intentamos dar una visión “moderna” del Islam, en contra de los que nos acusan de retrógrados, machistas, incultos y demás estereotipos de todos conocidos.

Así nos encontramos con que, en nuestras propias reuniones, oímos declaraciones de fervoroso espíritu democrático, proponiendo que nuestros dirigentes sean elegidos por sufragio universal, donde cada hombre y mujer musulmán-a tenga derecho al voto (algo que no ha existido nunca entre los musulmanes, que siempre nos hemos gobernado con un único dirigente, ya fueran califas, emires o reyes, según la terminología occidental) e incluso con asociaciones de mujeres musulmanas feministas que proponen que las mujeres puedan dirigir el salat haciendo de imames, y reivindicando la igualdad en todos los aspectos (ver el dominical de El PAÍS del 1 de noviembre de 2015).

De esta forma, la inmensa mayoría de la población musulmana de Europa, y por tanto de España, está sumida en un profundo estupor, intentando conciliar su creencia en Allah, en su Mensajero y en la Otra Vida con la realidad cotidiana de la sociedad en la que vive, donde prácticamente nadie cree en nada y los únicos objetivos de la existencia consisten en conseguir cosas en esta vida: dinero, reputación, poder, bienestar, etc., etc., sin tener en cuenta lo que haya que pagar por conseguirlo.

Esta situación, que pretende hacernos culpables de la lamentable situación del mundo, donde parece que somos los musulmanes los causantes del terrorismo y de las muertes que se producen por esta causa, y que nos impide señalar las verdaderas atrocidades que se han estado cometiendo en el planeta a lo largo de más de cien años, con las muertes por hambre y desnutrición de millares de personas diariamente, de las que parece que todos se quieren olvidar y cuya causa no es otra que la dominación mundial de un sistema económico global usurero, que no tiene ningún principio moral, que obtiene beneficios de toda circunstancia y que es la causa primordial de todos los desequilibrios e injusticias que ocurren en el mundo, estando detrás y sacando beneficios de todos los conflictos bélicos acaecidos desde la Primera Guerra Mundial.

De este modo, nos hemos integrado en una forma de vida que nada tiene que ver con nuestra creencia, una forma de vida en la que hemos olvidado nuestros principios, en la cual hemos dejado en las manos de los no musulmanes, peor aún, de los que no quieren el bien para los musulmanes, tanto el manejo de la economía como de la educación, el ocio, etc.; habiendo perdido un pilar fundamental de nuestro Din, como es el Zakat, e instituciones fundamentales como son los awqaf, que son instituciones que permiten el mantenimiento y crecimiento de una sociedad. Por lo cual, podemos afirmar que hemos perdido nuestra identidad como musulmanes; hemos perdido aquello que hace especial a la gente que sigue correctamente el Corán y la Sunna del Mensajero de Allah, salla allahu alaihi wa sallam.

Conociendo esta situación, conociendo la realidad de los musulmanes en Occidente, conociendo el estado en el que nos encontramos los musulmanes en España, el siguiente paso es peguntarnos qué es lo que queremos. ¿Queremos un Islam que convenga a los que no son musulmanes o queremos un Islam lo más puro posible?

Tal vez lo más fácil y sencillo para nosotros sea no decir nada, no alzar la voz y quedarnos de brazos cruzados, aceptando todo lo que se nos intenta imponer, aceptando que esta es la situación y que no se puede hacer nada por cambiarla. Sin ninguna duda este es el camino fácil, pero al mismo tiempo es el camino de la debilidad, que conduce a ir perdiendo cada vez más nuestra identidad y cuyo destino es hacer del Islam una “religión”, en la que se hacen las cinco oraciones obligatorias, se ayuna el mes de Ramadán y se peregrina a la Meca.

Lo que ocurre es que sabemos que el Islam no es una religión, sino que es un modo de vida global que abarca todos y cada uno de los pasos que damos en nuestra vida, que contempla los aspectos materiales y espirituales de la vida del ser humano en relación consigo mismo, con los demás y con el entorno que le rodea. Esto es lo que realmente se nos ha olvidado, y esto es lo que, como musulmanes de este tiempo y esta sociedad, deberíamos esforzarnos en transmitir a nuestros hijos y a nuestros hermanos musulmanes de España. Si no somos capaces de hacerlo, entonces estaremos cayendo en imitar a los que no son musulmanes en todo, con el peligro que ello conlleva, peligro sobre el que nos advirtió el Profeta Muhámmad, salla allahu alaihi wa sallam, cuando dijo:

“Tened por seguro que seguiréis las prácticas de los que hubo antes de vosotros palmo a palmo, codo a codo, hasta el punto de que si se meten en el agujero de un lagarto, vosotros también os meteréis”.

Dijeron: “¡Mensajero de Allah, ¿son los judíos y los cristianos?!”.

Dijo: “¿Quién si no?”.

No es un camino fácil el que nos espera a los musulmanes españoles; actos como los vividos recientemente en París lo dificultan todavía más; pero debemos ser conscientes de que, tal vez, la parte más importante de ese camino sea el principio, y el principio de ese camino depende de cada uno de nosotros. El principio del camino es preguntarnos a nosotros mismos qué es lo que queremos, qué modo de vida estamos dispuestos a aceptar y a vivir, qué sacrificios estamos dispuestos a ofrecer en aras de un modo de vida acorde al que nos llaman Allah y Su Mensajero.

Los musulmanes no podemos sentirnos culpables ni atraídos por el terrorismo de ISIS ni de ningún otro grupo terrorista con objetivos, financiación y actividades siempre sospechosas y que nunca se sabe bien a quién benefician, ni dónde van ni de dónde vienen; que no tienen nada que ver con el Din de Islam y que a quien realmente perjudican es a los musulmanes.

Tampoco podemos caer en el juego de los modernistas, que pretenden adaptar el Islam a los tiempos que vivimos, aceptando los falsos principios, que no tienen nada de morales, dominantes hoy en de la sociedad occidental en la que vivimos y olvidando los principios más básicos del Islam.

Comenzábamos estas palabras hablando de la reflexión, y eso misma reflexión nos lleva a comprender que Islam es el camino de en medio, y, como musulmanes, debemos vivir de acuerdo con lo establecido en el sagrado Corán y de acuerdo con la sunna de nuestro Profeta, s. a. w. s.

Por consiguiente, cada día, cada asunto de nuestra existencia debe estar impregnado de ello, y eso nos llevará a preguntarnos qué es lo que realmente queremos, en qué creemos. Si nuestro objetivo es dunia, quizá nos vaya bien actuando como los que no son musulmanes, tratando a nuestras familias, nuestros negocios y nuestros ocios como hacen ellos. Pero no nos engañemos, si realmente lo que queremos (como tantas veces repetimos) es lo “mejor de dunia y lo mejor del ajirah”, el único camino es reencontrar el camino de los Sahaba y de las primeras generaciones de musulmanes.

En este tiempo que nos ha tocado vivir, donde lo que domina la existencia es la economía y son las grandes corporaciones multinacionales, en manos de los banqueros, las que dictan tanto las políticas nacionales como los usos y costumbres de la gente, las normas morales y los programas educativos de la población, de acuerdo con sus intereses; habiendo reducido al ser humano a un simple número estadístico, donde lo único importante es que trabaje y consuma lo más posible, y que su único objetivo en esta vida sea conseguir mayor bienestar a través de las cosas materiales; potenciando su individualismo hasta el punto de destruir la familia y sin que nunca llegue a cuestionarse si las cosas podrían ser de otra manera o si existe otra realidad detrás de la apariencia.

Los musulmanes debemos recuperar la forma de vida basada en una aquida correcta, con un tawhid completo. Hemos de abandonar las prácticas económicas y relaciones humanas que nos han sido impuestas por el sistema imperante en el mundo. Se trata de volver a establecer los contratos de acuerdo con el Fiqh, recuperar el dinero con valor real y quitar de las manos de los usureros el poder de emisión de moneda ficticia, eliminando la usura en cualquier tipo de transacción.

También debemos tomar en nuestras manos la educación de nuestros hijos, estableciendo en ellos una aquida correcta con una comprensión clara del verdadero tawhid. Lo que se enseña en la escuela no es solo Matemáticas, Literatura o Ciencias, lo que se enseña y queda grabado para toda la vida es una comprensión de la existencia en la cual Allah, s. w. t. a., no tiene ninguna cabida ni ningún papel relevante en lo concerniente al destino de la gente.

Pero para conseguir todo eso, el primer paso es nuevamente la reflexión, una reflexión que nos lleve a un anhelo individual de transformación de nuestras vidas, un anhelo de servir a Allah, s. w. t. a., confiando plenamente en que Él nos dará lo mejor de dunia y lo mejor del ajirah.

Después debemos juntarnos, crear fuertes lazos de unión entre nosotros, como hicieron los Sahaba. Y las palabras “prefiere para tu hermano antes que para ti mismo” deben hacerse realidad. Deben ser la práctica cotidiana de aquellos que pretenden ser la vanguardia de un Islam renacido.

El camino está claramente marcado y definido, y solamente somos nosotros mismos los que muchas veces preferimos perdernos, haciendo especulaciones cuando creemos que no nos conviene aquello que está claro en el Corán y la Sunna, argumentando lo de “ahora son otros tiempos” o interpretando de forma interesada y sesgada lo que no tiene discusión y ha quedado establecido.

La hora de la luz del Islam ha vuelto después de un largo periodo de oscuridad; está en nuestras manos la decisión de participar en ello o quedarnos al margen. Allah, s. w. t. a., es el poseedor del Decreto, y lo que haya de venir ya está escrito.

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