Ibn Yaafar Al-Qunyi

Nacido en Cónchar, un pueblecito del Valle de Lecrín en Granada, en el siglo XIV, Ibn Yafaar al-Qunyi apenas es conocido. Viajó por diversas tierras de Oriente y Occidente y, en su vejez, volvió a sus tierras granadinas. Si yo he sabido de él se lo debo al arabista, también granadino, José Miguel Puerta Vílchez, que recuperó y tradujo un manuscrito suyo y lo colgó en internet, donde puede conseguirse completo y de forma gratuita. Podría en este breve artículo comentar ese manuscrito y explicarlo a mi manera; pero en esta ocasión seré más fiel y más claro si me limito a resumir algunas de sus ideas, que en ocasiones recogen citas de sus grandes maestros: Ibn Arabí, Al Gazali, Ibn ´Ata´Allah, Al-Yili o su amigo Ibn al Jatib, que dijo de él: “Era de las personas sanas y delicadas, aunque nunca lo demostraba y lo mantenía siempre oculto debido a su nobleza elevada”.

El manuscrito se titula Luces de alocuciones y misterios, y tiene siete partes. Su lectura me trajo a la mente afirmaciones que sólo los poetas simbolistas o los surrealistas de los siglos XIX y XX, algunos teóricos de la física cuántica y filósofos como Heidegger dirían muchos siglos después. Destacaré algunas frases y quien se sienta interesado por el manuscrito íntegro sabe que puede buscarlo en internet. Y Allah sabe más.

Parte 1: El misterio de los sentidos: (…) El oído es el umbral de la palabra y el órgano musical de la Imaginación. La visión es también la antesala de la palabra y el conducto de las formas hasta el corazón y la Imaginación. (…) Por medio de los sentidos, la Imaginación percibe la belleza del mundo, que es la Belleza del Verdadero. Los sentidos desarrollan una permanente actividad creadora. Crean el mundo a cada instante cuando lo perciben. (…) Gustamos, luego existimos.

Parte 2: El misterio de la Creatividad: Quien crea se une al movimiento creativo del universo y enriquece su ser y la existencia. Creamos, luego existimos.

Parte 3: El Misterio del Sentimiento Poético: (…) Pero existe aún otro grupo que practica la poesía como llave, símbolo y ámbito de extinción. Dice el Gran Maestro Ibn Arabí: “La poesía es el espacio de la globalidad, del enigma, del símbolo y del ocultamiento” (…) y añade (…) la poesía crea “las más maravillosas formas” reuniendo los contrarios, siendo que la “reunión entre contrarios no es posible por medio de la razón” (Ibn Arabí, Daja’ir al-`alaq, 441). El hogar de la poesía se encuentra, por consiguiente, en el corazón (al-qalb) y en la Imaginación (al-jayal). La poesía es experiencia del lenguaje y del ser.

(…) el contenido es respecto a la expresión lo mismo que el espíritu respecto a la forma (sura): es su verdadera belleza (yamal)” (Ibn Arabí, Futuhat, II, 394). (…) El misterio deleita. La poesía genera misterio sin cesar. (…) Es el corazón respirando con el pulmón de la palabra. Es, en definitiva, la acción perpetua de reescritura del mundo. Sentimos, luego existimos.

Alocución: Hermano, en el instante de sentir la armonía, el hombre se transforma en mujer y la mujer en hombre se convierte.

Parte 4: El Misterio de la Armonía: Armonía es el ideal de mujer, siendo las mujeres el más puro espejo en que se manifiesta el Verdadero en su más perfecta forma y contenido. Armonía es el manantial del sol y del esplendor. Su belleza es física y moral. Tiene las más acabadas cualidades físicas y espirituales. Contemplar Armonía y su feminidad que se propaga por el mundo significa contemplar los Nombres del Altísimo en su más elevada expresión. Dice en otro pasaje el Maestro Muhi l-Din: “Las mujeres son para mí la feminidad que se propaga por el mundo, siendo en las mujeres más manifiesta”.

Parte 5: El Misterio de la Imaginación: Has de saber que tú eres Imaginación, y que todo lo que percibes (tudriku-hu), y aquello de lo que dices “no soy yo” también es Imaginación, puesto que la existencia toda es Imaginación sobre Imaginación, siendo la Existencia verdadera únicamente Dios, o más específicamente Su Identidad (Dhatu-hu), su Esencia (`Ayn) (…) La Imaginación es un espejo creador en el que imagina, noche y día, su propio rostro, el rostro de la existencia. En dicho espejo se deshacen las contradicciones, se armonizan los opuestos y brilla la fusión de los contrarios. Sólo y exclusivamente en el reino de la Imaginación se percibe la Majestad y la Belleza. Por todo lo precedente, la Imaginación es la facultad propia del pintor, del contemplativo, del poeta, del soñador y del amante. Imaginamos, luego existimos.

Parte 6: El Misterio del Amor: En el barzaj de la Imaginación las letras copulan con las letras y engendran palabras. Las palabras cohabitan con las palabras y generan ideas. En las aguas de la Imaginación las ideas se casan con las ideas y dan a luz el sentimiento. En el espejo de la Imaginación las imágenes se unen con las imágenes y crean un universo. (…) Con el Amor nos fundimos en el movimiento perpetuo de la vida. Sin él, nos paralizamos y en las tinieblas nos extraviamos. El Amor es el hermano gemelo de la muerte. Él es el día y ella la noche, y al contrario también. Son las dos caras inevitables del fluir de la existencia. Amamos, luego existimos.

Parte 7: El Misterio de la Belleza: Ibn Arabí hizo hincapié en que consideremos “las cosas por sus esencias, sin fijarnos en su perfección o en su imperfección, en su consonancia o disonancia, en sus accidentes o su disposición, ni en que sean bellas/buenas o feas/malas, ni loables o censurables. (…) Aquí deseo añadir que la arrolladora pasión de perfección es errónea y peligrosa. Quien corre en pos de ella y no atiende al sentimiento y las sutilezas del corazón perece y hace perecer. En este sentido, reconozco mi debilidad y expreso mi gusto, pues soy de esas gentes de huertas y delicadas obras que aman la belleza de lo pequeño. En las cosas menudas habito y con ellas sueño. Tiempo atrás dejé algunos árboles, un riachuelo y un huerto, a los que quizá algún día retornaré. Soy granadino y en Oriente me hice más hondamente granadino. Considero que la belleza de lo sencillo es la más difícil y maravillosa creación. Por ello, prefiero las acequias a los palacios. (…) Hacemos más bella la existencia, luego existimos.

Todo eso fue escrito y recogido en el siglo XIV y, en gran parte, en un pueblecito de Granada. ¿Y no queda a su lado la sentencia cartesiana del “pienso, luego existo” un poco ridícula?

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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