Homeopatía y salud

La homeopatía es objeto de polémica desde su descubrimiento. La medicina dominante en la primera mitad del siglo XIX practicaba sangrías, administraba purgantes y tenía pocos más recursos terapéuticos. La nueva medicina, introducida desde Alemania por Samuel C. Hahnemann, basada en la observación de la naturaleza, la experimentación y el conocimiento objetivo de la acción de los medicamentos, se difundió rápidamente por Europa y América y arraigó muy especialmente en India, a pesar de las críticas y burlas de los que veían en su difusión una amenaza para sus intereses.

En la actualidad todo el mundo ha oído hablar de ella y gran parte de la población, más del sesenta por ciento, la ha usado alguna vez. No es sencillo conocer y comprender los efectos de los varios miles de substancias experimentadas hasta el momento y lleva mucho tiempo el entrenar la mirada del médico, formado en las facultades de medicina, con mentalidad analítica y mecanicista, para que sea capaz de observar de forma sintética y unitaria el dinamismo de la vida en el proceso de enfermarse y de recuperar la salud. Y, sin embargo, cualquiera se atreve a opinar sobre ella. Surgen aficionados practicantes de cursillos de fin de semana, incluso osados reformadores con escasa experiencia, animados por la falta de toxicidad de los medicamentos homeopáticos. Para ridiculizarla no hace falta estar informado del trabajo y las observaciones de miles de médicos durante más de doscientos años, con haber leído la Wikipedia es suficiente. Tampoco hace falta haberlo entendido.

A río revuelto, ya se sabe… poderosos intereses económicos se benefician de esta situación: vendedores de preparados “homeopáticos”, mezclas carentes de experimentación, de escaso o nulo efecto curativo, prescritos por masajistas, vendedores diversos, e incluso hasta por peluqueros, para lucro de laboratorios sin escrúpulos, explotadores de la moda. Falsos amigos que se benefician del trabajo serio y silencioso de otros. La homeopatía se ha difundido y se mantiene por sus éxitos terapéuticos. El trabajo minucioso que comporta el poner en relación, comparar y observar las semejanzas entre la totalidad de los signos y síntomas, mentales, emocionales y físicos que conforman la imagen del ser humano enfermo y el cuadro obtenido de la experimentación de las substancias medicamentosas en sujetos sanos es un trabajo lleno de matices y sutilezas que si es llevado a cabo de forma correcta, produce sorprendentes resultados curativos.

La industria farmacéutica está alarmada por el crecimiento de las medicinas complementarias. Su negocio, como el de todas las industrias globales, está basado en la uniformidad. El pensamiento único es mucho más rentable. La disidencia es peligrosa para el negocio, sobre todo si proviene de una crítica seria, basada primero en la constatación de la enorme yatrogenia, efectos colaterales e indeseados de los medicamentos y de las intervenciones médicas que llevan a nuevas prescripciones sobre las anteriores, conformando las interminables recetas de los ancianos y los enfermos crónicos, adictos y atrapados para siempre por tratamientos sintomáticos que modifican la enfermedad sin resolverla. Las cifras astronómicas del gasto de farmacia de la Seguridad Social reflejan esta realidad difícilmente sostenible. Pero no es esto lo más grave, la yatrogenia es la segunda causa de muerte, en cifras publicadas en USA, por encima de los accidentes de tráfico y de las enfermedades del corazón.

Tenemos una manera diferente de comprender el proceso que nos lleva a enfermar y también de los mecanismos internos que nos llevan a reaccionar ante ello y recuperar así nuestro equilibrio. Observamos que funcionamos de forma unitaria, individual. Nuestras emociones y pensamientos no están fuera ni aparte de nuestros órganos físicos. Vivimos en sociedad, nos relacionamos y de ello surgen pasiones y conflictos que nos desequilibran y nos llevan a enfermar o, por el contrario, nos hacen reaccionar con un entusiasmo que nos hace refractarios ante cualquier agente patógeno. Vivimos en un medio que está en constante cambio, la temperatura, la humedad, la presión y otras muchas variables físicas, y en lo psicoemocional, nuestros deseos, pulsiones, necesidades son satisfechas o reprimidas o contrariadas. Nos adaptamos con flexibilidad o nos bloqueamos o rompemos en el intento, o simplemente nos agotamos en el esfuerzo, haciéndonos vulnerables, receptivos, a la agresión infecciosa de otros organismos oportunistas o abriendo la puerta a tendencias heredadas y hasta ese momento latentes.

Enfermamos de forma individual y completa. Me duele a mí el estómago y todo mi yo está implicado en ello. Mi forma de comer, de vivir, mis afectos y mis insatisfacciones me han llevado a ese sufrimiento. Puedo tomar la pastilla que me propone, con toda su buena voluntad, el médico convencional. Él sólo considerará el dolor de estómago como objetivo del tratamiento, y su pastilla, de momento, será eficaz. Puedo seguir comiendo como quiera, ahí se queda mi rabia y mi insatisfacción; ya puedo ser pronto, de nuevo, una pieza productiva en el sistema. Tómate la pastilla y no te lo pienses, y si no puedes evitar pensarlo, toma otra pastilla, ahora con tranquilizantes, que te ayudará a digerir tu vida. Y ve tirando. No hay problema, está científicamente probado que la pastilla del estómago funciona.

El homeópata considera que la enfermedad tiene sentido, que no es un evento casual en una vida absurda, sino que ocurre en el curso biográfico de una persona que evoluciona desde estados infantiles de dependencia a la madurez que lo capacitará para ejercer su libertad. El bloqueo, o estancamiento, en ese desarrollo que nos lleva desde el niño necesitado de todos los cuidados al adulto capaz de cuidar y proteger se traducirá en síntomas más o menos graves dependiendo de las disposiciones heredadas.

Reflexionar, darse cuenta de lo que te está pasando, encontrar el origen del sufrimiento, mirar a los ojos del miedo, relacionar los síntomas actuales con la circunstancia en la que se están produciendo, observar como se encadenan los eventos en la historia personal, es el modo de participar como protagonista en el proceso curativo. El médico homeópata ha de acompañar en éste proceso y promover la capacidad de reacción y restablecimiento de la salud que compartimos con todo lo viviente. Demasiados riesgos para la productividad y el consumo.

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