Un nuevo frente reclama un doloroso protagonismo en el drama de la inmigración en Europa. En la madrugada del miércoles, en el puerto francés de Calais, hallaron muerto a un joven sudanés arrollado por un camión mientras trataba de cruzar a Reino Unido. Es el noveno inmigrante que fallece en el túnel que atraviesa el canal de la Mancha desde junio. Miles de personas se hacinan en campamentos improvisados junto a Calais, esperando para colarse en los camiones que cruzan el canal. El recrudecimiento de los conflictos en el continente africano ha quintuplicado en solo un año la población de estos asentamientos.
Otros dos hombres están hospitalizados, uno de ellos en estado muy grave, después de haber sufrido una descarga eléctrica cuando trataba de subirse a un tren. En el primer semestre de este año ha habido 19.000 intentos de atravesar el canal, el doble que el año pasado, según el Ministerio del Interior británico. Solo entre el martes y el miércoles hubo 3.500 intentos.
La situación ha provocado importantes retrasos en los servicios del túnel que conecta a Reino Unido con el continente. En determinados tramos horarios no circuló más que un tren a la hora, frente a los seis que lo atraviesan habitualmente. El tráfico por carretera también se ha visto afectado, al haberse cerrado partes de la vía de acceso en Kent, para habilitar espacio a los centenares de camiones que esperan para pasar a Francia.
El grupo Eurotunnel, que gestiona el paso del canal de la Mancha, ha asegurado que lleva invertidos 13 millones de euros en lo que va de año en seguridad. “Pero no corresponde a una compañía resolver los flujos migratorios de África”, declaró un portavoz. “Este es un asunto de las fuerzas de seguridad”.
De visita oficial en el sudeste asiático, el primer ministro David Cameron señaló desde Singapur que “no tiene sentido buscar culpables”. “Se trata de trabajar con los franceses, de poner en marcha medidas de seguridad adicionales, de invertir más donde se necesite”. Cameron se solidarizó también con los veraneantes británicos que “encuentran dificultades en su acceso a Calais”.
En la mañana del miércoles, la ministra del Interior británica, Theresa May, presidió una reunión de Cobra, el comité interministerial de emergencia del Gobierno, para abordar la crisis migratoria. Londres y París, dijo, están trabajando “en estrecha colaboración”.
La ministra anunció una inversión de siete millones de libras (unos 10 millones de euros) para reforzar el vallado de las vías. Una iniciativa que se suma a la construcción, anunciada el 14 de julio, de una zona de seguridad en Calais con espacio para 230 camiones. El objetivo es sacarlos de la vía pública donde tratan de abordarlos los inmigrantes.
El Gobierno francés enviará 120 agentes de policía más a la zona. Y ambos países han acordado poner en práctica nuevos protocolos que permitan devolver a los inmigrantes a sus países de origen. No han especificado cómo se identificará a los solicitantes de asilo, que tienen derecho a permanecer en el lugar hasta que sus expedientes sean estudiados.
La línea que separa a los refugiados de los migrantes económicos es difusa. Se calcula que el 40% de los que se hacinan en las 18 hectáreas de campo tienen una posibilidad real de reclamar asilo político. En Calais las citas para tramitar las peticiones se conceden para dentro de dos o tres meses.
El año pasado 625.000 personas solicitaron asilo en los 28 países de la UE. Solo 31.745 lo reclamaron en Reino Unido, la mitad que en Francia y una sexta parte que en Alemania. En suelo británico, como en Francia, a los buscadores de asilo se les ofrece vivienda, asistencia sanitaria y una asignación semanal de unos 37 libras. El año pasado al 39% de los solicitantes se les concedió asilo en Reino Unido, frente al 22% en Francia.
Sueño británico
Entre 600.000 y un millón de inmigrantes viven ilegalmente en Reino Unido. La escasa tasa de paro —5,6%, la mitad que en Francia—, la no exigencia de documento de identidad y la ventaja del idioma convierten a Reino Unido en un destino atractivo para los migrantes económicos. Se calcula que entre el 5% y el 10% de los africanos que arriban en barcas a las costas de Italia llegan a Calais ocho días después.
Los Gobiernos británico y francés han reiterado su firme compromiso de trabajar juntos en esta crisis humanitaria. Pero enviar a los migrantes de vuelta a sus países no es fácil y, con la amenaza del auge de partidos antiinmigración a ambos lados del canal, crece el temor al coste político de un exceso de generosidad con las peticiones de asilo. Nigel Farage, líder del partido británico UKIP, pidió que se desplace al Ejército para buscar a los inmigrantes en los camiones.
Médicos del Mundo, que tiene una base en Calais, alerta de que el número de personas necesitadas de ayuda urgente en los campamentos de la zona se ha disparado en los últimos días.
Fuente: Elpais.com