‘Fellah mengu’, campesino sin tierras

Primer aniversario de la toma de la tierra por el SAT en la finca de Somontes, Córdoba

Cuatrocientas hectáreas sin cultivar, cinco casas sin habitar… compradas por la Junta de Andalucía para acceder a las subvenciones de la PAC (Política Agrícola Común de la Unión Europea). Este es el efecto del pequeño burgués que se instala en el poder. Acceder a subvenciones dinerarias pero no desarrollar la riqueza de la tierra.

Una tierra necesita gente que la cultive. No un guarda que guise un conejo al señorito de la Junta cuando la visite de rutina o que la use de finca de recreo con su familia y amigos.

Estamos tan sumidos en la droga del dinero ficción que se nos hace imposible percibir la antigua ecuación: la base de la riqueza son tierras, agua, bosques, ganados, minas y gentes.

Si no liberamos a nuestro intelecto de este efecto opiáceo bancario, no podremos comprender esta necesidad que los actuales fellah mengu tienen de dar vida a la tierra muerta. Porque el acto en sí no es que hayan ocupado una finca; si fuera eso, lo simbólico sustituiría a la realidad. Eso es política. Ya se habrían ido.

Dar vida a la tierra, extraer sus beneficios y vivir con dignidad es abrirse como hombres y mujeres a la realización en esta vida.

Este tiempo en que la mentira de la economía, representada en la explosión de la burbuja inmobiliaria, ha dejado más de cinco millones de desempleados en España hace necesario volver a poner el tema de la tierra sobre la mesa. Este limitado régimen ha devuelto a los antiguos braceros, que se hicieron albañiles, a vivir de los jornales de la fresa, el espárrago, la aceituna, la remolacha o el girasol. Vuelven de nuevo a sus pueblos, sin BMW 320, y con deudas contraídas, pero vuelven con una mentalidad derivada del capitalismo: la del trabajo como mercancía.

Pero esta gente del SAT (Sindicato Andaluz de Trabajadores) no ha abandonado. Han permanecido en sus pueblos. Su asunto es la tierra. La tierra como fuente de riqueza y dignidad.

Los poderes públicos, empeñados en no mover lo establecido, se agarran a los subsidios, a la caridad, cuando lo que se demanda va más allá. Es lo que expresa este sindicato y lo que van a expresar los desempleados que se han repatriado a sus pueblos cuando se redescubran a sí mismos y entiendan el verdadero valor de la tierra.

En la búsqueda del origen de la injusticia que sigue viva en el campo andaluz, Blas Infante nos legó un texto que la indica de forma clara:

En la era flamenca (siglo XVI a principios del XIX), el régimen implantado por la conquista exalta su bárbara inspiración en un sistema de hechos fautores de la esterilidad de Andalucía. Cuando la conquista, la tierra sobrante de los grandes repartimientos verificados a favor de los nobles capitanes y de las iglesias se distribuyen entre los soldados, y para agotar el resto de la vacante se llama a los colonos de Castilla o de Galicia; los primeros, sin vocación agricultora; los segundos, no acostumbrados a los riegos artificiales andaluces, cuyas obras pronto quedan abandonadas. Muchos colonos se ausentan, y las comarcas jardines se tornan a ser selváticas soledades. Después, la especulación y el caciquismo territorial (la Europa antigua vive en España, gravitando hacia el feudalismo) consumen y ratifican la obra conquistadora. La desamortización discierne las tierras hacia los más ladrones, que constituyen estados territoriales nuevos, sustituyendo las manos muertas del clero, antiguo poseedor de las tierras. El cacique territorial, a cambio de votos esclavos, obtiene del cacique político bajas de contribución que van a aumentar la de los pocos pequeños terratenientes que quedan aún, obligando a estos el fisco y la usura a ceder sus terrenos a los grandes latifundistas, los cuales usurpan, por igual razón, las pocas tierras que a los Municipios dejara la desamortización y hasta las veredas y cañadas y abrevaderos…

(La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía)

No cabe duda de que esta situación histórica está por resolver. Y su solución está más allá de una reforma agraria, como hasta ahora se ha entendido.

En el Muwwata de Imam Malik se recoge un hadiz del Mensajero (que Allah le dé su gracia y paz), en el capítulo del juicio sobre “Hacer florecer lo muerto” coincidente con un juicio de Umar Ibn Al Jattab (la paz sea con él) que dice: “Quien vivifica una tierra muerta, esa tierra es para él”. Y dice Imam Malik: “Y esto es lo que se sigue entre nosotros”.

Y nosotros añadimos que este juicio es futuro. Este juicio cambiará la faz de la Tierra, cuando la usura no intervenga en la producción, los mercados de futuro sean abolidos y las subvenciones a los latifundistas desaparezcan.

Los campesinos, la gente de la tierra, han de tomar el camino antiguo y cambiar el subsidio por fuerza creadora; la limosna, por ejercicio de justicia; el sometimiento improductivo, por acción que los haga conscientes de su destino. Más allá de personalismos, de teorías utópicas. La tierra para el que la trabaja y la hace productiva.

Y Allah es poderoso sobre todas las cosas.

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