Entrevista a Humaira Shahid, política, activista y periodista

Humaira Shahid

 

No es frecuente encontrar mujeres que hayan conseguido tener un punto de apoyo en el mundo de la política. Es incluso más extraño que estas mujeres usen dicha influencia política en una implacable búsqueda por la justicia. Sin embargo, es esta escasez la que intensifica el brillo de estos diamantes en bruto.

En su libro publicado recientemente, ‘Devotion and Defiance: My journey in love, faith and politics’ (Devoción y desafío: mi viaje en el amor, fe y política),Humaira Awais Shahid, exparlamentaria de la Asamblea Provincial del Punyab, da a conocer su fascinante campaña dentro de las paredes del reino político paquistaní, dominado por hombres. Nos dirige a través del proceso y el sufrimiento que finalmente la hicieron llegar a ser la primera parlamentarista de la Asamblea Provincial en aprobar la ley que prohibía el préstamo de dinero privado con intereses, asegurándose de que las mujeres no serían sometidas o vendidas a matrimonios por conveniencia o a la prostitución.

La reputación de Shahid en la Casa del Parlamento la ha beneficiado tanto en su vida como en su profesión. Su incansable trabajo, siendo una voz para las víctimas de crímenes espantosos y abogando por ellos en la plataforma política, la ha colmado de las más altas aclamaciones y admiraciones. No obstante, estos esfuerzos han sido también en ciertos momentos afrontados con resistencia y oposición  por el mismo sistema que prometía defender la seguridad de su gente.

Nacida y criada en la facilidad, comodidad y apertura de una Kuwait en desarrollo, encontró al llegar a la tierra natal de sus antepasados una ciudad completamente distinta. Lahore mostraba el desafío de una ciudad con libertad restringida y una flexibilidad limitada. Aun así, estas constricciones la hicieron buscar y alentar su espíritu juvenil en las páginas de libros y en los cuentos de autores como Emily Bronte y Jane Austen, donde el amor de Shahid por la literatura adquirió firmes raíces.

El anhelo por el desarrollo intelectual la alejó de los temas de matrimonios de conveniencia y la llevaron a las aulas universitarias. Más tarde encontraría en el hijo de una familia dueña de un periódico distinguido, un compañero que le permitió  enamorarse y más adelante indagar en su afán por la espiritualidad y los eruditos.

Shahid encontró su primera educación política en su propio hogar, rodeada con frecuencia de oficiales del Gobierno e invitados de gran influencia que le permitían alcanzar mayores niveles de profundidad intelectual en las conversaciones.

A finales de 2001, comenzó a trabajar para el periódico, el Daily Khabrain, editando una columna en la sección para mujeres, llenando por fin con algo de sustancia aquellas páginas que sólo trataban de chismorreos y famosos y abordando temas que poco antes nadie se había atrevido poner al descubierto. “No podía permitir que las páginas de las mujeres trataran solo de temas de compras” –me dijo en el transcurso de nuestra entrevista–. “Era un espacio perdido y sabía que podía dar más de sí”.

Es una activista de corazón, que ha profundizado en los asuntos que se suelen pasar por alto ciertos medios de estas regiones, tales como abusos a mujeres, tráfico de órganos, explotación infantil, armas químicas y las tradicionales leyes tribales del  Pakistán rural. “Escribí artículos, entrevistas, detallados informes de crímenes de honor, mujeres en prisión, prostitución, niños mendigos…, asuntos sociales de importancia”.

Fue un apoyo para los afligidos en el Khabrain Helpline, trabajó cara a cara con las víctimas de crímenes atroces y fue testigo de historias agonizantes de mujeres que estaban sujetas a abusos devastadores y compensaciones tribales. El trabajo de Shahid siendo portavoz de estas historias le sería de gran ayuda para el desarrollo de su propia opinión y punto de vista en el momento de ocupar un espacio en la plataforma política. “Venía de una familia privilegiada, llevaba una vida agradable, tenía la mejor educación, y, de repente, fui expuesta a este tipo de gente. Lo vulnerables y desprotegidos que estaban, y la cantidad de víctimas que había, fue un shock para mí. Y eso aumentaba mi motivación”.

Aunque al principio era reacia a entrar en el mundo hostil de la política, su determinación y pasión por ayudar a las víctimas, cuyas historias había intentado exponer insaciablemente y por las que había querido hacer un llamamiento, fueron el motor de su decisión para entrar en el intimidante foco de las cortes paquistanas. “Quería que los ataques con ácido fueran reconocidos como un intento de asesinato y quería que la compra-venta y el transporte de estos ácidos debiese ser autorizado por el Gobierno. El otro asunto que quería conseguir era que la costumbre vani fuese abolida”.

La vani es una costumbre tradicional en algunas tribus paquistanas por la que las chicas jóvenes son obligadas a casarse como compensación o castigo por crímenes cometidos por los hombres de sus familias. Shadid relata casos horribles en los que se ha sentido impotente: “He visto mujeres morir delante de mí, mujeres derritiéndose con químicos. He visto mujeres prostituyéndose por dinero y deudas. He visto mujeres violadas y explotadas por sus propios parientes”.

Habiendo conseguido pasar algunas resoluciones contra los crímenes por ataques con ácidos, matrimonios por conveniencia y llamando a la prohibición del préstamo de dinero, cuatro años más tarde, Shahid vio varias de sus leyes aprobadas. Su trabajo a favor de los derechos infantiles y de la mujer fue reconocido por el Colegio de Bowdoin en 2012, recibiendo un doctorado Honoris Causa debido al respeto y la admiración por los logros obtenidos en Paquistán y EE. UU.

Como nos revela el título de su libro, la autora habla detalladamente de sus reflexiones personales, dudas y su radiante reafirmación de su fe en Dios y su encuentro con el sufismo. En los últimos años se ha centrado, además, en conseguir la redefinición de la economía y las finanzas islámicas de la sociedad de hoy en día, luchando contra las instituciones bancarias y promoviendo el uso de la moneda de la Shariah: el dinar y el dirham.

Además de llevar a delante su trabajo y profesión, y ser madre de tres hijos, Shahid ha estado en ocasiones expuesta a situaciones de tragedia e impedimentos. No obstante, su libro nos revela la vida de una mujer colmada de devoción y compasión, una historia con tanto significado y tan impactante como la de las víctimas que durante tanto tiempo ha defendido.

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