El Subcontinente indio

El Subcontinente Indio

El Subcontinente indio, que comprende Pakistán, India, Bangladesh y Sri Lanka, alberga a la mayor población y sociedad musulmana en el mundo, con un total de casi quinientos millones de musulmanes. No se puede subestimar la inmensidad y complejidad de la India (se tarda una semana en tren para viajar de Delhi a Madrás), y las múltiples naciones que se extienden por el territorio. Desde los Pashtunes a los Tamiles, de los Baluchis a los Rohingya, las diferencias de los musulmanes del subcontinente tienen un patrimonio común y comparten una cultura notable, ya que la India fue el epicentro que dio lugar a una de las más grandes manifestaciones  del Islam.

Todo apunta a que el Islam llegó a la India durante la vida del Mensajero de Allah, la paz y las bendiciones sean con él, o poco después, y se asentó en un principio en el extremo sur de la India, en Kerala y Tamil Nadu, de hecho, algunas de las mezquitas más antiguas del mundo se encuentran en esta zona. Los primeros musulmanes fueron comerciantes árabes que ya conocían estas costas de la India y el Islam se extendió por la zona con facilidad y pacíficamente.

En el año 711, el mismo año que Tariq Ibn Ziyad parte hacia la península ibérica, Muhammad Bin Qasim, a la temprana edad de dieciséis años, invade Sind, en el sureste de la actual Pakistán, quedando firmemente establecido el Islam en suelo indio. Sorprendentemente, estos dos territorios en ambos extremos del subcontinente indio se han mantenido como bastiones del Islam hasta nuestros días.

Sin embargo, el capítulo principal del Islam en la India no comenzó hasta trescientos años más tarde, con la aparición de Mahmud de Gazni en el epicentro del Punyab. Mahmud llegó hasta la costa guyarati, destruyendo a su paso el templo más grande de aquellos tiempos, en Somnath, fundado a partir del único ídolo de la Kaaba que escapó de la destrucción en los tiempos de Profeta, la paz y las bendiciones sean con él. Durante los siglos anteriores, las numerosas tribus turcas se convirtieron al Islam y este resultó ser el punto de inflexión en la historia de la India. El ciclo natural de la historia en la India incluía las invasiones periódicas de los hombres salvajes de las montañas a través del paso Jáiber al lujo, riqueza y misterio por las que se conocía la India. Históricamente estos invasores han configurado la India, al igual que los arios trajeron el Hinduismo, después de Mahmud, el destino cambió irrevocablemente. Durante los siguientes ocho siglos, oleada tras oleada de invasores turcos y pashtunes revitalizó y transformó el subcontinente indio con su poder militar, la expansión del Islam y la apertura a grandes riquezas.

Después de un periodo de incursiones, el poder musulmán se consolidó con el sultanato de Delhi, a partir de una dinastía de esclavos, siguiendo el patrón de las sociedades de la sharia donde los esclavos se convierten en señores. En este periodo de trescientos años, se apuntalaron los cimientos del Islam en la India. El poder militar turco estableció un marco de poder islámico al mismo tiempo que awliya de todo el Oriente Medio viajaban a la India y se mezclaban con los locales. En estos tiempos, el Qawali, la versión india de Sama, comenzó a desarrollarse y la conversión al Islam de poblaciones enteras se convirtió en norma. El urdu, una de las lenguas más distinguidas, se forjó de la mano del qawali y la poesía, la nobleza, el servicio a los pobres y la actividad militar fueron la temática influyente de la época. Los hombres más respetados del momento, como Gharib Nawaz y Nizamuddin, fueron awliya que llegaron a la India en este tiempo y dedicaron sus vidas al servicio de los pobres. También fue honrado, y uno de los gobernantes más poderosos de la historia de la India, Muhammad Shah, que cargaba sus cañones de oro y los descargaba para su pueblo. Era tal su poder, que Amir Khusro, uno de los grandes poetas de India dijo acerca de él: “Cuando el sultán mueve una ceja en Delhi, tiembla la tierra de los Coromandel”.

Sin embargo, el sultanato comenzó su declive y fue brutalmente demolido por el inconquistable Amir Timur o Tamerlán, que destruyó Delhi en 1398. Después de un siglo de decadencia, fue rescatado por uno de los grandes héroes de la historia de la India, Babur. Era tataranieto de Timur y llegó desde Afganistán, con un pequeño ejército de unos cuantos miles de hombres, se apoderó de la India e inmediatamente regaló todas las riquezas que había capturado. Sobre este comienzo se estableció la legendaria dinastía Mogol, una las más ilustres dinastías de la historia del Islam.

Badshahi Masjid, o ‘Mezquita del Emperador’, fue construida en 1673 por el emperador mogol Aurangzeb en Lahora.

Así fue como el Islam sirvió de catalizador, uniendo al subcontinente dentro de una misma unidad política, creando un sentimiento de unidad entre el pueblo que aún perdura hasta nuestros días. Esta situación logró mantenerse durante casi diez siglos, disfrutando de su apogeo con los Grandes Mogoles donde la música indostaní, la pintura, la arquitectura, la gastronomía, la literatura y todo aquello por lo que la India es mundialmente conocida floreció. Junto a esta faceta, la administración civil y económica Mogol fue absolutamente magnífica.

El Taj Mahal, considerado como uno de los edificios más bellos del mundo y unos de los emblemas más reconocidos de la India, fue construido por Shah Jahan como un monumento a su amada esposa. Un poeta lo definió como “una lágrima en el rostro de la eternidad”, pero la belleza y la majestuosidad del edificio (es mucho más grande de lo que uno se imagina) es un testimonio de una sociedad que amaba a Allah. No fue sin razón que Shah Jahan, al construir el Trono del Pavo Real, inscribió en el mismo “si hay cielo en la Tierra, está aquí, está aquí, está aquí”.

Sin embargo, ni siquiera el poderoso Aurangzeb fue capaz de detener el declive final. Gobernó al final de la supremacía Mogol, una época en la que se estima que una cuarta parte de la riqueza mundial se encontraba en la India, magnetizada por la justicia y excelencia de esta sociedad. No obstante, Aurangzeb nunca tomó ni un centavo del erario, copiaba mushafs y cosía gorros para la oración como forma de ganarse la vida. Gobernó durante más de sesenta años y lideró al famoso ejército Mogol en el campo de batalla incluso cuando tenía más de noventa años.

En el año 1500, unos nuevos seres extraños llegaron a las costas de la India. Inicialmente como comerciantes subordinados a los mogoles, pero en los próximos doscientos años, la Compañía Británica de las Indias Orientalespor medio de una serie de sutiles artimañas financieras y manipulación política fue tomando el vacío de poder que el declive Mogol dejaba. Es preciso señalar que no hubo una sola vez que los ejércitos británicos derrotaran al ejército mogol en el campo de batalla. Su victoria se nutrió de la subversión de la sociedad a través del sistema bancario. Fue una entidad capitalista perfecta; constantemente alimentándose de nuevos territorios y sin responsabilidades o cuidado sobre su entorno. De hecho, su modelo empresarial ha modelado significativamente, y continúa dando forma, a nuestra situación global actual.

En 1857, la empequeñecida aristocracia musulmana hizo un último intento para liberarse del yugo británico que por momentos se hacía más pesado. Como consecuencia, aterrorizados por el poder potencial de los musulmanes, los británicos hicieron de la India un territorio dentro del Imperio británico que destruyó lo que quedaba de la nobleza, aboliendo el Sultanato Mogol, las instituciones educativas, la justicia y el comercio. El objetivo era que los musulmanes no volviesen al poder. Incluso comenzaron relaciones y colaboraciones que favorecían a los hindús, a los que hasta el momento nunca habían respetado ni entendido.

Esta misma situación se mantiene hasta nuestros días, con la catástrofe añadida de la Partición. Cuando el Imperio británico de disolvió, dejó tras de sí una última fatalidad: la división del Subcontinente indio en India, Pakistán y Bangladesh.

Las consecuencias están a la vista de todos. Uno de los momentos que han definido India en los últimos años ha sido la masacre de musulmanes en Guyarat en 2002. Sin embargo, el aspecto más terrible no es siquiera que sucediese, sino que años más tarde, Narendra Modi, instigador político número uno del baño de sangre, ha avanzado en su carrera política hasta convertirse en Primer Ministro de India este mismo año.

La paradoja continúa, aquellos que unificaron el Subcontinente sobre el que se ha construido el estado-nación de la actual India, son perseguidos y atacados por ese mismo estado-nación. A pesar de esto, los pueblos del Subcontinente indio mantienen su inmensa cultura, su ingenio y hospitalidad y han exportado estas virtudes allí donde la historia les ha llevado. Llegando a alcanzar posiciones de poder considerable en Europa, especialmente en Inglaterra, las naciones del Golfo Pérsico y muchas otras partes del mundo. No hay duda que jugarán un panel crucial en la configuración del mundo que se avecina, ya que presenciamos el final de este capítulo execrable de democracia capitalista. De una forma u otra el legado de los mogoles continuará vivo.

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