El secreto mejor guardado de Rumi

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No hay nada en este mundo, ni en los otros tampoco, que no gire. Giran los planetas. Gira la espiral ascendente de nuestro ADN. El mérito de que del Este y del Oeste, del Norte y del Sur, la gente, también ella, se dedique a girar al compás del cosmos hay que reconocérselo a este hombre enterrado aquí, en el centro de Konya, una ciudad tan viva que no hay cuadra que no esté en remodelación. Este hombre fue un maestro sufí. Podrás venir a visitarlo -lo hacen miles de personas cada día, que vuelan a Konya sólo a presentarle, en persona, sus respetos-. Con dos guardias de seguridad, su tumba, iluminada e inmaculada, es como una gran cartuchera cubierta en tela. En la cabecera, el sello del turbante del maestro.

Esto, antes, era su casa. Hoy es uno de los museos espirituales más atrayentes del mundo, al que la Unesco declaró dos años atrás patrimonio de la humanidad. Estamos en Turquía, un país donde los cuerpos de los santos son respetados. El Gobierno mandó imprimir millones de trípticos con la ubicación exacta de cada tumba importante.

Yalaluddin Rumi entró en su tumba hace 757 años. No lo parece. El Masnavi, su obra cumbre, tiene traducciones en 23 lenguas -medio planeta lo puede leer en su propio idioma-. Un artículo de la BBC se interrogó meses atrás por qué Rumi es el poeta oriental más leído en Estados Unidos -dos millones de copias de su traducción vendidas-. Los expertos, que lo comparan con Shakespeare, coinciden en algo: Rumi vivió adelantado ocho siglos.

A cada discípulo que llegaba a verlo, Rumi le advertía: “Si querés encontrar a Dios, vas a tener que girar”. Su enseñanza se transformó en método. Y su método, en legado.

Oguz Büyükbas está a cargo de una hamburguesería en Nueva York. Gira desde 2006, iniciado por su maestro en Estambul. “Esto no es una danza, como la gente cree. El giro es una forma de disciplinar el alma”, dice Oguz.

Tan hipnótico, el giro, que llama la atención de científicos de todo el mundo. Un año atrás, James Hanna, profesor de Ingeniería en Virginia, se propuso investigar la rotación del vestido, en ondas, perfecta y sincronizada, de los giradores. El hallazgo lo maravilló: los giradores activan la misma fuerza que la rotación del planeta y los huracanes, la fuerza Coriollis. “Uno puede compararlo con la Tierra rotando y el aire de la atmósfera libre flotando a su alrededor”, explica Hanna.

Estudios de neurocientíficos indican que el sistema nervioso simpático y parasimpático pueden activarse como resultado de los giros derviches. “Ambos sistemas se ponen online en simultáneo”, explican los expertos en neuroteología. Resultado: el girador libera un caudal enorme de energía, al punto que logra un estado casi alucinógeno.

Nuruddin Ortolá, argentino, vive Traslasierra, en Córdoba, Argentina, pero viaja mucho. Es el hombre que más sabe de giros en Sudamérica. “El Giro Derviche es una actividad fascinante, para la cual no hay limitaciones de edad ni se requiere tener un estado físico en particular, sólo el anhelo de conectar con la Esencia Divina en nuestro corazón”, narra Nuruddin. “El giro ayuda a conectar con el aquí y el ahora”.

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