El resultado de mis investigaciones prueba de forma irrefutable nuestra ascendencia musulmana

El resultado de mis investigaciones prueba de forma irrefutable nuestra ascendencia musulmana

Me llamo Buenaventura Buendía Banegas y soy descendiente de conversos de origen musulmán. Nací en Ojós, una de las seis villas que se integraron en la Encomienda de la Orden de Santiago del Valle de Ricote, después de la incorporación del Reino de Murcia a la corona de Castilla. Algunos historiadores, como Mariano Gaspar Remiro, lo identifican con el Oyyoh o Iyyih, una de las ciudades integrantes del Pacto de Tudmir, que dio inicio al periodo de dominio musulmán en la península Ibérica. En este pequeño valle, regado por el Río Segura, Ibn Hud, cuya tumba ha sido recientemente localizada en los restos del Castillo de la Asomada, próximo a la actual ciudad de Murcia, inició en el siglo XII la insurrección contra los almohades y allí nacieron grandes maestros del sufismo como Ibn Sabin o Muhammad Ibn Ahmad al-Riquti.

Mi familia está asentada en el Valle de Ricote desde hace más de quinientos años, de lo que tuve conocimiento cuando, hace apenas tres años, inicié la elaboración de mi árbol genealógico. La curiosidad por conocer con detalle la vida de mis ancestros, me llevó a descubrir su origen musulmán. Para mí, como para la mayoría de los actuales habitantes del valle, con los que mantengo lazos de parentesco de mayor o menor proximidad, el pasado musulmán de nuestros antepasados era algo difuso. Así, después de revisar miles de actas de bautismo, confirmación, matrimonio y defunción, y centenares de documentos firmados ante los antiguos escribanos, he podido reconstruir, desde las actuales generaciones, lo esencial del árbol genealógico del Valle de Ricote; a pesar de la dificultad inicial que suponía la desaparición de los libros de algunas de sus parroquias, una fuente inagotable de información para cualquier investigador. Muy pronto, los moros del lenguaje coloquial, o los moriscos o mudéjares del académico, pasaron a ser mis abuelos.

Soy descendiente de Alonso Buendía, cristiano viejo, y de Juan Banegas, converso de origen musulmán. La única prueba que me permite hacer la asignación a una u otra confesión, es la arbitraria exclusión o inclusión en los bandos de expulsión de 1613 de los miembros de estos dos viejos linajes del Valle de Ricote. Pero por mi cuerpo también corre la sangre de otros muchos de mis antepasados que tuvieron que vivir aquellos terribles años. También desciendo de los Avilés, Luna, Carrillo, Marín, Rojo, Saorín, Ayala, Candel, Miñano, Palazón, Tomás, Turpín, Torrano, Talón, Melgarejo, Molina, Hurtado, López, España, Bermejo, etc. También de otros que llevaron apellidos extinguidos con el transcurso de los años, como los Cachopo, Alcaide, Hellín, Gaspar, Puerta, Berescute o los Manda, a los que he localizado recientemente en Bullas, municipio de la actual provincia de Murcia. Todos ellos fueron incluidos en los bandos de expulsión.

Durante siglos, generación tras generación, esta historia, por razones más o menos comprensibles, fue borrada de la memoria de sus descendientes. Ser converso, durante mucho tiempo, fue más un estigma que un aval. ¿Quién podría afirmar que no es descendiente de conversos? La historia de la humanidad es la historia de una cadena de sucesivas conversiones.

Para que su recuerdo perdure para siempre entre sus descendientes, el pueblo de Ojós, a través de su Ayuntamiento, ha institucionalizado como “Día de los Expulsos” el tercer domingo de octubre de todos los años, inaugurando también el “Jardín de los Expulsos”, donde se ha erigido un monolito con una lápida en la que se han inscrito los nombres de las personas de las que se tienen pruebas que fueron incluidas en los bandos de expulsión. Este jardín resulta especialmente emotivo, ya que se ha levantado sobre los terrenos que ocupaba el que, durante cientos de años, fue cementerio de Ojós. Probablemente allí reposen los restos de muchas de ellas.

Desde la Asociación Cultural OXOX, la cual presido, pretendemos desarrollar actividades que queremos que sean el punto de partida para llenar, no solo, ese profundo vacío existente en la memoria de los descendientes de aquellas personas que, con su esfuerzo, laboriosidad e imaginación, fueron artífices y protagonistas de una de las épocas de mayor prosperidad que ha vivido el Valle de Ricote y toda España, sino también contribuir a la difusión de su forma de vida, sus costumbres y su cultura. Para ello se ha decidido crear el Centro de Estudios Moriscos del Valle de Ricote, que pretende aunar sus esfuerzos a los de otros similares, que nos servirán de modelo y estímulo para intentar conseguir e igualar, como mínimo, sus brillantes resultados.

Comparto la necesidad de iniciar una profunda revisión de lo que el Dr. Ahmed Tahiri llama “doloroso capítulo de nuestra historia común”, que borre la falsa imagen que se ha transmitido muchas veces de nuestros antepasados, basada en los argumentos de los propagandistas de la expulsión, y afronte de una manera realista los efectos de las sucesivas expulsiones, lejos de prejuicios de toda naturaleza. Los abundantes datos conseguidos por la reciente facilidad de acceso a los libros de, casi, la totalidad de las parroquias del antiguo Reino de Murcia, después de su microfilmación y disponibilidad en la “web”, permiten extraer, ya, conclusiones provisionales, que van más allá de las de pioneros como Govert Westerveld sobre la permanencia de la población de origen musulmán después de los bandos de expulsión. Personalmente, me he implicado en el vaciado de información de esta importantísima fuente documental, equiparable a la de los grandes archivos nacionales. El conocimiento, casual o providencial, de los trabajos de otros investigadores alejados de los circuitos académicos, como Enrique Pérez Cañamares o Juan Romero Díaz, con los que he iniciado una intensa colaboración, y el intercambio recíproco de información, sin duda, va a contribuir, aunque sea modestamente, a la revisión que nos propone el Dr. Tahiri.

Para concluir, me van a permitir que comparta con ustedes una reflexión en voz alta. Cuando hago partícipes a algunas personas del resultado de mis investigaciones, en las que se prueba de una manera irrefutable nuestra ascendencia musulmana, además de asombro, percibo alguna incomodidad. Pues bien, aunque a nuestros abuelos no les gustaba que así se les llamara, sin complejos, elevo la voz para decir: “Me siento orgulloso de ser morisco”.

Que Dios nos bendiga a todos.

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