El Qiraḍ o Muḍaraba

El qiraḍ es una práctica que existía en el período anterior al Islam y fue corroborada en el Islam. De hecho el Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y paz, lo practicó antes de la profecía cuando trabajó, en concepto de qiraḍ, para Jadiŷa bint Juwailid, que Allah esté Complacido con ella, antes y después de que fuera su esposa.

El qiraḍ consiste en que alguien entrega a otro una cantidad de dinero (dinares y/o dirhams) para que comercie con él estableciendo entre ambos, de mutuo acuerdo, una repartición determinada de la ganancia, sin que haya responsabilidad para el agente en las pérdidas o accidentes, siempre que no hayan sido por una clara negligencia o transgresión de su parte.

La palabra “qiraḍ” era el término usado por la gente del Hiŷaẓ. El significado de la raíz es ‘cortar’, entendido tanto en el sentido de atravesar o recorrer la Tierra como en el sentido de destinar una parte de la riqueza para darla o prestarla. Dice Allah en la sura de la Vaca: “¿Quién le hará a Allah un hermoso préstamo (qarḍ) de manera que se lo multiplique muchas veces? Y Allah restringe y expande y a Él habéis de volver” (Sura de la Vaca, 245). El préstamo al que se refiere es gastar la riqueza en el camino de Allah. Y el qiraḍ forma parte de ese “hermoso préstamo”.

Así mismo “muḍaraba” era la manera de llamar al qiraḍ de la gente del ‘Iraq y procede de la expresión ‘aḍ-ḍarb fil-arḍ’, recorrer la Tierra. Dice Allah en el Corán: “Y otros recorren la Tierra buscando parte del favor de Allah” (Sura del Envuelto con el Manto, 20).

El qiraḍ tiene seis condiciones:

La primera de ellas es que el capital sea dinares de oro o dirhams de plata, no siendo posible con mercancías u otra cosa. El argumento para no admitir las mercancías es que, si el capital es mercancía, hay incertidumbre porque al tomar posesión de la mercancía en cuestión ésta tiene un valor determinado que al devolverla puede haber cambiado, de manera que el capital y la ganancia son desconocidos.

Dentro de esta primera condición está también que alguien al que otro le debe una cantidad de dinero no puede entregársela como qiraḍ ni puede pedir a otro que tome como qiraḍ la deuda que un tercero le debe. No puede ser una deuda ni un dinero que no esté presente.

La segunda condición es que la repartición de la ganancia sea conocida, esté determinada sin incertidumbre, sea la mitad, un tercio, un cuarto o cualquier otra proporción establecida entre ambos de mutuo acuerdo.

La tercera es que no se fije un plazo para el trabajo.

La cuarta es que no se sume al qiraḍ otro contrato, sea el que sea.

La quinta es que no se le restrinja al agente estipulando que se limite a una mercancía determinada.

La sexta es que ninguno de los dos estipule para sí mismo algo que sea exclusivo para él de la ganancia. Y no es posible estipular como condición que el agente sea garante.

Los gastos del agente, como comida, vestido y lo que precise dentro de lo reconocido, si sale de viaje para trabajar el capital y la cantidad del capital lo permite, se toman del mismo; pero si permanece en el lugar donde reside, no podrá tomar nada del capital para su manutención.

En cuanto a la primera condición que consiste en que el capital sea dinares o dirhams, como aparece en todos los textos clásicos, nos podemos encontrar en algún texto moderno que se nos diga que tal condición es que el capital sea cualquier dinero en uso entre la gente. Pero tal afirmación, que puede parecer una simple adaptación a una realidad distinta, encierra una cuestión esencial que es necesario aclarar.

El hecho de considerar dinero a lo que llamamos hoy en día dinero, como si fuera una evolución, modernización o sustituto válido de los dinares y los dirhams, nos enfrenta a un asunto de enorme trascendencia. Y es la necesidad de que la moneda posea valor en sí misma. Porque la esencia de la transacción de compraventa es el intercambio de un bien por otro, un valor por otro. El valor de los dinares y los dirhams es el valor del metal precioso que contienen, por eso cuando adquieres algo pagando con dinares y dirhams en el fondo estás efectuando un trueque. Y eso es lo que Allah ha hecho lícito. Pero si el valor de la moneda es atribuido, inflado o como lo quieras llamar, pero no está en la moneda en sí, sino a modo de símbolo o representación, o en el mejor de los casos la moneda es una promesa de pago −que así empezó el papel moneda− la transacción no es real, no es equitativa y por lo tanto no es válida.

El dinero actual no es la evolución o la modernización, en aras de la comodidad y la facilidad, del dinero antiguo, sino que es un fraude usurero que además abrió las puertas a la propagación de la usura entendida como préstamo con interés.

Si este elemento, que es esencial, no se toma en cuenta restableciéndose una moneda real y lícita, todo lo que se intente construir estará destinado al fracaso.

El sistema usurero no se puede islamizar, no existe una versión islámica del mismo. Islam posee en sí mismo todos los elementos necesarios para establecer un sistema económico que esté dentro de lo que Allah ha hecho lícito. La excusa de que los tiempos han cambiado y nos encontramos en una situación diferente, no significa que no dispongamos de suficientes elementos para establecer lo correcto. La esencia de las transacciones económicas es la misma.

Si el papel moneda hubiera aparecido en los primeros tiempos del Islam, habría sido prohibido inmediatamente y calificado de usura.

Encontramos en Al-Muwatta: “De Malik, que llegó a su conocimiento, que en el tiempo de Marwan Ibn al-Hakam se emitieron unos vales de alimento de al-Ŷar (un lugar cerca del mar) para la gente (que tenía derecho a tal alimento, entiéndase cereales o dátiles, procedente de algún botín). Y la gente se puso a vender y comprar esos vales entre ellos antes de tomar posesión de ellos (del alimento al que daban derecho dichos vales). Entonces Źaid Ibn Zabit y un hombre de los compañeros del Mensajero de Allah, al que Allah le dé Su gracia y paz, entraron a ver a Marwan Ibn al-Hakam (que era el emir) y dijeron: ‘¿Acaso haces lícita la venta usurera, Marwan?’. Y dijo él: ‘¡Me refugio en Allah! ¿De qué se trata?’. Y dijeron: ‘Son estos vales con los que la gente negocia y los venden antes de tomar posesión de ellos (del alimento)’. Entonces Marwan envió guardias para perseguirlos y se los quitaban de las manos a la gente para devolvérselos a sus dueños”.

El nacimiento del papel moneda es exactamente igual. Lo incorrecto en este caso es hacer transacciones con una deuda o promesa de pago. Cuando el dinero ya no es ni siquiera una promesa de pago, sino una mera representación, la incertidumbre y la especulación son aún mayores.

El qiraḍ está dentro de ese préstamo cuyo beneficio Allah multiplica muchas veces. Beneficia al inversor, al dueño del dinero, que obtiene beneficio sin esfuerzo, sólo a cambio de su confianza, y beneficia al agente que, careciendo de capital pero capaz de trabajarlo, sin el yugo de ser garante de las pérdidas, obtiene un beneficio fruto de su esfuerzo.

En esta práctica hay bendición y expansión. Cuando el Profeta, al que Allah le dé Su gracia y paz, lo llevó a cabo con el capital de Jadiya, que Allah esté Complacido con ella, se puso de manifiesto una vez más que él era el digno de confianza. Esto propició su matrimonio con ella, que fue a su vez un elemento esencial en los comienzos de su misión profética.

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