‘El Príncipe’

Barriada de El Príncipe, Ceuta
Barriada de El Príncipe, Ceuta

El Príncipe es una de las barriadas de Ceuta con mayor repercusión social a nivel nacional, dado que una serie, con su nombre como título, de Telecinco está llevando a los ciudadanos de nuestro país a sentarse frente a la pequeña pantalla cada semana. La trama está basada en las calles y vecinos de este barrio marginal situado en la periferia ceutí. En los comentarios que preceden a la emisión de cada capítulo, hay quien, ciertamente, dice verdades, pero otros maquillan la realidad de un barrio que hace unos días salió a las calles en manifestación gritando: ¡Basta ya! y pidiendo ayuda a las administraciones para que paren las matanzas de inocentes, que son víctimas equivocas de las mafias que actúan a sus anchas por las calles desprotegidas de esta barriada.

También se pidió la dimisión del actual delegado de Gobierno. Una de las proclamas que se lanzaron fue: “El Príncipe es Ceuta”. Pero la que más retumbó en mis oídos fue: “Munir, inocente”, ya que hacía referencia a Munir, el joven asesinado por dos sicarios que se equivocaron de víctima en la noche del viernes del 28 de marzo de 2014.

Días antes de la manifestación hablé con una vecina que tuvo a bien señalarme que muchos de los vecinos y vecinas tienen el miedo alojado en el cuerpo por sentirse inseguros en su propio barrio. Lo más triste es el pánico a perder a algún familiar de forma tan gratuita. Cuando le pregunté qué le parecía la serie El Príncipe, su respuesta fue la siguiente:

Bajo mi punto de vista, no se aleja tanto de la realidad. Dentro de lo lícito e ilícito ha pasado de todo en este mundo, respecto a algunos familiares de esta zona y otras; de toda religión e índole, por desgracia. En mi opinión, la familia de Faruk, donde se ha querido reflejar el comportamiento de una familia musulmana, para nada refleja el modelo de una familia musulmana practicante.

Hoy día, El Príncipe es una zona de inseguridad ciudadana; es la más temida y sin protección que tenemos en nuestra ciudad. Se está matando a inocentes delante de sus familias, vecinos y niños. Pido Allah que estos personajes que matan sin pensar, ni dudar, por dinero y sin razón, sean descubiertos y sean castigados con el castigo divino, puesto que la justicia mundana es para ellos unas vacaciones.

Cuando le propongo poner su nombre a estas declaraciones, su negativa es rotunda: “¡Ahora no, ya que, visto lo visto, no sé cómo puede sentar esto a esa gente!”, haciendo referencia a los delincuentes y traficantes. Me regala una tímida sonrisa, acabada en mueca, que refleja el miedo si llegara a conocerse la procedencia de estas declaraciones.

Vuelvo en este punto a la concentración, donde se hallaron más de un millar y medio de personas entre jóvenes, mayores y pequeños. Pude sentir la indignación de la gente que allí se concentró porque la participación de los ciudadanos no hubiese sido general. El grito de “Ceuta es el Príncipe” salía de una juventud indefensa y asustada por las trágicas muertes de inocentes que han sido dañados por una delincuencia gratuita, en una ciudad tan fácil de controlar y, sin embargo, tan desprotegida por las administraciones públicas.

Gracias a todos los asistentes, la marcha se desarrolló digna y pacíficamente, a pesar de la indignación de todo este colectivo mayoritario de españoles de religión musulmana. Hubo muchas personas de otras culturas, pero no las esperadas. Esto, como siempre, deja en evidencia ese escaparate de “convivencia” que la política partidista quiere reflejar al exterior. Grupos políticos del Gobierno Popular hicieron el feo de siempre, faltando a la cita con la excusa habitual: “Que la manifestación la había organizado el grupo de la oposición”.

No pensaron que podía haber complacido a los asistentes de la manera más sencilla que alguien de la Delegación hubiese manifestado su más contundente repulsa al asesinato de Munir y unas palabras de consuelo para los que allí se encontraban esperando una solución a esta dejadez institucional.

La manifestación terminó en la Plaza de la constitución tras la lectura de un manifiesto donde se le recriminó al Gobierno el abandono de los barrios, convirtiéndolos en guetos, humillando a su gente y, luego, sorprendiéndose de que haya conflictividad social. Se pidió a todas las instituciones un cambio radical de política para luchar con efectividad contra esta lacra social que es la delincuencia. Una representante del ente vecinal Príncipe Alfonso pidió al Gobierno, a través de la lectura de una proclama, que  dejase de poner trabas, por una parte, y, por otra, que cesara de justificar su mala actuación frente a esta lacra. Pidió más implicación y una actuación eficaz ya. La lectura tímida de una niña se hizo notar con su redacción sobre lo que no quería en sus calles. La lectura fue tierna y emblemática; todos rompieron en aplausos y elogios a la pequeña.

He de mencionar aquí que personalmente no estoy de acuerdo con la participación de niños en este tipo de actos, puesto que creo que ellos han de preservar su inocencia, ajenos, mientras puedan, a estas realidades.

Tras este final de lecturas se dio las gracias a los asistentes, pero todos los que allí nos encontrábamos nos dimos cuenta de que algunos jóvenes habían tomado la iniciativa de terminar la manifestación junto a las puertas de la  Delegación del Gobierno. Y así se hizo.

La madre de Munir, presente en la manifestación, agradeció el afecto prestado por todas las personas que habían apoyado a la familia en esos momentos de luto y consternación, en esos días, por la vida arrebatada de un joven de veinte años de edad, deportista, estudiante y con un futuro sesgado por una equivocación, reconocida por toda la población ceutí pero solo apoyada por esas mil quinientas personas que acudieron a una llamada solidaria con todo un colectivo marginal y desamparado. Esta pérdida no ha sido la única de inocentes.

Se podrán rodar todas las series que se quieran sobre El Príncipe, pero jamás un espectador podrá sentir el ser musulmán en esta ciudad tan peculiar. El Príncipe es una barriada abandonada por los políticos, que solo se acercan en tiempos de elecciones para rebañar unos míseros votos que les ayuden a gobernar a una gente humilde y desprotegida por la tiranía de la opulencia de esa parte que llora con lágrimas secas cada desgracia que le ocurre a esta comunidad de musulmanes españoles.

El Príncipe es una serie que refleja una barriada dotada de una gran infraestructura, con amplias calles, una comisaría donde sus agentes conviven con sus gentes, a las que conocen de tú a tú. Un centro polifuncional donde se imparten clases a los jóvenes para sacarlos de la delincuencia y donde los servicios sociales se preocupan del bienestar de sus habitantes. Una embriagadora ficción que no tiene nada que ver con la realidad.

EL PRÍNCIPE, con mayúsculas, es una de las barriadas más sufridas de Ceuta, donde sus vecinos sufren el mal estado de las infraestructuras sociales, donde los jóvenes no tienen futuro y donde los servicios sociales intervienen siempre tarde, en detrimento de estos. Los vecinos tienen que aguantar largos periodos de tiempo para que se les cubra cualquier necesidad básica. El Príncipe carece de una comisaría, incluso de una patrulla que pueda hacer su ronda en una población de más de 8.000 habitantes censados. En El Príncipe, un vehículo no puede circular por la gran mayoría de la población debido a la estrechez de sus calles, de tal manera que muchas veces no se puede socorrer a un enfermo o llevar a un difunto en hombros.

Por otro lado, es un barrio donde sus gentes aún se ayudan, donde un vecino tiene hambre, y hay otro que le da de comer; donde a un enfermo no le alcanza para comprar un medicamento, y los jóvenes se obligan a poner un donativo…, para eso o para cualquier otra causa justa. La palabra “fisabilil-lah” es la llave de los musulmanes de El Príncipe que desean hacer el máximo de bien para él y los suyos.

El verdadero El Príncipe no está en una serie. La esencia de esta peculiar barriada reside en sus habitantes y en los corazones de aquellos que un día se acercaron para conocer su realidad y quedaron cautivados por la magia de un pueblo musulmán, que encontraron en las almas de la mayoría de sus habitantes.

Salir de la versión móvil