El papel de la migración en los conflictos.

Entrevista con Kelly Greenhill

Con la crisis de refugiados actual, el libro Weapons of Mass Migration (2010), (en español sería ‘Armas de migración masiva’), de Kelly Greenhill, ha despertado un nuevo interés en Europa. En él, Greenhill muestra un método inusual y no militar de extorsión entre países: el porqué y el cómo los Estados débiles utilizan cada vez más a menudo la amenaza o la realidad de una «migración diseñada estratégicamente» para imponer objetivos políticos que de otra manera serían inalcanzables.

Esta entrevista fue realizada en julio de 2014 por Nadia Mughal de la Comisión Independiente sobre el Multilateralismo, como parte de una serie de entrevistas realizadas al margen del sexto encuentro del ICM (Independent Commission on Multilateralism) sobre el desplazamiento forzado, los refugiados y la migración, que se celebró los días 10 y 11 de julio 2014.

El ex dictador de Libia, Muammar Gadafi, era inaceptable para Occidente, pero desde su destitución los libios que huyen del caos resultante y los disturbios han alcanzado proporciones alarmantes. «A veces las mejores intenciones pueden llevar a un caos mayor, a la desestabilización y al desposeimiento de propiedades», dice Kelly Greenhill, profesora adjunta e investigadora de las Universidades de Tufts y Harvard.

Pregunta: Su libro Weapons of Mass Migration examina la idea de cómo las naciones y los actores no estatales utilizan la migración forzada como un instrumento no militar de extorsión. ¿Nos puede hablar un poco más sobre esto?

Respuesta: Si la extorsión militar tradicional implica el uso de amenazas o el uso de la fuerza con el fin de obtener cambios en el comportamiento, la migración diseñada implica el movimiento de hecho de masas, o la simple amenaza, con el fin de obtener concesiones políticas, militares  y/o económicas en los Estados de destino.

Esta es una herramienta utilizada frecuentemente por participantes (países o regímenes) que en términos relativos son más débiles que sus objetivos, y la amenaza de usar bombas demográficas o de usar personas como armas puede ayudar lamentablemente a nivelar el campo de juego y a dar a los participantes débiles un punto de apoyo para presionar a los Estados de destino [de los migrantes], de manera que les permite golpear por encima de sus capacidades (Gadafi por ejemplo podía convencer a la UE de quitar el embargo contra Libia). Desgraciadamente, esto significa que algunas de las poblaciones más vulnerables del mundo terminan siendo peones en este juego entre los Estados y sus objetivos.

P: En la discusión anterior usted dijo que el caos y los disturbios, en parte impulsados por la eliminación de participantes malos, como los dictadores, desempeñan un papel en la crisis migratoria. ¿Puede explicarnos esto?

R: Hay situaciones en las que regímenes que podríamos encontrar políticamente inaceptables son capaces, sin embargo, de mantener las áreas estables. Cuando esos regímenes son apartados del poder, se pueden crear conflictos de poder entre los que quedan, eliminar los aparatos de seguridad y permitir que el caos y el conflicto generalizado y específico entren en erupción.

En el caso de la caída de Gadafi en Libia, a pesar de sus muchas características desagradables, Gadafi jugó un papel importante en la regulación de los flujos migratorios a través del Mediterráneo, pero una vez apartado del poder, esta fuente de control sobre los flujos a través del Mediterráneo desapareció con él. También hubo transferencias de armas desde Libia a otras partes del norte de África, incluyendo la más reciente, a Boko Haram en Nigeria. Además sabemos que algunos de los combatientes que lucharon en la guerra de Libia fueron después a otras partes de la región, incluyendo a los combatientes tuareg, quienes terminaron siendo los principales impulsores de la rebelión en Mali. A veces las mejores intenciones pueden llevar a un caos mayor, a la desestabilización y al desposeimiento de la gente.

P: Usted ha mencionado que los Estados que ratificaron la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951 no necesariamente abren sus puertas a los refugiados. ¿Cómo abordar esta contradicción?

R: Es difícil porque, en última instancia, los Estados pueden declarar razones de seguridad y razones relacionadas con la soberanía para no considerar a estas personas como refugiados. También pueden simplemente afirmar que uno u otro grupo no es un refugiado o un grupo de refugiados, sino simplemente migrantes, y por lo tanto ellos mismos se exoneran de tener que asumir la responsabilidad de considerar a dichas personas como refugiados.

Algo que los Estados, los actores no estatales, las ONG y las organizaciones internacionales pueden hacer es señalar la falta de conexión entre el comportamiento y los compromisos de los firmantes y cómo actúan realmente. De hecho, hago referencia a esto en mi libro Weapons of Mass Migration. Me refiero a este fenómeno como la «imposición de los costes de la hipocresía», demostrando la disparidad entre unos compromisos declarados de un Estado y su comportamiento real [1]. Mientras que los costes de hipocresía en sí mismos rara vez son suficientes para cambiar el comportamiento del Estado, pueden ser un multiplicador de fuerza efectiva que sí pueden ayudar, alentando, en la parte positiva, a los Estados a hacer lo correcto; pero, por la parte negativa, puesto que los extorsionadores saben que las organizaciones internacionales a veces imponen costes de hipocresía, también puede aumentar la probabilidad de que la extorsión tenga éxito, debido a que posibles extorsionadores puedan crear crisis migratorias, que saben pondrán a los Estados de destino entre la espada y la pared.

En última instancia, es imposible rechazar y aceptar a la vez a un grupo determinado muchos de los Estados de destino están divididos en cuanto a si deben o no o no están seguros de cómo proceder ante un determinado grupo de refugiados o migrantes. Los políticos a menudo se encuentran en una situación en la que es más fácil ceder a las demandas de extorsión para hacer desaparecer el problema que tratar de encontrar una forma de aceptar y rechazar a un grupo, que es fundamentalmente imposible.

La existencia de costes de hipocresía puede ser útil desde un punto de vista humanitario, pero también puede ayudar a los extorsionadores a involucrarse en una coacción exitosa. Este es un problema mucho más común de lo que generalmente se reconoce. Ha habido aproximadamente un caso de intento de extorsión de promedio al año desde la firma de la Convención sobre el Estatuto de los Refugiados de 1951, que es bastante significativo. Cuando se utiliza esta herramienta de coacción, tiende a tener al menos un éxito del 75%. Parece una herramienta poco eficaz, ya que solo puede ser utilizada por extorsionadores bastante seguros de tener un objetivo vulnerable en su punto de mira, pero cuando se utiliza, tiende a ser relativamente un éxito, trágico para las víctimas.


[1] La contradicción de un Estado que, por un lado, defiende los derechos humanos como su ideal, pero que, por otro, se niega a aceptar la llegada de una ola enorme de refugiados a su país. Al encontrarse entre la espada y la pared, corre el riesgo de dañar su imagen pública y ser llamado hipócrita por los medios de comunicación de todo el mundo. Greenhill define esta vulnerabilidad pública de Estados democráticos como los «costes de la hipocresía». Los regímenes que quieren extorsionar a estos Estados democráticos abusan de esta vulnerabilidad, ya que no quieren pagar estos «costes» de aparecer como hipócritas y prefieren hacer caso al extorsionador, quien de esta manera consigue sus fines sin tener que usar armas militares. La amenaza de refugiados sirve como arma.

 

Traducido del inglés por Imán Gross.

Salir de la versión móvil